La lógica de la tolerancia

Hace unas semanas, el filósofo francés Pascal Bruckner acusó a Ian Buruma y Timothy Garton Ash de propagar una forma de multiculturalismo que representa un apartheid legal. Su encarnizada polémica desató un debate internacional. Timothy Garton Ash, Necla Kelek y Paul Cliteur se incorporaron a la polémica.

El viejo Thomas Buckle, en su Civilization in England estaba convencido, y con razón, de que el progreso democrático, científico y tecnológico en Europa tuvo su origen en un importante cambio de la mentalidad británica a mediados del siglo XVII, cuando, incluso en las disquisiciones de los principales teólogos, la búsqueda de argumentos infalibles reemplazó a la fe infalible.

Este tipo de racionalidad, expuesta mucho antes de la Ilustración por Descartes y Leibniz, es, si seguimos a Buckle, no sólo la base de la ciencia sino también de la democracia en general.

Por supuesto, la esencia de esto es la idea de que la racionalidad es un método, no una convicción, y de que este método puede aplicarse a la naturaleza, al hombre y a la sociedad. E incluso a la religión. En palabras del propio Buckle: "La razón nos da conocimiento, mientras que la fe sólo nos da creencia, que es una parte del conocimiento y, por lo tanto, es inferior a él". Tal como entiende Buckle la historia, este paso del dogmatismo al racionalismo metódico fue el paso decisivo hacia la libertad política.

En el centro del debate entre Ian Buruma y Timothy Garton Ash, por una parte, y Pascal Bruckner y otros, por la otra, parece estar la cuestión de si la irracionalidad merece la misma cantidad de tolerancia que la racionalidad. Dicho en otras palabras: ¿es el enfoque racional un credo entre otros credos que no merece ni más ni menos tolerancia que los demás, sea cual sea la medida de irracionalidad y de fanatismo que puedan manifestar?

Esto -en mi opinión, un relativismo más bien bobo, representado en el debate por Ian Buruma y Timothy Garton Ash, entre otros- hace posible acusar a los que creen en la tolerancia y las libertades democráticas de Occidente de "fundamentalismo ilustrado".

Evidentemente, la idea es que la racionalidad occidental es un conjunto de dogmas que en nada se diferencia de otras perspectivas y reivindicaciones sobre el mundo.

Bajo el dudoso pretexto del multiculturalismo, se supone que estamos obligados a enfrentarnos a todos los dogmas, a todas las reivindicaciones autoritarias y morales posibles con el mismo respeto.

Por supuesto, esto es imposible, entre otras cosas porque el de "cultura" es un concepto sumamente confuso. En el centro mismo está la confusión entre dogma y racionalidad, entre las creencias infalibles y argumentos infalibles de Buckley.

Los credos religiosos y la racionalidad científica, que es la base de la democracia occidental, simplemente no están en competencia. No hay ningún enfoque cristiano o musulmán de la bioquímica, por ejemplo. Es obvio que las religiones no se basan en la observación empírica, la medición, la inferencia lógica y la deducción.

Pero más importante aún es que las reivindicaciones de todas las "culturas" no son compatibles. Por supuesto, los monoteístas, los ateos y los politeístas deberían ser capaces (en una situación ideal) de vivir pacíficamente unos junto a otros. Sin embargo, la sharia -ley musulmana ortodoxa por la que se rige la familia y que impone la pena capital para las relaciones homosexuales- y la democracia occidental y las modernas leyes de familia -que en los países más progresistas permiten las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo- son a todas luces incompatibles. No hay forma de resolver esta incompatibilidad sólo con una vaga referencia al multiculturalismo.

Existe una interpretación del concepto de tolerancia en la que el término pierde el significado y el concepto queda vacío. Eso ocurre cuando se aplica a todo de una manera indiscriminada. Afirmar que debemos tolerancia a todo y a todos tiene tan poco sentido como decir que todo aquello con lo que nos tropezamos es una ilusión. Según eso, sería un sinsentido hacer una distinción entre dinero auténtico y falso, entre alucinaciones y experiencia cotidiana.

Hay una lógica de la tolerancia, cuya formalización deberá abordar algún filósofo en el futuro. Para empezar, quiero sugerir dos axiomas más o menos obvios:

-La tolerancia de la intolerancia produce intolerancia.

-La intolerancia de la intolerancia produce tolerancia.

En otras palabras, en cuestiones de razón y libertad, las sociedades, al igual que los individuos, tienen que hacer una elección. No se puede tener todo al mismo tiempo. Esto vale tanto para los nativos como para los recién llegados.

Lars Gustafsson, poeta y novelista sueco. Traducción de Emma Fondevila.