La maldición del centro

Hace exactamente cuatro años, Rajoy renunció a presentarse a la investidura, con 123 escaños, porque no reunía los apoyos necesarios. El ex presidente sostenía que la fragmentación sobrevenida a nuestro sistema de partidos forzaba a una reafirmación de las fuerzas mayoritarias en su posición convergente. La indignación provocada por la crisis financiera acentuó y permitió justificar una crítica y apuntalar una tendencia: los partidos centrales del sistema sufrían en Europa una triple dolencia que afectaba a la organización, a su potencial movilizador y su capacidad de fijar lealtades.

Su desgaste se explicaba en virtud de su aproximación –o apareamiento– en torno al consenso de centro y creciente burocratismo. Los años 90 avanzaron cierta fatiga de los partidos conservadores y socialdemócratas: se parecían demasiado. Mariano Rajoy entendía que eso no era malo; Pedro Sánchez, amenazado por el emergente Pablo Iglesias, de desmarcó de la oferta y huyó de la convergencia de centros. Cuando en 2016 Albert Rivera se avino a apoyar un Gobierno del PP, Rajoy aseguraba que sin un experimento parecido a una gran coalición, España no saldría del bloqueo. La noción de bloqueo comenzó a utilizarse ese año. Hubo Gobierno, Rajoy sacó adelante una gran coalición parcial y temática durante el tiempo que estuvo vigente en Cataluña el artículo 155, Sánchez sacó adelante una moción con el apoyo de los separatistas, convocó después unas elecciones, pretendió la abstención de todos y volvimos a votar ayer. En abril, Sánchez tuvo a tiro –por número, no por voluntad propia y ajena– una amplia coalición junto con Cs y nadie exploró la vía. El presidente en funciones prefirió elecciones y convertirlas en un referéndum sobre su Presidencia que su partido ha ganado y él ha perdido.

La maldición del centroHoy, los partidos del consenso de centro suman menos diputados que en abril y el partido de centro se ha desplomado. Cs ha sufrido la maldición del centro con alguna particularidad: le aqueja el mal de sin renunciar al centro pretender liderar el centro derecha. Es decir, puso en marcha la operación de refundación del espacio ideológico justo 30 años después de que la emprendiera, ejecutara y consumara José María Aznar. El centro derecha se reconstruye desde el centro.

Durante su fase de crecimiento, Cs se ha debatido entre erigirse en centro incluido o centro incluyente. Las nociones son del filósofo italiano Norberto Bobbio. El tercero incluido "busca un espacio entre dos opuestos", se mete en medio y no elimina esos opuestos sino que los aleja, de modo que se muestra como alternativa a la gran coalición. O sea, se erige en partido no necesariamente bisagra sino competitivo en el espacio más débil en cada momento. Los opuestos no se tocan y el centro-centro constituye una posición nueva. Por el contrario, el tercero incluyente pretende trascender los opuestos y englobarlos en una síntesis. El tercero incluyente anula la incompatibilidad porque atrae a las dos fuerzas con las que se muestra compatible. El centro bisagra construye un espacio común. Para Rivera, la pieza que alteró este estado de cosas o aspiración fue Sánchez, que al aceptar los votos separatistas para ser presidente bloqueó la inclusión. En definitiva, el centro incluido es una praxis, el centro incluyente es una doctrina que está presente en la sociedad pero puede diluirse como formación.

El derrumbe del centro coincide con la consolidación y auge de la derecha radical que representa Vox, que ya es primer partido en alguna circunscripción y ha crecido significativamente en Andalucía, allí donde primero permitió un gobierno de coalición entre PP y Cs permaneciendo en la oposición colaborativa. El crecimiento de Vox condiciona severamente a partir de ahora el proceso de reconstrucción de todo el centro derecha en torno a ese marco mental que puso en circulación el PP: España suma. Entre enero y abril de 2019, el PP se debatía entre la reconstitución, reconstrucción y refundación. Evitó in extremis la refundación, pero los resultados de Cs apuntan a la reconstrucción del espacio que ambas formaciones representan.

En 1978, el I Congreso de UCD concluyó que "el centro no es tierra de nadie, ni de la derecha camuflada ni de la izquierda vergonzante", sino una posición contra planteamientos estériles. La encrucijada en la que se encuentra el centro derecha es dar con la tecla de lo que supone y significa en este endiablado contexto la responsabilidad. Las elecciones de ayer han complicado un poco más las cosas. Sánchez convocó elecciones convencido de devorar a Rivera después de haberse merendado a Iglesias. Rivera ha caído –y probablemente a medio plazo con él su partido, muy ligado a su liderazgo– pero a Iglesias sólo lo ha magullado. De modo que Sánchez sigue atrapado en su laberinto de la moción.

El presidente en funciones ha agotado el comodín de las elecciones y sus ungüentos, artificios, manejos y argucias: u ofrece gran coalición al PP o reedita la mayoría de la moción. Lo primero no lo va a hacer porque el PP va a explorar la solución sin Sánchez. Lo segundo lo aboca a una legislatura corta armada en torno en una penúltima contradicción. Sánchez ha perdido la poca fuerza que tenía para solicitar una abstención graciosa y gratuita de quien se avenga. Sánchez dijo durante la sesión de investidura fallida que derogaría "los aspectos más lesivos" de la reforma laboral; en campaña prometió derogarla entera. Sánchez vuelve a su principio.

El bloqueo se produce en un organismo, sistema o estructura cuando se produce un desajuste de sus piezas o una se desencaja. La crisis sistémica la provoca una fractura que afecta al funcionamiento de varios de sus órganos. Si verdaderamente estamos en un escenario de bloqueo y no de crisis, basta con la sustitución de una sola pieza. El PP, que recupera la etiqueta de partido responsable se mostrará dispuesto a ejercer de tal cobrándose una pieza a priori imposible, la de Sánchez, creador del noesno que ahora se vuelve contra él. Los resultados de ayer estrechan el margen de Sánchez y permiten a Casado ganar tiempo para acometer la tarea de la reconstrucción.

Para Sánchez, las elecciones han sido inútiles y refuerzan la posición de Iglesias, que en su mengua, crece. En definitiva, Europa espera Gobierno y España, con Sánchez, a corto plazo, elecciones; porque no hace tanto, cuando la primera indignación, Sánchez consideró que estaba muy mal visto que centro izquierda y centro derecha se pareciesen. Ahora, en tiempos de segunda indignación, o en el momento en que el enfado ha cambiado de bando y se manifiestan con menos pudor las luchas culturales, el centro-centro se desvanece. Lo que queda por dilucidar es si el momento gran coalición ha caducado definitivamente. Lo que se dilucidó ayer es que Sánchez tiene un techo, que comenzó a construir el mismo día que cimentó su noesnoísmo. Sánchez, dubitativo, regresa a Sánchez y su "ahora sí", a aquel Comité Federal de diciembre de 2015 en el que solicitó a su partido formar Gobierno con Podemos y separatistas y su particular aquelarre progresista-independentista. Sánchez desperdició su comodín electoral e inicia su cuenta atrás.

Javier Redondo es escritor y profesor de Política y Gobierno de la Universidad Francisco de Vitoria.

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