La miel y la hiel

El 39º congreso del PSOE se celebró en un ambiente festivo y en apariencia libre de tensiones. Pero solo en apariencia. La mayoría que, contra viento y marea, eligió a Pedro Sánchez secretario general por mayoría absoluta, saboreó alegremente la miel de la victoria. Pero el silencio ausente, el leguaje corporal de los miembros de la comisión gestora y los asientos vacíos de la fracción 'susanista' de la delegación de la federación socialista andaluza, que no participaron en la votación de la ponencia política, mostraban también la hiel de una derrota mal digerida.

Pero lo que cuenta es que la mayoría expresada en la elección del secretario general se ha traducido en un apoyo todavía mayor, en torno al 70%, a los órganos federales; y a una propuesta política aprobada por unanimidad, aunque gracias obviamente al vacío creado por unos delegados que prefirieron compartir unas copas antes que participar en los debates y votaciones de la sesión plenaria del congreso.

Hubiese sido deseable que la comisión gestora rindiese cuentas de su gestión para la que tuvo todos los poderes de una comisión ejecutiva; o, al menos, que se dignase saludar al congreso. Pero después de conocerse los resultados de las primarias hicieron mutis por el foro y con ellos los responsables de la ponencia congresual. Me pregunto si hubieran hecho lo mismo si el resultado hubiera sido diferente. Sin duda, no. ¿Que la ponencia había sido enmendada?. Sí, naturalmente, en todos los congresos todas las ponencias lo son y todos los militantes tienen el derecho de hacerlo. En el apartado relativo a Europa y la globalización, del que fui ponente, se habían presentado más de 500 enmiendas, obviamente no todas del mismo calado, pero muchas de relevante importancia. Si de verdad la ponencia oficial hubiese sido elaborada para el debate en el congreso, cualquiera que fuera el resultado de las primarias, esa actitud no era de recibo.

Pero ya tampoco importa. El PSOE tiene una nueva comisión ejecutiva –en mi opinión demasiado numerosa– que es fuerte por el apoyo del 70% del congreso. Y, para los que quieran leer y entender y no simplemente descalificar de oficio, presenta propuestas interesantes que, entre otras cosas, van a permitir al socialismo español  jugar un papel más relevante que ayer en la búsqueda de soluciones a los problemas territoriales de España. Después de escuchar el discurso final del nuevo secretario general, es de una extraordinaria mala fe seguir destilando hiel escenificando preocupación sobre la firmeza de las posiciones del 'nuevo PSOE' en lo que se refiere a la unidad de España.

Comparando el discurso de Sánchez con el apasionado romance que Iglesias protagonizó con Tardà, el portavoz de ERC en el Congreso, ¿cómo se puede seguir diciendo que el PSOE está en la misma posición que Podemos respecto a Catalunya?

¿Que el 70% no refleja una unidad completa? Por supuesto. Ni era posible ni nadie lo pretendía. Hay una mayoría y una minoría. Y, más allá de la lucha por el poder, subsisten diferencias sobre el modelo de partido, de Estado y de política de alianzas. La ejecutiva que formó Sánchez tras ganar su primera elección tuvo mucho más apoyo numérico. Pero era, como se demostró, mucho más débil y frágil.

Se puede pensar que era la consecuencia de un liderazgo que para algunos era provisional. Pero ya no es el actual caso. Con este resultado el PSOE ha zanjado, por un buen tiempo, el problema del liderazgo. Y todos los que así lo acepten y compartan pueden y deben tener la oportunidad de colaborar sin exclusiones con el proyecto político aprobado por el congreso. Pero sigue sin ser el caso de muchos. El problema es que se ha ido demasiado lejos en la descalificación política y personal. Y unas elecciones primarias son fundamentalmente unas elecciones internas, donde compiten miembros de una misma familia política a los que se les supone que les unen más cosas que las que les separan. Y que al día siguiente tendrán que colaborar frente a un adversario común.

Para ello sobran las descalificaciones que conducen a posiciones irreversibles y hacen poco creíbles las posteriores promesas de leal colaboración. Es difícil apearse de expresiones dramatizadas del estilo «nos jugamos el ser o no ser» del PSOE y de España. Pero eso fue antes de ayer. Mañana, lo ocurrido puede tener una importancia parecida a la de Suresnes. Dependerá de cómo Sánchez y su equipo, que no pueden desaprovechar el entusiasmo democrático del congreso, desempeñen su tarea.

Josep Borrell, expresidente del Parlamento Europeo.

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