El denominado Estado Islámico (ISIS) sigue planteando un grave desafío no sólo a Medio Oriente, sino al mundo entero. Los esfuerzos de una coalición liderada por Estados Unidos debilitaron a la milicia, pero destruirla demostró ser difícil, y el grupo sigue alentando atentados en lugares remotos, de Bruselas a Bangladesh.
Para comprender cómo derrotar a ISIS de una vez por todas, primero debemos entender su estrategia. No nos equivoquemos: aun si los atentados internacionales relacionados con ISIS parecen aleatorios, la cruzada global del grupo tiene una lógica estratégica.
ISIS está luchando por su supervivencia. No tiene dinero ni personal para librar nada parecido a una guerra tradicional contra la coalición liderada por Estados Unidos y sus aliados locales (al menos, no por mucho tiempo). Lo que sí tiene es un mensaje que encuentra oídos propicios en ciertos grupos de personas (por lo general, varones jóvenes marginados, desencantados y atormentados) en una amplia variedad de países, en Medio Oriente, Europa y otras partes. Y aprendió muy bien a aprovechar esas fuentes de mano de obra.
Los voceros de la milicia han llamado una y otra vez a seguidores y simpatizantes de todo el mundo a golpear a sus enemigos, sobre todo en Occidente. Inspirar a lobos solitarios y militantes o células locales cerradas infiltrados en los países de origen, para que realicen atentados en lugares distantes e impredecibles, es el último recurso de la parte débil en los conflictos asimétricos. Permite a ISIS cosechar todos los beneficios del ataque sin sufrir ninguno de los costos.
Los beneficios son sustanciales: los atentados distraen la atención de las pérdidas de ISIS en Siria e Irak, e incluso pueden hacer que parezca que el grupo está volviéndose más fuerte. Esto no sólo mejora la capacidad de ISIS para reclutar e inspirar a más terroristas; también penetra en las mentes de los ciudadanos en los países de la coalición. ISIS espera que conforme en esos países (sobre todo en Europa) se acumulen los costos humanos y económicos de combatirlo, la opinión pública comience a oponerse a las acciones militares de la coalición en Irak y Siria.
A medida que crezca la presión sobre ISIS (particularmente en Mosul, la segunda ciudad de Irak, y Raqqa, la ciudad siria convertida en capital de facto del autoproclamado califato) sus llamados al ataque se harán más intensos. Y como no faltan personas dispuestas a oírlos (de San Bernardino a Niza), los resultados pueden ser devastadores.
Pero ISIS no depende sólo de la inspiración; también se ocupa de reclutar en casi todas partes (incluidos Túnez, Marruecos, Libia, Jordania, Turquía, Francia, Bélgica y Gran Bretaña) combatientes hábiles a los que envía a ejecutar acciones espectaculares, como las realizadas en Estambul, Bruselas y París. Informes creíbles señalan que incluso estableció una rama externa a cargo de tramar operaciones terroristas en el extranjero.
Si Mosul y Raqqa caen el año entrante (tal como parece probable), miles de combatientes de ISIS sobrevivientes regresarán a sus países de origen, donde es probable que sigan librando su guerra con atentados terroristas. De modo que el año entrante será al menos tan sangriento como el anterior.
¿Dónde descargará ISIS el peso de sus ataques desesperados? Estados Unidos encabeza la lista de sus enemigos; pero enviar allí combatientes desde Medio Oriente es un desafío logístico, y en las filas de ISIS sólo hay unos cien estadounidenses, de modo que en este país, la táctica principal será la inspiración de atentados.
Los países europeos y musulmanes son blancos mucho más convenientes, y no sólo por motivos geográficos. El lugar de origen de la mayoría de los combatientes de ISIS es el mundo árabe, y también se le unieron 4000 europeos, entre hombres y mujeres.
De los países de Europa, el más vulnerable es Francia, que asumió un papel de liderazgo en la lucha contra ISIS. Ya sufrió más bajas que todos sus vecinos juntos: 235 personas asesinadas en los últimos 18 meses.
Una de las razones es que un amplio sector de la comunidad musulmana en Francia se siente excluido y alienado, lo que facilita a ISIS la labor de reclutamiento. Unos 1200 franceses se han unido al grupo como combatientes (el contingente occidental más grande de la milicia). Si a esto se le suman las serias falencias en los sistemas de seguridad interna de Francia, el potencial de futuros atentados parece alto.
Pero por mucho que ISIS quiera dañar a Occidente, su objetivo principal seguirá siendo Medio Oriente, especialmente los regímenes shiitas de Irak y Siria, junto con su aliado iraní, ya que el intento de ISIS de crear un califato lo obliga a controlar territorio. Debe diferir la lucha contra Estados Unidos, Europa e incluso Israel hasta que pueda construir un estado islámico sunita en el corazón de Arabia.
De modo que es fundamental que la amenaza a la seguridad que suponen los atentados terroristas no lleve (particularmente a los líderes occidentales) a dejar en segundo plano la necesidad de desmantelar el pseudoestado de ISIS en Irak y Siria. Pero incluso logrado eso, ISIS seguirá usando su ideología como arma para atraer combatientes que se lancen a una guerra de guerrillas en Irak y Siria, y a actividades terroristas en el resto del mundo.
Por eso también es necesario cortarle a ISIS el oxígeno social e ideológico que nutrió su espectacular ascenso. Esto implica resolver la fractura política en Medio Oriente, tanto en sus causas (por ejemplo, la rivalidad geoestratégica entre la Arabia Saudita de gobierno sunita y el Irán shiita) como en sus síntomas (entre ellos las guerras civiles que hoy se extienden por todo el corazón del territorio árabe). Sólo entonces el mundo árabe‑islámico y la comunidad internacional podrán derrotar a ISIS y otros grupos similares.
Fawaz A. Gerges, Professor of International Relations at the London School of Economics and Political Science, is the author of ISIS: A History. Traducción: Esteban Flamini.