La liquidación de la Chade

Todavía hay episodios de la época franquista que no hemos conocido de forma rigurosa hasta hace muy poco. Así, si bien sabemos como Francesc Cambó y Dannie Heineman organizaron el año 1920 la operación financiera que creó la Compañía Hispano Americana de Electricidad (Chade), pocos tenían conocimiento de la perversa maniobra que llevó a la liquidación de esta sociedad por el gobierno de Franco el año 1948. Esta decisión es difícil de entender si se tiene en cuenta que la Chade todavía era la tercera empresa del país por el volumen de sus negocios, la más importante inversión española en el extranjero y la que proporcionaba más divisas a la Hacienda. De todos modos, aunque la sociedad era jurídicamente española, la mayor parte de su capital –más del 80%– estaba en manos del holding internacional de la Sofina que dirigía Heineman. Y además desde el año 1936, a causa de la guerra civil española, los directivos de la compañía, temiendo que cualquiera de los dos contendientes intentaran intervenir la sociedad, habían traspasado todos sus bienes a una empresa argentina, la CADE, convirtiendo así la Chade en una sociedad de cartera sólo propietaria de acciones.

Durante la posguerra, inicialmente la Chade tenía tan buenas relaciones con el gobierno de Franco que avaló con sus divisas las compras de trigo argentino hechas por España entre 1942 y 1945. Pero las cosas cambiaron desde que Juan Antonio Suanzes fue nombrado ministro de Industria y Comercio en verano de 1945. Suanzes será un fiel aliado del millonario mallorquín Joan March en su lucha por hacerse con la Barcelona Traction (BT) –la Canadiense–, la principal empresa eléctrica de España, que también era propiedad de la Sofina. De esta manera, en la guerra entre March y Heineman por la BT, la Chade se convertirá en una víctima fácil. La perversidad de March era tan grande como su astucia, como lo mostró el hecho de que en octubre de 1946 hizo llegar a Suanzes, y también a Franco, un largo informe donde se acusaba la Sofina, la BT y la Chade de formar parte de una conjura internacional que quería acabar con el régimen franquista. Según este escrito, la Chade era una empresa controlada por agentes del judaísmo internacional (Heineman) y de la oligarquía catalana (Cambó y Ventosa) que pretendían resucitar la Lliga Catalana. El 12 de diciembre de 1946 –el mismo día que la asamblea de la ONU condenó al régimen de Franco– Suanzes pronunció un duro discurso en las Cortes donde repitió, de hecho, las acusaciones del escrito de March y presentó aquellas empresas como aliadas de los peores enemigos del régimen. El insólito discurso de Suanzes causó indignación e inquietud entre los consejeros españoles de la Chade, que enviaron una dura carta de protesta al ministro. De todos modos la maniobra sirvió para dividir la dirección de la compañía: los tres hermanos Urquijo (Estanislao, Luis y Juan Manuel) dimitieron al no querer verse implicados en aquel peligroso asunto; los consejeros más vinculados a las conspiraciones monárquicas (Joan Ventosa, Pablo Garnica y el duque de Alba) empezaron a temer represalias, mientras que los mayoritarios socios extranjeros, dirigidos por Heineman, consideraron que el discurso de Suanzes era una declaración de guerra a la compañía. El siguiente movimiento lo dio también Suanzes cuando el 17 julio de 1947 hizo aprobar un decreto ley de control para el gobierno de las sociedades de cartera que tenían sus bienes en el extranjero, y que estaba hecho a medida de la Chade. La respuesta de los socios mayoritarios de la compañía será inmediata: un mes desprendido, incumpliendo el decreto de Suanzes, decidieron traspasar todas las acciones de la Chade a una sociedad luxemburguesa, la Sodec, escapando así del control del gobierno de Franco. Ante este acto de rebeldía, Suanzes creó una comisión de investigación de la Chade que hará que todos los consejeros españoles se vean obligados a responder a dos amplísimos cuestionarios sobre las actividades de la compañía desde 1920: era la hora de ajustar cuentas. Esta guerra culminará poco después, cuando la Chade sea disuelta dos veces y por dos instancias diferentes. Primero, el 13 de agosto de 1948, el gobierno español decretó la disolución de la compañía “a efectos fiscales”, y unos meses después, el 21 de enero de 1949, los accionistas mayoritarios de la Chade, reunidos en Luxemburgo, votaron por unanimidad también disolverla. Es un caso realmente insólito, dos disoluciones de la misma sociedad y, además, las dos llenas de irregularidades jurídicas.

¿Por qué el gobierno de Franco se cargó esta joya de la corona que era la Chade? De hecho, más que ganancias económicas, esta decisión sólo causaba perjuicios a la Hacienda pública, dado que solamente controlaría al sector minoritario de la compañía, que representaba sólo un 16% del capital y, además, se acababa con la entrada de divisas que proporcionaba la Chade. Pienso que hay que buscar las causas de esta sorprendente decisión política tanto en la mentalidad cerrada, autárquica y ultraespañolista de Suanzes como en las ambiciones desmesuradas de March, y también en las ganas que tenían los dos de pasar factura a los viejos dirigentes de la Lliga. Desde entonces, Ventosa y Garnica pasaron a formar parte de la lista negra de hombres de negocios que el régimen franquista, con sus paranoias, consideraba antipatriotas. En cambio, Cambó se ahorró el disgusto de ver el triste final de la Chade, dado que había muerto en Buenos Aires el 30 de abril de 1947. De todos modos, la agitada vida de esta compañía en España y, sobre todo, los grandes escándalos de la CADE en Argentina, amargaron los últimos años de su existencia, algo que no recogen ni sus memorias, ni sus dietarios, ni las biografías de encargo. Cuando Cambó murió ya se había vendido la gran mayoría de las acciones de su querida compañía, sin duda pensando que aquella historia acabaría mal.

Borja de Riquer

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