La ley islámica en Irak

Gritando “Alá ajbar” y con aspecto furioso, Saddam Hussein ha sido condenado a la horca. Estallaron celebraciones de nuevo en Bagdad, reminiscencia de los desbordantes días del 2003, cuando la estatua de Saddam era echada abajo; sin embargo, en el Tikrit natal del antes dictador, los manifestantes lloraban, “¡te vengaremos, Saddam!” En Jenin, mientras tanto, colegialas preadolescentes desfilaban con fotos del tirano derrocado cantando, al igual que sus padres, tíos y hermanos mayores durante la guerra del Golfo de 1991, “Querido Saddam, ataca Tel Aviv”.

Pero si excluimos algún retorno Dickensiano, los días de atacar de Saddam han terminado, como su era en Irak. El Presidente Bush decía: “El juicio de Saddam Hussein es un hito en los esfuerzos del pueblo iraquí por reemplazar la dictadura de un tirano con el mandato de la ley. Es un logro importante para la joven democracia de Irak y su gobierno constitucional”.

Con Saddam desaparecido definitivamente, sin embargo, sigue habiendo un impedimento significativo en Irak al mandato de la ley y el gobierno constitucional, en el sentido occidental de esos términos al menos, implicando igualdad de todos ante la ley. En su forma actual, la constitución iraquí estipula: “No puede establecerse ninguna ley que contradiga las provisiones del Islam”. Esto puede parecer bastante inocuo en una tierra que es musulmana de manera aplastante, y en la práctica, muchos analistas occidentales han desechado las preocupaciones acerca de esto como histéricas. Charles Krauthammer afirmaba en octubre del 2005: “La idea de que crea una teocracia islámica es simplemente falsa. Su influencia islamista es relativamente suave … Ninguna ley puede contradecir el Islam. Pero también dice que ninguna ley puede contradecir los principios democráticos, y que la constitución acepta todas las convenciones de derechos humanos”.

Desafortunadamente, el año que transcurre no ha sido amable con este examen. El caso Abdul Rahmán por apostasía en Afganistán dio una indicación contundente de que cuando las provisiones de la sharia de estas constituciones nacientes entran en conflicto con los “principios democráticos” y las “convenciones de derechos humanos”, no es la sharia la que se hace a un lado. El gobierno iraquí hasta la fecha ha mostrado poco interés en implementar en Irak los principios de la sharia, pero tampoco se ha mostrado capaz o dispuesto al menos a impedir que otros lo hagan, hasta la fecha – en inmenso detrimento de las mujeres y las minorías religiosas de Irak.

La crisis para los cristianos de Irak ha pasado a ser tan severa que el obispo de Orlando, Thomas G. Wenski, presidente del Comité de la Conferencia Americana de Obispos Católicos en Política Internacional, escribía recientemente a la Secretario de Estado Condolizza Rice en representación del USCCB, solicitando que actuara para proteger a los cristianos y las demás minorías acosadas en Irak. “Somos especial y exactamente conscientes”, escribía Wenski, “de la violencia deliberada perpetrada contra los cristianos y otras minorías vulnerables. Los cristianos continúan en declive, de una población pre-guerra de más de 1,2 millones hasta una estimación actual de cerca de 600.000. La creciente selección deliberada y creciente de cristianos es una señal evidente de la ruptura en la sociedad iraquí del orden civil y el respeto interreligioso, y representa una grave violación de los derechos humanos y la libertad religiosa”.

Wenski observaba que “la reciente decapitación de un párroco ortodoxo arameo en Mosul, la crucifixión de un adolescente cristiano en Albasra, los frecuentes secuestros a cambio de rescate de cristianos, incluyendo a cuatro sacerdotes – uno de los cuales era el secretario del Patriarca Delly, la violación de mujeres y niñas cristianas, y los atentados contra iglesias, todo son indicadores de que la situación ha alcanzado la cota de crisis”. La Comisión para los Refugiados de Naciones Unidas estima que aproximadamente el 44% de los refugiados iraquíes son cristianos, incluso representando solamente el 4% de la población total de Irak. ”Los cristianos están siendo víctimas, y en algunos casos están siendo asesinados, por vender alcohol – lo que está prohibido bajo la sharia. Las mujeres cristianas han sido amenazadas de muerte a menos que vistan el hijab, en cumplimiento de las normas islámicas”.

Irónicamente, tanto los grupos jihadistas sunníes como los chi’íes luchando contra las tropas americanas en Irak mantienen su oposición a la constitución iraquí, exigiendo que el Islam sea la ley más elevada del país. Mohammed Baqir al-Sadr, cuñado de Moqtada al-Sadr y principal luz intelectual del Partido Islámico Da’wa de Irak, explicaba en 1975 que la ley islámica tiene que ser el fundamento de la legislación, y que ninguna entidad legislativa puede formular ninguna ley que contradiga el Islam. O, en palabras de la constitución iraquí de hoy, “No puede establecerse ninguna ley que contradiga las provisiones del Islam”.

A menos que el principio sea confrontado directamente por los iraquíes y, si es necesario, las autoridades americanas, la situación de las mujeres y las minorías religiosas en Irak continuará empeorando, y las esperanzas iraníes de crear un estado árabe chi’í a su imagen en la orilla occidental se acercará a cumplirse. Revierte por tanto directamente en el interés americano desafiar la expansión de la sharia en Irak. Si esto no se hace, la condena y eventual ejecución de Saddam Hussein no servirá para aproximar al pueblo de Irak a las libertades por las que tantos han luchado tan valientemente por garantizar.

Robert Spencer, director de Jihad Watch.