La lógica del voto obligatorio

Gabriel Colomé, profesor de Ciencia Política de la UAB (EL PERIODICO, 30/04/03).

Las elecciones presidenciales argentinas han desvelado una de las variantes posibles del voto: el sufragio obligatorio. Todos los ciudadanos del país suramericano están obligados a ejercer el derecho de voto bajo pena de multa si no lo hacen. Visto desde nuestra perspectiva peninsular, con unos índices del 50% de abstención, la obligatoriedad de votar nos puede parecer casi dictatorial. Pero tiene una lógica muy arraigada, aunque sólo perviva hoy en día en menos de una decena de democracias parlamentarias.

El ejercicio del sufragio es un derecho conquistado de forma ardua y de manera radical contra aquellos que pensaban que el pueblo no tenía ninguna necesidad de expresarse a través del voto. La primera gran batalla fue la reivindicación one man, one vote (un hombre, un voto) que rompió el voto censitario, el voto de unos pocos. Después vino la consecución del sufragio universal, libre y directo. Ocurría en las postrimerías del siglo XIX. Recordar que la democracia parlamentaria y representativa sólo tiene unos cien años, no está de más.

En este contexto, algunas de las democracias parlamentarias más avanzadas, como la argentina o la uruguaya o la belga, consideraron que el derecho a voto también era un deber ciudadano: un acto cívico con la democracia. Nadie puede renunciar a no participar en la res publica, en la decisión de los asuntos públicos. Los ciudadanos, en esta lógica, tienen derechos pero también deberes, y el voto es un derecho y un deber.

Alguien podría cuestionar este sistema, ya que coarta su libertad de no votar, de abstenerse. Tiene una parte de razón, pero la respuesta sería que existe el voto en blanco y el voto nulo para expresar su desacuerdo.

Otra forma de crear esta complicidad entre el derecho y el deber del sufragio es inscribirse en el colegio electoral y obtener el carnet electoral para poder votar. Seguramente, el lector estará pensando en Estados Unidos como ejemplo y el alto porcentaje de no inscritos, pero no hace falta cruzar el Atlántico, sólo hace falta que cruce los Pirineos para ver este modelo aplicado por nuestros vecinos franceses. Después de la sorpresa de la primera vuelta presidencial del año pasado, muchos electores no inscritos no pudieron votar en la segunda vuelta por no haber sacado el carnet electoral. Lo que nunca dicen es cuántos no inscritos hay. Ahora que vamos a celebrar el 25 aniversario de la Constitución, cabe recordar que los padres fundadores optaron por el sistema menos complicado para unos futuros electores que salían de un túnel de 40 años sin elecciones. Descartaron la opción del voto obligatorio que existía en Bélgica e Italia --que lo eliminó con la reforma electoral de 1994--, ya que la obligatoriedad va unida a un nivel de cultura política democrática que no existía en aquel momento. Además, este tema electoral venía prefigurado por la ley para la reforma política previa a la Constitución. Esa ley influyó en el sistema electoral imperante hasta hoy en día.

EN SEGUNDO lugar, descartaron el registro electoral como en Francia. El argumento era que los índices de abstención podían elevarse por el tópico aplicable a la celtiberia de la época de informalidad de los ciudadanos. Optaron por que el censo electoral no fuera de registro ni obligatorio. De esta forma, los españoles pueden ejercer su derecho a voto y pueden no participar en el proceso electoral y abstenerse.

¿Es la abstención otra forma de participación? Depende de la perspectiva que se quiera aplicar. En sentido estricto, no. Demuestra el rechazo al propio sistema. Como se ha dicho, hay mecanismos para participar y mostrar el rechazo al sistema: el voto en blanco o el voto nulo. Además, el voto blanco es un voto válido que se contabiliza para el cómputo de las barreras mínimas requeridas para obtener escaño.

Las elecciones locales en Catalunya tuvieron en 1999 casi la mitad de abstención. Las elecciones autonómicas en aquel mismo año casi igual. ¿Ello significa que los ciudadanos no se sienten representados por los políticos, que son contrarios al sistema político? Seguramente el voto o el no voto es la traslación del malestar del tipo de política de bajo vuelo que estamos viviendo, pero la democracia es una utopía, una utopía que necesita que la ciudadanía construya día a día, con su voto también.