La misión de una ONG

Las ONG llevamos a cabo numerosas tareas. Algunas visibles para la opinión pública, la mayoría escondidas. La complejidad, riesgo y sensibilidad de lo que hacemos, las numerosas causas que abrazamos y la diversidad de geografías, puede llevar a confusión sobre el corazón de nuestro trabajo. Quiero compartir en estas líneas cómo lo vivimos.

La misión de Oxfam Intermón es la de personas que queremos erradicar la injusticia de la pobreza, para que todos los seres humanos puedan tener una vida digna. Nuestra raíz, nuestro lugar, está en las personas, en las campesinas de Mauritania que sacan adelante su producción frente a la sequía, en las madres yemeníes que se ven forzadas a dejar su casa y huir con sus hijos, en las mujeres del textil en Bangladesh o de la fresa en Marruecos que trabajan sin fin en condiciones infernales.

Todo programa o palabra dicha por nuestra organización debe asegurar la conexión estrecha con quienes sufren la pobreza. Cerca también de las mujeres víctimas de la violencia machista en España, de migrantes y refugiados y de quienes sufren la exclusión y la desigualdad en nuestro país.

El conjunto de Oxfam trabajamos con 25 millones de personas en todo el mundo. Una a una, con sus comunidades y organizaciones de base, para construir un futuro sin pobreza. Somos más de 40.000 personas, voluntarias y profesionales, comprometidas con esta misión, y también con hacer de nuestra organización un espacio seguro frente al acoso y el abuso sexual por parte de unos pocos, estricta y rigurosa en el manejo de los fondos que nos confían. Todo ello a través de protocolos implacables, puestos en marcha hace años.

Como otras organizaciones, religiosas y laicas, creemos que las personas tienen derechos y actuamos en consecuencia. Empezando por el derecho a la vida, siempre y especialmente en las situaciones de máxima vulnerabilidad, cuando se enfrentan crisis humanitarias. Respondemos con nuestra acción humanitaria en todas las emergencias que arrasan el mundo. De los conflictos más visibles como Siria o Iraq, a los africanos olvidados como Lago Chad o República Centroafricana. De los desastres naturales como el terremoto de Nepal, a los desastres «humanos» como las sequías y huracanes exacerbados por el cambio climático.

Nuestro deber es salvar vidas en estas situaciones extremas, y lo hacemos con capacidad para asegurar agua y alimentos, llegando cuando menos al 10 % de la población afectada en cada crisis. Además, siempre atendemos a las causas de estas situaciones, denunciando el comercio de armas cuando alimenta conflictos, cuando destroza niños y hospitales. Empujamos con la fuerza del testimonio y la voz, hasta bajo las bombas, la urgencia por resolver los conflictos y el imperativo de asegurar la protección de los civiles y el acceso humanitario, cada día más violado por las partes combatientes.

No nos vamos en cuanto se dan unas mínimas condiciones de estabilidad. Seguimos acompañando a la población, en su recuperación, en la prevención de nuevas crisis, en sus ganas inmensas de vivir con dignidad. Son los programas de «resiliencia», sobre todo en zonas rurales. Pequeñas aportaciones de fondos para asegurar los inicios y el dinamismo de los mercados locales, acompañados de capacitación, infraestructuras agrarias, semillas adaptadas y sistemas de información climática. Trabajando también con gobiernos para mejorar los sistemas de reservas alimentarias y proporcionar recursos para la adaptación al cambio climático que ya llegó. Apoyamos pequeños negocios en sus mejoras de gestión y acceso a los mercados, también a través del comercio justo que llega a nuestros hogares.

Nuestra prioridad es trabajar con las mujeres. Son las que sufren de forma especial la pobreza y la vulneración de derechos, fruto de la desigualdad extrema y la violencia sexual, siempre presente, aunque indiscriminada en medio de los conflictos y la pobreza. Además, son las mujeres quienes lideran los procesos de cambio más efectivos y duraderos en comunidades y organizaciones sociales, quienes sostienen familias y medios de vida, siempre.

La desigualdad entre mujeres y hombres es una de las más graves, reflejo de otras desigualdades sociales y económicas. En el acceso a la tierra y al agua, a una educación y salud dignas, al empleo con remuneración suficiente y a la paz y la estabilidad social. La mayor parte de los países ha visto crecer la desigualdad económica en su interior, hasta extremos que, según el Banco Mundial, frenan el crecimiento sostenible y la lucha contra la pobreza. Nos sumamos a muchos, como el Papa Francisco, en su denuncia y en proponer alternativas para lograr sociedades más equitativas.

Las ONG tenemos retos notables para innovar, explicar con profundidad nuestro trabajo y asegurar la confianza de quienes nos apoyan. Dicho esto, los mayores desafíos los encontramos a pie de crisis humanitaria y comunidad vulnerable, cada día. A eso dedicamos todas nuestras energías, nuestra vida. ¡Gracias a quienes creen en lo que hacemos!

José María Vera Villacián, ha sido nombrado nuevo director general de Oxfam Intermón.

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