La libertad de ABC

La vida en Extremadura a mediados de los ochenta no era la misma que la de la niñez de mi paisano Castelo unas décadas antes, pero el ABC seguía llegando al pueblo con la impuntualidad del tren de las tres de la tarde. Había otras opciones para leer, pero sólo dos relevantes; el «Hoy» de Badajoz, que tuve la dicha de dirigir hace trece años, y el ABC de Madrid, en el que acabo de cumplir mi primer mes como director. Aquel ABC de mis catorce o quince años, a cambio de cincuenta pesetas que apartaba de mi paga cada sábado y domingo, sirvió para abrirme los ojos al mundo. Ahí fuera pasaban cosas apasionantes y el periódico las descubría. De aquella manera nació la vocación. Yo, como según parece dijo Dan Rather, me hice periodista para satisfacer mi curiosidad; sólo por eso.

El ABC de hace 35 años sacaba mucho a Fernando Morán y escribía de la dictadura de Castro, pero también de la de Stroessner, en aquel periódico no cabían distinciones entre dictaduras buenas y malas. Tenía una impresionante sección de huecograbado, con ácidos fotocomentarios y un gran despliegue final de vida social, también muy gráfica. Carrascal no había regresado de Washington y las estrellas de Opinión eran Lorenzo Contreras, Campmany, que venía de la prensa del Movimiento, y Antonio Burgos, de la casa de toda la vida. Todavía no había llegado el momento de Ussía y de Jiménez Losantos. Contaba con unos sueltos de Opinión muy chispeantes en una sección llamada Zigzag firmada por Ovidio y las tribunas y Terceras también reservaban espacio para la intelectualidad de izquierda, como Porcel, Tusell, Fernán-Gómez, Camacho o Alberti.

El ABC de siempre ha hecho gala como ninguna otra cabecera de su liberalidad, sin que su amplitud de miras le produjera el más mínimo complejo. Y así debe ser para seguir siendo el ABC de siempre y por tanto el ABC de mañana. La otra noche, Antonio Burgos me señalaba unas palabras del mítico Luis Calvo, un ácrata de derechas ascendido a la condición de magnífico director: «El ABC debe parecerse al ABC». Un periódico, ABC, conforme a su historia e ideal fundacional, conservador en sus convicciones y liberal en su conducta y ejercicio. No atenerse a las convicciones resulta temerario, tanto como dejar de regirse por su liberalismo temperamental. Los periódicos viven unos tiempos complicados porque el miedo se ha instalado dentro de su psique, tienen demasiada inseguridad, temor a defraudar, a no cumplir con lo que se espera de ellos. Es una reacción defensiva, empobrecedora y triste. Los principios no te limitan, te impulsan. El periodismo y ABC se hacen grandes creciendo, con voluntad de expandirse, de llegar lejos, a más quioscos, a más pantallas, a más público, a más generaciones; el periodismo es avanzadilla, correr riesgos, abanderar causas, abrir caminos, ser decisivo. En definitiva, proyectarse, frente a quienes consideran que los principios funcionan como limitación, contención o censura, para disminuirte; como una especie de cofrecillo sagrado bajo siete llaves que apenas pueden interpretar unos cuantos elegidos o autodenominados guardianes de las esencias. Pura palabrería. ABC tiene que servir a las generaciones actuales y a las siguientes, para seguir siendo útil y relevante a los hijos y a los nietos de nuestros lectores. Un proyecto editorial que sabe de dónde viene, cuál es su sitio y a quién se debe, pero que no se detiene, que acompaña a los españoles en el cambio social.

La mejor presentación que se ha hecho nunca en esta casa la hizo Camba en 1913: «Mi nombre es Camba… Entrar en un periódico es para uno como entrar en el seno de una familia desconocida. Yo me encuentro muy cohibido al principio… Estoy en la situación del hombre tímido, que, recién, introducido en una casa, se queda sentado, con las rodillas juntitas y una cara muy estúpida, y se pone a hablar del tiempo». Camba, icono histórico de ABC, hizo las milicias en el anarquismo y en la prensa republicana, en una travesía similar a la que antes protagonizara la firma más importante de todos los tiempos, Azorín. ABC ha sabido siempre fichar con inteligencia. Ignacio Camacho, referencia indiscutible los últimos veinte años, pasó antes media vida profesional en periódicos de la competencia. Y el periodista español que más he admirado, Martín Ferrand, llegó a la Casa con 56 años y una biografía repleta de éxitos para encumbrarse como uno de los principales referentes del periódico durante más de tres lustros.

ABC siempre ha fichado porque en su esencia está atraer el talento a su causa, desde los tiempos del fundador, que puso a su galardón el nombre de Cavia, manifiestamente alejado de los postulados de Don Torcuato. Todos los mencionados, y muchos otros, hicieron ABC y sobre todo ABC les hizo a ellos, dándoles plataforma y protección. Pero hoy, para los signatarios de la limpieza de sangre, Martín Ferrand, Azorín o Camba podrían hasta resultar sospechosos. Absurdo. No se puede presumir de liberalidad respecto al pasado cuando se abjura de ella en el presente.

Seguiremos incorporando firmas variadas porque está en la naturaleza de ABC, por eso aquí guardan plaza Isabel San Sebastián, Girauta, Sostres, Albiac, Hughes, Cuartango, Prada, Belmonte o Herrera. Lo que nunca ha sido incompatible con la promoción de la cantera y los nombres de la Casa. En 1992 realicé unas prácticas fugaces en la Redacción de Madrid, gracias a Vera, que estaba al frente de las delegaciones. Al lado quedaba Sentís, llevando Nacional, muchos años después nos hicimos amigos. Al igual que me pasó con Rodrigo Gutiérrez, que vigilaba la noche y daba un respeto apabullante desde su vozarrón y sus dos metros de altura. Muchos de ellos salieron del periódico; es ley de vida. Cuando un proyecto es realmente importante y vital supera a las personas concretas, a los autores, a los directores, a los columnistas, a los editores, a todos. El proyecto cobra una fuerza propia y superior. Sin embargo, el gobierno de la página editorial, las jefaturas de sección y la mesa de continuidad depende de hombres y mujeres que ya estaban aquí en 1992, más de treinta años trabajando en ABC, anónimamente muchos de ellos, sin las luces de feria del articulismo. Y hablando de articulismo, quédense con este nombre, Alberto García Reyes: desde la cantera de ABC Sevilla ya ha sentado plaza en el patio de columnas de la prensa española. Y otros que vendrán.

Con la fuerza de nuestra historia y la energía de nuestra cantera, con la contribución de las firmas nuevas y clásicas, con el apoyo de los lectores, seguiremos en la batalla de siempre. Con más opinión, con noticias, con apuestas, con más digitalización. Defendiendo la independencia judicial, la economía de mercado, la monarquía parlamentaria, la pluralidad informativa, la democracia liberal, el humanismo cristiano, la libertad educativa, la cultura occidental, la sociedad civil, el saneamiento de las cuentas públicas y el patriotismo según la definición de Felipe VI en su proclamación: «En España caben las distintas formas de sentirse español». Por eso Camacho y García Reyes vienen desde Andalucía, Ventoso desde Galicia, Girauta desde Barcelona, Belmonte desde Murcia o Hughes y yo mismo desde Valencia. Mi nombre no es Camba, pero como Camba he querido presentarme ante ustedes. Mi nombre es Quirós, el Consejo de Administración de Vocento me ha nombrado director de ABC con la misma responsabilidad y autonomía que me concedieron durante once años en «Las Provincias», con la misma responsabilidad y autonomía que tuvieron mis predecesores en ABC. Y pienso ejercerla con todas sus consecuencias. Empezamos.

Julián Quirós, director de ABC.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *