La maniobra laboral de Macron

A finales de agosto, el presidente francés, Emmanuel Macron, dio a conocer la reforma del mercado laboral que puede llevar a su presidencia al éxito o al fracaso – y es muy posible que pueda determinar el futuro de la eurozona. Su objetivo es derribar la porfiada tasa de desempleo de Francia para que se establezca un poco por debajo del 10%, y energizar una economía que necesita urgentemente un fuerte puntapié inicial.

La reforma laboral ha estado por largo tiempo en la agenda de Francia. Prácticamente cada uno de los gobiernos franceses en tiempos recientes ha tratado de reescribir el gigantesco código laboral del país; pero, han fracasado en su mayoría en sus intentos debido a las confrontaciones con las protestas sindicales. Macron no anda con rodeos acerca de lo que está enfrentando: lo ha descrito como una revolución copernicana. Sin embargo, esta vez puede que los resultados sean distintos. A pesar de que el segundo sindicato más grande del país ha convocado una huelga general, hay indicios de que Macron tendrá el apoyo político que necesita.

Las reformas de Macron pretenden aumentar lo que se llama eufemísticamente la flexibilidad del mercado laboral. Las reformas propuestas facilitarían a las empresas el despido de los trabajadores, descentralizarían las negociaciones entre empleadores y trabajadores de las pequeñas empresas (eliminando los acuerdos sectoriales) e introducirían un límite máximo a la indemnización por despido injustificado, lo que aliviaría la imprevisibilidad de los daños y perjuicios asignados mediante procesos de arbitraje. Además, las reformas eliminan un requisito que vincula los despidos masivos en grandes empresas a la rentabilidad global de dichas empresas; después de las reformas las empresas podrán despedir a los trabajadores únicamente sobre la base de rentabilidad interna.

La lógica detrás de las reformas del mercado laboral de Macron es la misma que durante las últimas tres décadas ha promovido la agenda de reformas estructurales de economistas formuladores de políticas y de instituciones internacionales que van desde el Fondo Monetario Internacional hasta la OCDE. Una mayor flexibilidad, según este punto de vista, permitirá a las empresas francesas adaptarse más eficazmente a las cambiantes condiciones del mercado, lo que a su vez las hará más competitivas y dinámicas, brindando impulso a la economía francesa.

La idea de que hacer que sea más fácil despedir a los trabajadores reducirá, en lugar de aumentar, el desempleo no es tan loco como pudiese sonar. Si los costos de despedir a los trabajadores son prohibitivamente altos, las empresas puede que no contraten trabajadores adicionales durante una recuperación del mercado, por temor a no poder reducir sus costos laborales durante el descenso futuro de dicho mercado. Los costos de despido son costos de contratación, como dicen los economistas. Si usted reduce los costos de despido, usted también reduce los costos de contratación.

Si una reducción en los costos de despido aumenta o no el empleo depende del equilibrio de esos dos factores compensatorios. El resultado depende de si las empresas están más limitadas ya sea por los costos de contratación o por los costos de despido.

En los buenos tiempos, cuando las empresas quieren expandirse, son los costos de contratación los que mandan, y por lo tanto, hacer que sea más fácil despedir a los trabajadores eliminará un impedimento clave para la inversión y la expansión de la capacidad. En tiempos más pesimistas, la reducción de los costos de despido conducirá simplemente a más despidos. Cuál de estos factores prevalece depende del estado de la demanda agregada y de los “espíritus animales” de los empleadores.

Esta ambigüedad explica por qué ha resultado difícil establecer una clara relación empírica entre la protección del empleo y el desempeño del mercado laboral, a pesar del entusiasmo de muchos economistas y legisladores por las reformas que mejoran la flexibilidad. Existen pruebas considerables de que cuando se tienen leyes fuertes de protección del empleo se reduce la rotación de puestos de trabajo – es decir, se reduce la cantidad de nuevas contrataciones y despidos. Sin embargo, cuando se trata de los niveles generales de empleo y desempleo, “no se llega aún a una decisión de consenso”, como muestra una encuesta reciente. Los datos comparativos nos brindan muy poca seguridad sobre que las reformas francesas vayan a producir un impulso al nivel de empleo.

Se cree que Francia tiene leyes laborales particularmente engorrosas. No obstante, muchas de las economías con las que compite tienen protecciones del mercado laboral que son similarmente fuertes. De hecho, según los indicadores de protección del empleo de la OCDE, los trabajadores alemanes y holandeses con contratos permanentes gozan de una seguridad aún mayor que la de los trabajadores franceses. (En el aspecto que el sistema francés parece especialmente restrictivo es con respecto a los contratos temporales).

Según algunas estimaciones, Francia se situaba en segundo lugar sólo detrás de Alemania en términos de desregulación del mercado laboral antes de la crisis financiera mundial. Sin embargo, los niveles de desempleo en Alemania y los Países Bajos son una fracción de los que prevalecen en Francia.

La diferencia real entre estas economías es que Alemania y los Países Bajos, a diferencia de Francia, tienen grandes superávits en cuenta corriente. Esto significa que sus economías reciben un gran impulso de la demanda externa. Francia, por el contrario, tiene un déficit pequeño de cuenta corriente.

¿Pueden las reformas que aumentan la flexibilidad del mercado laboral brindar a la industria francesa un similar impulso al alza? La respuesta es quizás. Pero, eso requerirá un fuerte aumento en los espíritus animales de los industriales franceses. La psicología, al fin y al cabo, puede desempeñar un papel más importante que los detalles de las propias reformas.

En una discusión tan tecnocrática, es fácil olvidar que lo que los economistas llaman “rigideces del mercado laboral” son, de hecho, un componente crucial de la negociación social en las economías capitalistas avanzadas. Estas rigideces proporcionan seguridad de ingresos y empleo a los trabajadores cuyas vidas podrían estar sujetas a trastornos tumultuosos. Y, como observa el economista italiano Giuseppe Bertola, pueden ser eficientes incluso desde una perspectiva estrictamente económica, porque facilitan que se suavicen los picos en los ingresos laborales.

El séquito que rodea a Macron ha estado sabiamente expresando a cualquiera que los escuche, que no se debe esperar demasiado del nuevo código laboral. La economía de las reformas sugiere que es poco probable que dichas reformas marque una gran diferencia por su cuenta. El problema es que Macron tiene muy pocas flechas en su aljaba cuando se trata de incrementar el crecimiento económico francés. En términos de política macroeconómica, sus manos están atadas en la eurozona, y hay pocas perspectivas de que Alemania ayude a impulsar su inversión y gasto. Por lo tanto, sin importar si le gusta o no a Macron, es probable que su presidencia sea juzgada según las repercusiones económicas y políticas de sus reformas laborales.

Dani Rodrik is Professor of International Political Economy at Harvard University’s John F. Kennedy School of Government. He is the author of The Globalization Paradox: Democracy and the Future of the World Economy and Economics Rules: The Rights and Wrongs of the Dismal Science. His newest book Straight Talk on Trade: Ideas for a Sane World Economy will be published in Fall 2017. Traducción del inglés: Rocío L. Barrientos.

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