La memoria histórica y el síndrome de Korsakoff

Por Juan José López-Ibor, catedrático de Psiquiatría (ABC, 30/07/06):

SI toda memoria es historia, y toda historia es memoria, la redundancia sólo puede tener sentido si ambas palabras se utilizan para disfrazar la realidad por propia conveniencia o por la ilusión de aparentar. Esto es lo que sucedía en los tiempos de penuria de la posguerra, cuando los más sibaritas -es un decir- pedían «café-café» para acabar tomando achicoria, como todo el mundo. Esta redundancia es, además, la consecuencia de utilizar el concepto reduccionista, parcial, de la memoria. La memoria suele considerarse como la capacidad de captar, almacenar y evocar acontecimientos del pasado. El DRAE la define como «facultad psíquica, por medio de la cual se retiene y recuerda el pasado» (1ª acepción) o como «recuerdo que se hace, o aviso que se da de algo pasado» (3ª acepción). Ésta es la noción que utilizan fisiólogos y psicólogos en sus investigaciones de laboratorio, la cual, sacada de contexto, tiene el riesgo de llevarnos a un concepto ratomórfico de la naturaleza humana, como decía Arthur Koestler.

En el ser humano, en especial en el que trata de ser algo más que un cobaya de experimentos de laboratorio o sociológicos, la memoria tiene además otras dos características que son esenciales. Una es la capacidad de reconocer a los recuerdos como recuerdos, es decir, como acontecimientos que tuvieron lugar en el pasado. La otra es la de situarlos en una secuencia temporal, o por decirlo de otra manera, en su contexto biográfico o histórico. Hace algo más de cien años, el neuropsiquiatra ruso Sergei Sergeievich Korsakoff describió el síndrome que lleva su nombre en una serie de enfermos que habían consumido a lo largo de su vida grandes cantidades de alcohol, ese gran anestésico de la especie humana. El cuadro clínico consiste en un deterioro muy particular de la memoria, acompañado de otros síntomas. La amnesia afecta a los hechos recientes y a los remotos. También está disminuida la capacidad para aprender cosas nuevas, lo que da lugar a una desorientación en el tiempo. Así, el enfermo no puede recordar lo sucedido minutos antes. No recuerda haberse desayunado y pide con insistencia que le traigan el té y las tostadas, y cosas por el estilo. Además, fabula y dice reconocer a personas que no había visto antes. El cuadro se completa con un estado de ánimo eufórico e insulso, en absoluto empático, incapaz de la mínima resonancia en su interlocutor. El enfermo no es en absoluto consciente de su pérdida de memoria. Durante mucho tiempo se ha dicho que la característica del síndrome de Korsakoff era el rellenar las lagunas de la memoria con invenciones. Sin embargo, no es así; cuando se analiza bien a estos enfermos aparece claro que, más que fabular, lo que hacen es evocar recuerdos que no son capaces de situar en el pasado, y los confunden con las percepciones del presente.

Algo de esto se percibe en la «memoria histórica». Parece que se trata de evocar acontecimientos del pasado, y confundirlos y entremezclarlos con una realidad presente. Si esto es así, hay que deducir que la memoria de los que así proceden debe tener sus lagunas, que requiren ser rellenadas con hechos históricos. Sin embargo, no es probable que se recurra a esta solución si no se es consciente de la amnesia que se podría padecer. La memoria humana es la expresión, en el ámbito de lo temporal, de la conciencia reflexiva -que fue magistralmente definida por Romano Guardini como la capacidad específicamente humana de, una y otra vez, alzarse sobre la situación y considerarla y considerarse a sí mismo desde una nueva perspectiva. Todos los seres viven en un mundo, su mundo; sólo los seres humanos somos capaces de considerar y considerarnos en nuestro contexto. En el caso de la memoria, es el contexto biográfico e histórico. La memoria no concierne al pasado, tampoco la historia. En ellas se trata de todo el devenir: del pasado, del presente y del futuro. Las amnesias, como el Korsakoff, no son sólo la pérdida o distorsión del recuerdo de acontecimientos pasados. Son, además, amenazas para el presente y restricciones para el futuro. Por eso se ha dicho que el Korsakoff es un trastorno de la memorización. Olvidar no es el problema; de hecho, son más los acontecimientos que olvidamos que los que recordamos. Una de las funciones del sueño llamado REM -una de las fases del sueño- es olvidar: descartar acontecimientos que no valen la pena recordar. Durante el sueño REM, el cerebro consume más oxígeno, es decir, trabaja más, incluso más que durante la vigilia. Esto nos permite tener un cerebro más pequeño y eficaz que el de los delfines, que no tienen sueño REM. Esto explica que no recordamos una crónica del pasado, sino aquello que es importante en el contexto global de nuestra existencia. Cualquiera recuerda con detalle el día de su último examen, el de la jura de bandera, el del primer encuentro amoroso, o el primer trabajo. También el día en que murió Franco, o aquel en el que el Rey fue coronado. No recordamos, no porque seamos archiveros dados a las crónicas, sino porque todos esos acontecimientos han marcado nuestra vida personal y eran importantes para nuestro futuro. La vida no ha sido lo mismo antes o después de ellos. Es necesario recordar, es inevitable. Consolidamos la memoria y olvidamos hasta cuando soñamos. Esto es lo que hace de nosotros seres humanos, conscientes y reflexivos. Sin embargo, debemos estar atentos a la posibilidad de una amnesia, para evitarla, detectarla precozmente y frenar su progresión. El síndrome de Korsakoff, si no se controlan sus causas, termina en una demencia, en la destrucción de toda la vida psíquica, y no sólo de la memoria. Es la más inhumana condena para un individuo, y también para una nación.

Por lo tanto, es bueno recordar lo que importa, es bueno conocer la historia, eso sí, reconociendo los recuerdos como acontecimientos del pasado, colocándolos en su contexto temporal. Debemos de aprender de las inquietudes de Segismundo por saber si soñaba o no, y de los enfermos de Korsakoff. El riesgo de los que abusan del alcohol -y de las sociedades que tienden a autoanestesiarse durante períodos demasiado prolongados de tiempo- es perder su memoria y su historia. Y eso no se recupera por una disposición legal.