La liebre liberal frente a la tortuga europea

En 1992 el eurodiputado francés Maurice Duverger (La lièvre libéral et la tortue européenne) alertaba contra la hegemonía de una gran Alemania en Europa, reforzada por el librecambismo imperante, que provocaría explosiones sociales resucitando el fantasma del marxismo revolucionario. Solo el desarrollo de las instituciones comunitarias podría evitarlo, "todos son conscientes de ello, pero la liebre liberal va camino de adelantar a la tortuga europea".

Las predicciones catastrofistas de Duverger no se cumplieron, pero la UE sigue bailando al dictado de la música alemana, cuya hegemonía se ha acrecentado. Entonces, los líderes germanos veían en Europa la solución a los problemas alemanes. Hoy, ya no esconden su creencia de que para resolver la crisis el continente debe parecerse más a Alemania.

En dos décadas la tortuga europea progresó mucho, se amplió al Este, creó el euro y aprobó el Tratado de Lisboa. Y en el último año y medio ha acelerado el paso, logrando acuerdos inéditos para estándares europeos; rescate financiero, mecanismos de prevención de crisis, reforzamiento del PEC, reforma del Tratado, o el sistema de supervisión financiera, entre otros. Más sorprendente aún: el Pacto por el Euro, negociado en solo seis semanas. En ese escaso tiempo la liebre liberal ha amarrado un pacto intergubernamental que aborda la reforma de aspectos básicos de los Estados de bienestar, colocando a la eurozona en un rumbo fijo, disciplina fiscal, flexibilidad y liberalización de mercados, todo bajo un mantra: competitividad. Esta vez, la tortuga se transforma en liebre.

Sin duda el Pacto es importante en la prevención de crisis futuras y porque establece un pilar económico, hasta ahora inexistente, en la Unión Monetaria. Pero no es neutro, tiene ideología. Si muchas reformas estructurales se aceleran para competir en un mundo globalizado, en otras áreas Europa sigue siendo una tortuga. Así, aspectos como la armonización fiscal, un tesoro comunitario, eurobonos, una agencia de rating europea, apenas avanzan.

Además, el Pacto por el Euro no va a contribuir mucho a solucionar la grave crisis actual de la eurozona, que es esencialmente de deuda soberana y bancaria. Los dos rescates, a Grecia e Irlanda, no han funcionado. Las primas por riesgo de estos países siguen en niveles insostenibles y sus economías están estancadas. Mientras, Portugal negocia su rescate. Según varias estimaciones, para estabilizar sus niveles de endeudamiento al 60% del PIB en 20 años, Grecia e Irlanda necesitarán generar enormes superávits primarios, dedicando entre un quinto y un tercio de sus ingresos fiscales al servicio de la deuda. Esto es políticamente insostenible y socialmente inaceptable. Los mercados lo saben y ya están descontando una reestructuración inevitable, que debe ser decidida cuanto antes para reducir los costes.

Sin una reestructuración que alivie su situación, ¿de dónde surgirá el crecimiento en economías ahogadas en deuda, con altísimo desempleo, la confianza por los suelos y sometidas a una drástica austeridad fiscal? Las liebres liberales insisten en sus recetas de sanear cuentas y reformas estructurales. Es una cuestión de fe en los mercados, pero recobrar la confianza puede llevar una década. Entre tanto, quizás estemos condenando a una generación de europeos al estancamiento y desempleo. Hace días el director del FMI decía que una recuperación sin empleo no es óptima. Yo diría más, sin empleo no hay recuperación que valga ese nombre.

Una restructuración ordenada de la deuda griega pondría fin a la incertidumbre actual que castiga la inversión y el consumo, ayudando así a recuperar el crecimiento. El coste será alto, pero no tiene por qué conllevar contagio masivo, ni otra gran crisis bancaria. Los líderes europeos pueden reducir enormemente ese riesgo ofreciendo la máxima claridad en el proceso y total transparencia en los balances bancarios, algo que no todos han hecho.

En los países periféricos, la UE es crecientemente percibida como un ente que solo impone ajustes y recortes sociales. Mientras, la retórica nacionalista y electoralista en el norte, acusando a los países del sur de despilfarradores y holgazanes, alimenta las huestes ultraderechistas cada vez más xenófobas y antieuropeas, como se ha visto en Finlandia. El euroescepticismo alcanza niveles máximos.

Europa demanda un cambio de relato. La CE se fundó sobre valores de cooperación y solidaridad regional, que hay que rescatar. Sin duda hay que hacer reformas estructurales, pero los mal llamados PIGS necesitan de Europa algo más que supuestos rescates en términos comerciales y constantes exigencias de austeridad. Grecia e Irlanda requieren una restructuración urgente de su deuda y Portugal, un rescate mucho más favorable. Junto a esto, la UE debería ofrecer una estrategia alternativa de crecimiento, que profundice el mercado único, medidas de estímulo a la demanda en el norte y adelanto de fondos estructurales en las regiones atrasadas.

La integración europea es una historia escrita por líderes con visión, que asumieron riesgos, ¿acaso no fue así con las ampliaciones al Este o la introducción del euro? Hoy es uno de esos momentos críticos, que exigen decisiones de altura, para que, una vez más, la tortuga europea se adelante a la liebre liberal.

Por Manuel de la Rocha Vázquez, coordinador de economía internacional de la Fundación Alternativas.

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