La nakba palestina

 Un palestino lanza piedras durante la protesta en la frontera entre Gaza e Israel, el 14 de mayo de 2018. SAID KHATIB AFP
Un palestino lanza piedras durante la protesta en la frontera entre Gaza e Israel, el 14 de mayo de 2018. SAID KHATIB AFP

No hay palabras para describir lo que significa Nakba para los palestinos. Aunque su traducción literal es “catástrofe”, no se refiere a una sola catástrofe ni a una fecha concreta. Para nosotros, no hace 70 años que ocurrió la Nakba, sino que llevamos viviendo 70 años de Nakba. Nakba es la negación sistemática a cada palestino del derecho a vivir en su tierra y al pueblo palestino del derecho a su identidad nacional y política. Pero los intentos de expulsar a los palestinos han fracasado, por nuestro vínculo innato con la tierra y el heroísmo de nuestro orgulloso pueblo.

La limpieza étnica de Palestina comenzó en 1948, pero sus semillas se habían plantado décadas antes. Aunque los primeros sionistas tenían discrepancias tácticas y sobre el aspecto y el funcionamiento del Estado, la necesidad de expulsar a los palestinos era parte intrínseca de su ideología. En 1979, un censor israelí prohibió a Isaac Rabin que publicara un texto en el que se citaba la respuesta de David Ben Gurion, Yigal Allon y él a la pregunta “¿Qué se debe hacer con la población?”: “Expulsarlos”.

La catástrofe de 1948 no fue el fin de la Nakba, porque Israel siguió intentando borrar la identidad y los derechos de los palestinos. Nakba son los bombardeos israelíes de los campos de refugiados palestinos en Líbano durante los años sesenta y setenta, las matanzas de Qibya y Kufr Qassem y la ejecución de los que intentaban regresar a su pueblo. Nakba son los intentos de negar incluso la historia cuando se castiga a los ciudadanos palestinos de Israel por conmemorar este día.

Nakba es el cruel sitio de Gaza, la lucha de los beduinos en Jerusalén Este, la Ciudad Vieja de Hebrón y aldeas desconocidas como Um al Hiran. Esos palestinos estaban allí antes del Estado de Israel y de la ocupación. Nakba son también los millones de refugiados palestinos en Líbano, Siria, Jordania, en Estados Unidos, Canadá y Australia, que no pueden volver a su patria, que han prosperado en otros países pero no pueden hacer lo mismo en su país: no pueden trabajar, estudiar, invertir, jugar, bailar, amar, rezar ni simplemente ser palestinos.

Pero los palestinos no nos sometemos al dictado de nuestros opresores. Hemos sabido sobrevivir y convertirnos en una causa internacional por la libertad y la justicia equiparable a los movimientos de liberación del siglo XX, desde Sudáfrica hasta el sur de Asia, desde Irlanda hasta Latinoamérica. Estoy seguro de que los creadores de los primeros comités sionistas y los colonos británicos nunca pensaron que, 100 años después de la Declaración Balfour, la bandera de Palestina ondearía en Naciones Unidas y 138 países lo habrían reconocido como Estado. Nunca imaginaron que organizaciones civiles de todo el mundo abrazarían la causa palestina y la comunidad internacional apoyaría sus derechos a través de la ONU.

Algunos esperaban que, con el cobarde asesinato en 1948 del conde Bernadotte, el mediador de Naciones Unidas que había denunciado la limpieza étnica en Palestina, la causa desaparecería. Sin embargo, sus informes hicieron que la Asamblea General de la ONU aprobase la Resolución 194, que garantizaba el derecho de retorno e indemnizaciones a los refugiados palestinos. Algunos pensaron que, con los atentados contra la OLP en Líbano, la causa desaparecería. Pero entonces vieron a miles de palestinos que salían heroicamente a las calles de su patria ocupada durante la primera intifada. Nakba es el intento de eliminar Palestina y al pueblo palestino. Pero nuestra reacción ha sido defender nuestros derechos y nuestra identidad nacional y cultural. Hace tiempo que Israel debía haber reconocido la Nakba.

En las últimas semanas, el mundo ha visto cómo los criminales israelíes abrían fuego contra las manifestaciones pacíficas en la Palestina ocupada, especialmente en Gaza. El Gobierno israelí celebra la Nakba disparando y aterrorizando a nuestra gente, demoliendo nuestros hogares y expropiando nuestras tierras. Pero estos 70 años han demostrado que Israel se equivoca: Palestina no ha desaparecido de nuestra conciencia colectiva.

El Gobierno de Trump celebra la Nakba reconociendo Jerusalén como capital de Israel y trasladando allí su embajada precisamente en la víspera del 70º aniversario del comienzo de la Nakba. Pero Palestina, como ha dicho el patriarca católico Michel Sabbah, “no pertenece al señor Trump sino a su pueblo, y nosotros somos su pueblo, nosotros somos Jerusalén”. La historia moderna de Palestina ha demostrado que, a pesar de las diferencias de poder, nunca va a renunciar a sus derechos legítimos.

Cuando cumplimos 70 años de Nakba, seguimos comprometidos con una paz justa y duradera. El presidente Abbas ha presentado la visión palestina para la paz, que incluye el pleno respeto a las leyes internacionales, los derechos de los refugiados y el reconocimiento del Estado de Palestina, de acuerdo con las resoluciones de la ONU. Invitamos a la comunidad internacional a asumir su responsabilidad y garantizar la responsabilidad y un proceso real que tenga un calendario claro y limitado y un objetivo inequívoco: la plena materialización de los derechos inalienables del pueblo palestino para cerrar el oscuro capítulo abierto por la Declaración Balfour y prolongado en la Nakba. Nuestro propósito sigue siendo que se aplique la solución de dos Estados con las fronteras de 1967 y Jerusalén Este como capital de Palestina, vivir en paz y seguridad junto al Estado de Israel y hallar una solución duradera a todos los problemas relacionados con el estatus permanente, incluidos los refugiados y los prisioneros.

La Nakba debe servir de recordatorio para la comunidad internacional: no tiene sentido afirmar que debe haber dos Estados cuando algunos países solo reconocen uno de ellos. No tiene sentido declarar que los asentamientos israelíes son ilegales cuando esos países siguen comprando sus productos y permiten que sus empresas se beneficien de la ocupación, incluso explotando nuestros recursos naturales o construyendo infraestructuras para la expansión del colonialismo israelí. Eso estimula la ocupación y alienta a Israel a negar sistemáticamente nuestros derechos inalienables.

En las bellas palabras del mártir Ghassan Kanafani, “en este mundo se puede arrebatar todo menos una cosa: el amor que siente un ser humano hacia el compromiso sólido con una convicción o una causa”. Nuestra convicción es que Palestina vuelva a los mapas y nuestra causa es la libertad y la justicia. Cuando llevamos 70 años de exilio desde el comienzo de la Nakba y más de 50 años de ocupación, podemos decir que el camino a la libertad es difícil pero no imposible. Como dijo el difunto Mahmud Darwish: “Los autores de la Nakba no han logrado quebrantar la voluntad del pueblo palestino ni erradicar su identidad nacional a base de diásporas y masacres, de fingir que el espejismo era una realidad, de elaborar una historia falsificada (...). No han logrado empujarnos a irnos ni arrojarnos a un estado de demencia y amnesia”.

Saeb Erekat es el Secretario General de la Organización para la Liberación de Palestina y su Jefe Negociador. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

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