La memoria selectiva del PNV

Leí ayer en el periódico de mayor difusión en el País Vasco el siguiente titular: «Doce adoquines recordarán a los baracaldeses prisioneros de los nazis». Tras leer la totalidad de la noticia sobre esta encomiable iniciativa en recuerdo de las víctimas de uno de los peores regímenes totalitarios de la historia pensé, si han acordado esto en relación con las víctimas del nazismo, seguro que algo similar habrán hecho con las personas asesinadas por la banda terrorista ETA, no en Alemania, sino en su pueblo.

Marqué el número de teléfono del ayuntamiento de Baracaldo y pregunté a una amable telefonista si el ayuntamiento había adoptado, o tenía previsto adoptar, alguna iniciativa similar con respecto a las nueve personas asesinadas por ETA en las calles de su municipio. Inmediatamente resolvió mi duda, ni se había desarrollado iniciativa parecida ni tampoco estaba prevista.

El ayuntamiento de Baracaldo está gobernado, como muchísimos otros municipios del País Vasco, por el PNV. Una formación que, pese a presumir de ser democristiana en el pasado, nunca se ha caracterizado por su proximidad a las víctimas del terrorismo, más bien todo lo contrario. No es necesario abundar en las muchas acciones e inacciones de este partido gracias a las cuales el terrorismo nacionalista de ETA pudo campar a sus anchas por toda España durante cincuenta años. Una frase de su otrora presidente Arzallus, compendia con precisión su actitud: «No conozco ningún pueblo que haya alcanzado su liberación sin que unos arreen y otros discutan; unos sacudan el árbol, pero sin romperlo para que caigan las nueces, y otras las recojan para repartirlas».

Pues bien, los recogedores de nueces durante más de cuarenta años de democracia encuentran tiempo y sensibilidad para recordar a los represaliados del nazismo, que está muy bien, pero no para hacerlo con sus vecinos asesinados por ETA. Ser empáticos con quienes padecieron persecución y cárcel en Alemania hace ochenta años resulta muy loable, no obstante, tendría más mérito hacerlo con aquellos que hace bastantes menos años fueron asesinados en sus calles por, vuelvo a citar al expresidente del PNV, los «patriotas descarriados» de ETA.

Resulta inútil pedir sensibilidad al PNV para con las víctimas del terrorismo etarra. Harán gestos de vez en cuando, pondrán placas u organizarán algún homenaje, pero siempre serán impostados porque las víctimas del terrorismo les recuerdan sus peores fantasmas, resultan muy incómodas. Les recuerdan lo que pudieron hacer y no hicieron, lo que pudieron acompañar y no acompañaron, lo que pudieron combatir y no combatieron, lo que pudieron llorar y no lloraron, lo que pudieron evitar y no evitaron. Les hace recordar, y nos recuerda, que sin el PNV no habría existido ETA. Quizá por eso ahora toca sacar rápidamente a sus presos de las cárceles, por eso toca reescribir la historia, mentir en un relato en el que nadie es culpable del horror, matar estuvo mal, pero hubo razones para que algunos empuñaran las armas. Y lo harán como ellos quieran, impondrán su relato porque, al final, la historia la escriben los vencedores y, después tantísimo sufrimiento para otros, son ellos los que han ganado.

Carlos de Urquijo es director de proyectos de la Fundación Villacisneros.

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