La misión de Europa en Oriente Próximo

La actitud de retirada gradual de Estados Unidos en Oriente Próximo está aumentando la presión sobre Europa para que ayude a impulsar el proceso de paz en la región. Casi resulta más fácil preguntar lo que debería evitar que lo que debería hacer, si se tienen en cuenta las complejas y enconadas guerras que amenazan con provocar el colapso de estados como Siria e Irak, y el hecho de que la solución al larguísimo conflicto entre Israel y Palestina parece más lejana que nunca.

El punto de partida ha de ser un principio sencillo y fundamental: Europa no debe ponerse del lado de ninguno de los bandos. La situación podría volverse mucho más peligrosa si se permite que los preconceptos o las reacciones emocionales hagan sombra a los hechos.

Pensemos en la lucha sectaria entre los musulmanes sunníes y chiíes, que en la actualidad es el principal detonante de los acontecimientos en Oriente Próximo. Alimentado por la retórica religiosa y una historia sangrienta, el conflicto engendra niveles de pasión e irracionalidad difíciles de moderar. Son oportunas las siguientes palabras: “Donde arden las llamas de la fe, la diosa de la razón sale de puntillas y en silencio de la habitación”.

De manera similar, en lo referente al conflicto palestino-israelí Europa debe reconocer que ambos lados tienen la sensibilidad a flor de piel. Si se enfrentan a críticas que consideren injustas, recurrirán al tipo de virulencia que tantas veces ha llevado al fracaso los intentos por lograr un acuerdo.

Reconociendo los beneficios que una paz duradera implicaría para la región, al menos dos tercios de los israelíes prefieren una solución de dos estados separados. Pero la misma mayoría teme que los palestinos, cuyo gobierno está dividido entre Fatah (partido relativamente moderado al que pertenece Mahmoud Abbas, Presidente de la Autoridad Palestina) y la administración de Gaza bajo el implacable movimiento Hamás, que apoya el terrorismo, no están listos para una paz convencional con buenas relaciones entre vecinos.

Para empeorar las cosas, no da la impresión de que las concesiones de una de las partes hagan mella en la otra. Por el contrario, suelen ser recibidas por provocaciones que alejan más aún la posibilidad de que se llegue a un acuerdo.

Un ejemplo de esto es la respuesta de Palestina a la liberación por parte de Israel de 26 prisioneros políticos en diciembre pasado, tercer grupo de un total de 104 detenidos que el Primer Ministro israelí Benjamín Netanyahu prometiera liberar cuando se retomaron las conversaciones de paz el verano pasado. Muchos de ellos habían cometido condenables atentados terroristas. Por ejemplo, Juma Ibrahim Juma Adam y Mahmoud Salam Saliman Abu Karbish bombardearon un bus civil, matando a una embarazada, a tres de sus hijos en edad preescolar y al soldado israelí que intentó salvarles. Sin embargo Abbas los recibió tras su liberación como a héroes del pueblo y ejemplos para la juventud palestina.

En este frágil contexto, resultan problemáticas las amenazas de la UE de paralizar el intercambio comercial con las empresas israelíes presentes en los asentamientos de Cisjordania, así como los boicots académicos y científicos contra Israel. De hecho, son gestos que se acercan peligrosamente a favorecer a Palestina y hacer que Israel rechace dar pasos hacia la colaboración.

No hay duda de que el papel que ha significado la constante expansión de los asentamientos israelíes en la Palestina ocupada como obstáculo en los avances del proceso de paz amerita que todas las partes involucradas (en especial, Israel) lo evalúen de manera más seria y minuciosa. Antes que todo, se debe comprender la escala del problema. En las anteriores rondas de negociaciones, la Autoridad Palestina acordó en principio intercambiar un 1,9% de Cisjordania por territorio israelí.

Lo anterior significa que Israel podría anexionar algunos asentamientos adyacentes a sus fronteras, cediendo solo una pequeña parte de su territorio, en un intercambio al cual se abriría cuando se realizaran negociaciones serias. La buena nueva es que Tzipi Livni, principal negociadora de Israel, declaró hace poco que el país no reclamaría asentamientos aislados en tierras árabes.

En todo este proceso Europa debe estar presente como un mediador neutral. Si los negociadores de ambos lados la ven como un vehículo confiable para arribar a un acuerdo duradero y equilibrado, puede que sean más receptivos a sus respectivas concesiones.

Lo mismo se puede decir de los conflictos religiosos en todo Oriente Próximo. En lugar de dejarse caer en enemistades históricas y disputas vehementes, Europa tiene que apuntar a una lucha implacable contra toda forma de yihadismo, al tiempo que apoya con constancia los avances hacia la solución de los conflictos.

Y esto no deben hacerlo solo los diplomáticos: los medios de comunicación europeos también tienen un papel importante que jugar. Tanto los nuevos como los tradicionales deben cerciorarse de reflejar los hechos de manera precisa y desapasionada a fin de fomentar un debate justo y constructivo. Quienes están envueltos en la miríada de conflictos de Oriente Próximo no necesitan más leña en el fuego.

George Weidenfeld is Founder and President of the Institute for Strategic Dialogue and Co-Founder of the Weidenfeld Scholarships and Leadership Programme. Traducido del inglés por David Meléndez Tormen.

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