La marcha de Ariel Sharon

Por Abraham B. Yehoshua, escritor israelí, inspirador del movimiento Paz Ahora (LA VANGUARDIA, 18/01/06):

La repentina hemorragia cerebral que ha sufrido el primer ministro Ariel Sharon concluye una carrera política en su punto cumbre y en ello hay algo casi shakespeariano; además, el tipo de dolencia que sufre parece una metáfora política. Si Ariel Sharon hubiese sufrido el infarto cerebral hace ocho meses, es decir, antes de llevar a cabo la evacuación de los asentamientos de la franja de Gaza y antes de su marcha del partido derechista Likud y de crear un nuevo partido de centro para proseguir algún proceso de paz, está claro que su retirada de la escena política no hubiera tenido tanto eco. Sin duda, habría despertado profundos sentimientos de pesar entre sus seguidores y compañeros de partido y del ejército, y tal vez también entre los sectores derechistas dentro del país, pero en absoluto hubiera gozado de esa aureola de gloria que existe ahora en la sociedad. El sector pacifista, que le consideraba uno de los grandes ejecutores de la política de asentamientos y un enemigo declarado y opuesto a cualquier posibilidad de reconciliación con los palestinos, obviamente no habría lamentado su salida del ruedo político. Sin embargo, el giro tremendo que dio el último año, sobre todo su demostrada capacidad para desmantelar los asentamientos, a los que tanto se había dedicado a lo largo de su vida, lo convirtieron últimamente en un líder bien visto por el bloque pacifista, y por ello existe el temor de que los que le sigan no sean capaces de continuar con la desmantelación de más colonias judías, que son el principal obstáculo para llegar a un acuerdo en Oriente Medio (mucho mayor que el terrorismo palestino). La marcha de Sharon del Likud y la creación del partido de centro Kadima son de gran importancia. En cierta manera, se parece al partido que creó De Gaulle durante la crisis de Argelia en Francia a finales de los años 50. Con ello no sólo se obtuvo en el Parlamento un apoyo político masivo a la descolonización de Argelia, sino que además supuso un cambio de Constitución que logró reducir la inestabilidad crónica que había caracterizado a los gobiernos de Francia en la década de los 50. En cierto sentido el partido Kadima está destinado a ser un partido similar al de De Gaulle, y la gran ventaja que le dan las últimas encuestas para las próximas elecciones de marzo, y ello pese al grave estado de Sharon, hace que aún haya esperanzas de que, junto con los partidos de izquierda, pueda desempeñar un papel crucial no sólo para lograr un acuerdo con los palestinos, sino también para realizar algunos cambios legislativos importantes en el sistema político israelí. El desmembramiento del gran partido de derechas israelí, el Likud, que durante los últimos años se había mostrado tan seguro y arrogante a la hora de aplicar su política de halcón y su política antisocial, también es un logro importante de Ariel Sharon, que hizo lo que parecía imposible. Pero la gran diferencia entre lo ocurrido en Francia hace cuarenta y cinco años y lo que está ocurriendo ahora en Israel es que el programa político en cuestión se tiene que realizar sin su líder y creador. Y aquí quiero hacer una aclaración necesaria: cuando establezco el paralelismo entre Sharon y De Gaulle es únicamente para explicar el parecido de la situación histórica, pero de ninguna manera los estoy comparando, ni desde un punto de vista ético ni desde luego considerando el gran talento y espíritu de De Gaulle. Sharon es un experto militar convertido en un astuto político con carisma de líder, que cometió numerosos y graves errores políticos y militares, siendo el mayor de ellos la guerra de Líbano en 1982. La pregunta que todos se hacen dentro y fuera de Israel es si hay posibilidad de que el programa político de Sharon se pueda llevar a cabo sin él. La respuesta es compleja, pero mi opinión es que sí, por lo que no soy pesimista con respecto a la continuación del proceso de paz con los palestinos. Ya he señalado que existe cierto simbolismo político en la dolencia actual del primer ministro y en el hecho de que en los últimos días se intente escudriñar el cerebro de Sharon para comprobar qué ocurre exactamente, dado que simboliza lo que se ha estado haciendo últimamente: durante los últimos meses, políticos y comentaristas han tratado de escudriñar desde el punto de vista político el cerebro del primer ministro, con el fin de saber qué se proponía hacer en la próxima legislatura, pues hasta ahora Sharon había hablado de forma vaga y contradictoria. Por una parte, afirmaba que no iba a emprender otra retirada unilateral, pero por la otra prometía que en la próxima legislatura se determinarían definitivamente las fronteras del Estado de Israel. ¿Pero cómo? ¿Y con quién?, ya que insistía en decir que no contaba con un partner en el lado palestino debido a la incapacidad de la Autoridad Nacional Palestina de desarmar a Hamas y la Yihad. Pero esa vaguedad opaca en sus planes políticos es la que cautivó a mucha gente, que ahora dice que votará a un partido que no sólo está diseñado por la personalidad de un único líder, sino que además nadie sabe con claridad qué se propone hacer. ¿Acaso ese fuerte liderazgo con planes difusos podrá continuar con sus herederos políticos o éstos deberán descubrir sus intenciones y con ello tal vez ahuyentarán a los votantes que habían sido cautivados precisamente por esa vaguedad? Sharon es considerado por muchos un hombre que lucharía hasta el final por la seguridad de Israel, si bien en su época Israel tuvo no pocos fracasos militares. Pero sus herederos políticos no cuentan con ese halo de firmeza ni tampoco nadie del resto de los partidos. Así pues, vuelve la pregunta: ¿tendrán continuidad los planes de Sharon sin Sharon? Yo creo que sí, pero con una condición: Estados Unidos y Europa deben implicarse más activamente en el conflicto entre Israel y los palestinos. El sustituto de Sharon, Ehud Olmert, recibe un partido grande y fuerte, está rodeado de personas preparadas y con experiencia. Tampoco tiene ahora que enfrentarse a nadie en unas primarias. Puede escoger él mismo la lista de candidatos a la Kneset para las próximas elecciones. Políticamente hablando, son unas condiciones de partida excelentes para un nuevo primer ministro. Pero hay dos problemas: no ha probado su capacidad de liderazgo y carece de la aureola que tenía Sharon. Sin embargo, la comunidad internacional puede subsanar esos problemas actuando más enérgicamente en favor de la retirada de los territorios y la evacuación de los asentamientos y utilizando la presión económica para que los palestinos de Gaza dejen inmediatamente de lanzar cohetes Kassam contra Israel. Si la comunidad internacional sabe que es vital que la marcha de Sharon no detenga el proceso de retirada israelí de los territorios, debe hacer ahora lo que no ha hecho durante todo este tiempo: abandonar la indiferencia y presionar más a israelíes y palestinos para que continúen por la vía de la desconexión. La mayoría de los israelíes y palestinos se lo agradecerían en el fondo de su corazón.