La liberación del hijo del Chapo es una gran derrota para México

México ha sufrido 13 años de un conflicto sangriento y doloroso que ha cobrado la vida de 200 000 personas y ha visto la desaparición de al menos 30 000 más. La guerra contra el narcotráfico ha dejado perplejos a los últimos dos presidentes: Felipe Calderón, quien imprudentemente inició la confrontación contra los poderosos carteles de la droga en México; y Enrique Peña Nieto, cuya administración, plagada de corrupción, empeoró el problema. El actual presidente, Andrés Manuel López Obrador, prometió una nueva estrategia: “Abrazos, no balazos”. Es una rendición unilateral del uso legítimo de la fuerza por parte del gobierno. A pesar de los niveles récord de violencia, López Obrador insiste en que no se seguirá la misma política de confrontación que tuvieron sus predecesores. “No queremos guerra”, ha dicho.

Alrededor de las 3:30 p.m., la violencia estalló en Culiacán, la capital del estado noroccidental de Sinaloa. Según los datos del gobierno, que fueron presentados horas después por el secretario de Seguridad federal, Alfonso Durazo, en un video mal realizado, un escuadrón de 30 soldados de la recién creada Guardia Nacional fue atacado mientras patrullaba la zona residencial de “Tres Ríos”. Cuando varios hombres dispararon al grupo desde un edificio cercano, las fuerzas armadas mexicanas les respondieron y tomaron el control del inmueble. En el interior, encontraron a cuatro presuntos delincuentes.

Uno de ellos fue identificado después como Ovidio Guzmán López, el hijo de 29 años del narcotraficante Joaquín “el Chapo” Guzmán, el poderoso líder del Cártel de Sinaloa que ahora cumple múltiples condenas de cadena perpetua en Colorado, Estados Unidos. Ovidio Guzmán fue acusado recientemente, junto con su hermano mayor Joaquín, de cargos por narcotráfico por parte de las autoridades estadounidenses. Aunque los detalles aún son confusos, los soldados mexicanos lo retuvieron. Alguien le tomó una foto, en la que mira arrogantemente a la cámara.

Quizá sabía lo que vendría.

En la versión inicial que dio el gobierno, al lugar pronto llegaron numerosas unidades criminales que “rodearon la vivienda con una fuerza mayor” a la del contingente más pequeño de las fuerzas armadas mexicanas. Cuando esto sucedió, Culiacán se convirtió en una zona de guerra. Las noticias de la captura de Guzmán no tardaron en llegar a otros miembros del Cártel de Sinaloa. Desde una caravana de vehículos, algunos de ellos equipados con armas de alto calibre, dispararon miles de veces contra las autoridades. Los miembros del Cártel bloquearon las carreteras al prenderle fuego a vehículos, con el fin de evitar que sacaran a Guzmán de la ciudad. Largas columnas de humo llenaron el cielo de Culiacán.

A medida que la lucha se intensificó, la gente buscó refugio. Los padres ordenaron a sus hijos, muchos de los cuales acababan de salir de la escuela, que salieran de los automóviles y se tiraran en la carretera. Los delincuentes establecieron posiciones de francotiradores en las calles, vigilando desde las esquinas a plena luz del día, lo cual obligó a civiles aterrorizados a huir por sus vidas. Al menos 30 reclusos huyeron de una cárcel local. “La situación llegó al pánico”, explicó Durazo.

Después de casi dos horas de caos, las noticias de la violencia en Sinaloa y del posible arresto de Guzmán se extendieron como pólvora en las redes sociales. La periodista Denise Maerker, quien conduce el principal noticiero televisivo del país, publicó la foto que tomaron las autoridades de Guzmán. “Esta es la foto de Ovidio Guzmán López, hijo de Joaquín Guzmán Loera, al ser presentado ante las autoridades ”, tuiteó. Otros medios comenzaron a publicar historias sobre la “aprensión” de Guzmán. El presidente López Obrador, que iba en camino a una visita previamente programada al estado de Oaxaca, se negó a compartir detalles de lo que había sucedido en Culiacán, pero dijo que su gabinete de seguridad pronto tendría algunas noticias. “Esperemos”, sonrió.

Sin embargo, sin que la gente lo supiera, López Obrador enfrentaba un dilema de proporciones históricas. Mal equipados para enfrentar la cruda violencia que había en la ciudad, y aparentemente bajo la amenaza directa de las milicias de sicarios que se habían movilizado para liberar a Guzmán, las fuerzas armadas y el Gobierno enfrentaron una cruda elección: podían tomar la decisión sin precedentes de ceder al chantaje terrorista del cártel y cumplir con sus exigencia de entregar a Guzmán, o encontrar una manera de mantener su captura.

En una decisión sorprendente, que tendrá consecuencias de largo alcance tanto para la extensa lucha de México contra el crimen organizado como para el gobierno mismo, López Obrador y su círculo cercano eligieron lo primero. “Con el propósito de salvaguardar el bien superior de la integridad y tranqilidad de la sociedad culiacanense”, dijo Durazo en el video, “los funcionarios del Gabinete de Seguridad acordamos suspender dichas acciones”.

Con el apoyo del presidente, las fuerzas armadas mexicanas dejaron ir a Guzmán.

El viernes, durante su conferencia de prensa diaria, López Obrador intentó justificar la decisión de liberarlo. “Se decidió proteger la vida de las personas y yo estuve de acuerdo con eso”, dijo. Insistió en que su enfoque hacia la creciente violencia y derramamiento de sangre de México dependerá de la persuasión. “La estrategia que se estaba aplicando anteriormente convirtió al país en un cementerio”, dijo. “Eso ya no lo queremos. Lo he dicho una y mil veces. Nada por la fuerza. Todo por la razón y el derecho”.

López Obrador puede intentar cambiar lo que sucedió todo lo que quiera, pero Culiacán ha sentado un precedente. Si Calderón y Peña Nieto se apoyaron únicamente en la fuerza pública, López Obrador ha optado por renunciar al poder legítimo del estado. El jueves, después de ser vencido y coaccionado por una organización criminal que asedió al país durante años, y convirtió a una de las ciudades más grandes de México en un campo de batalla, el gobierno mexicano se rindió. Los cárteles seguramente tomarán nota de ello.

León Krauze is an award-winning Mexican journalist, author and news anchor. He is currently the lead anchor at KMEX, Univision's station in Los Angeles.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *