La mala educación

Por Gonzalo León es vicerrector de Investigación de la Universidad Politécnica de Madrid (EL PAÍS, 16/01/06):

NO se preocupen, que no me refiero a los comportamientos que asoman a diario a los medios de comunicación. O, por el contrario, casi mejor que nos preocupemos, porque la situación del sistema educativo español es, cuando menos, preocupante. Y quizá deba calificarse, como el título, de una mala educación. Permítanme una licencia para distender el tono del artículo.

Cuentan los clásicos que un rey acudió a la escuela de un sabio griego a consultarle cuán alto sería el precio de la formación de su hijo. La suma reclamada por el sabio debió de ser elevada, por lo que el rey le contestó que con ese dinero podría hasta comprarse un esclavo. A lo que el sabio griego le replicó, de forma inmediata pero implacable, que, de destinar el peculio a la compra del esclavo y no a la formación de su hijo, acabaría por tener dos esclavos, pues esa sería también la condición final de su hijo. Más precisamente, concluyó el sabio, el hijo acabaría siendo esclavo, pero no tanto del padre como de la ignorancia.

Prueba que, como en tantos otros ámbitos, en éste tampoco hay nada nuevo bajo el sol y que los males que nos acechan son inherentes a la historia misma de la Humanidad, ésta parece ser la situación hacia la que se abocan las próximas generaciones de españoles.

Díganme ustedes qué otra interpretación cabe ante alguna de las conclusiones contenidas en el informe Educación y formación 2010, elaborado por la Comisión Europea con una clara voluntad de mejora de los sistemas educativos de los estados miembros de la Unión y, muy especialmente, de superación de las carencias de cada uno de ellos.

Entre otras conclusiones, resulta de este documento que, para mayor inri de todos nosotros, la inversión pública española en educación se encuentra muy por debajo de la media europea, a saber: los españoles venimos invirtiendo desde el año 2002 un 4,4 por ciento de nuestro producto interior bruto, cuando la media europea se cifra en el 5,22 por ciento sobre la misma magnitud. Algunos pensarán que podríamos estar incluso peor. Cierto es, pero hasta en esto cada vez nos va a resultar más difícil empeorar, pues, por detrás de España, ya sólo quedan Malta y Portugal.

La importancia de la educación para un país merece mayor y mejor atención, pues constituye, junto con la justicia, uno de los pilares fundamentales del Estado de Derecho. Y al referirme a la educación, no le atribuyo un contenido exclusivamente académico o científico, sino también formativo de la persona. El desarrollo del individuo sólo puede entenderse como resultado de una formación integral, participado por la familia junto con las instituciones educativas en sus distintos niveles.

Sólo así nuestros hijos serán individuos con capacidad de juicio y opinión propias. Sólo así nuestros hijos podrán disentir de los demás y, por qué no, del pensamiento mayoritario y, en todo caso, cuando participen del mismo será consecuencia de un acto de libertad y soberanía derivado del conocimiento adquirido. No descarten que ésta fuera una de las vías para construir en un sistema social basado en la integración que parece estar en la mente de todos. Es más, quizá aquí se encuentre la raíz del tan buscado modelo social europeo.

Piénsenlo, pues, no faltan quienes, también desde estas mismas páginas (Mahathir Bin Mohamad: El renacimiento abandonado del Islam, ABC, 26.11.2005), atribuyen el problema de los fundamentalismos religiosos a su cerrazón ante el aprendizaje y el conocimiento científico, que los aísla en sí mismos y obliga a rechazar lo desconocido, sin parar a pensar que ellos pueden ser la causa última de ese desconocimiento que aborrecen.

Ahora bien, Europa tampoco se encuentra exenta de riesgos. Son muchos los que entienden que una de las causas del reciente conflicto social francés es la falta de integración social de los inmigrantes, debida a su vez a las carencias del sistema educativo francés. La consecuencia es el creciente fracaso y abandono escolar previo a la finalización de la enseñanza secundaria.

Abandono escolar que, en el caso español, crece a pasos agigantados y se aleja del objetivo europeo de un 85 por ciento de población con enseñanza secundaria acabada, circunstancia que obliga a los jóvenes españoles al desempeño de tareas de escasa cualificación con las que ocupar su tiempo. Son los llamados mileuristas, cuya preocupación sólo alcanza al cobro mensual de esta cantidad.

Sin embargo, la tramitación de la Ley Orgánica de Educación (LOE) nos ofrece una oportunidad sin parangón para analizar y poner remedio a nuestros males. No sé si ésta será la última oportunidad, pero seguro que de, no aprovecharla, no habrá muchas más. De lo que no cabe duda es que cada vez estamos más y más lejos de los objetivos fijados para España en el Programa Educación y formación 2010 de la Comisión Europea. Se me hace difícil alcanzar a comprender la falta de entendimiento entre la clase política en cuanto a un pacto educativo de larga duración, basado en el compromiso y motivación de padres, instituciones, educadores y educados. Sólo así conseguiremos un sistema educativo de éxito. Nuestro futuro como país y el de nuestros hijos como personas están en juego. Pocas materias lo merecen tanto como ésta.

Por lo demás, sólo les pido que tengan presente la enseñanza del sabio griego. No obstante, por si sirve de algo, y con su permiso, yo me voy a estudiar