La naturaleza puede ayudar a frenar la crisis climática

La próxima semana comenzará la COP 25 en Madrid, bajo la presidencia de Chile, donde países de todo el mundo discutirán las diversas vías para el desarrollo, los planes de descarbonización y las innovaciones tecnológicas que pueden frenar que la temperatura aumente dos grados centígrados. Entre otras discusiones, los delegados buscarán soluciones de infraestructura para ayudar a construir resiliencia o tratarán de incentivar programas para alcanzar la meta de cero emisiones netas para 2050.

Aún así, muchas de estas conversaciones no abordarán un componente vital: la naturaleza. Tan solo América Latina y el Caribe posee el 40% de la diversidad biológica del mundo y contiene siete de los 25 puntos críticos de biodiversidad, 11 de los 14 biomas terrestres, y el segundo sistema de arrecifes más grande del planeta. Más del 30% del agua dulce disponible de la Tierra y casi el 50% de los bosques tropicales del mundo se encuentran en la región. Nuestros ecosistemas terrestres, de agua dulce, costeros y marinos contienen algunas de las colecciones más ricas de aves, mamíferos, plantas, anfibios y paisajes.

Estos recursos naturales no solo son importantes por su belleza, sino que además generan importantes beneficios de regulación del clima y de soporte vital. Un reciente informe de la ONU mostró que los ecosistemas globales están absorbiendo actualmente el 25% de las emisiones, y otro 25% de las emisiones están siendo absorbidas por los océanos. Las soluciones basadas en la naturaleza podrían representar al 40% de la reducción de emisiones de carbono necesarias para limitar el calentamiento global a menos de dos grados centígrados para 2030.

El capital natural es un activo que nos proporciona bienes y servicios vitales como los alimentos que ingerimos o el aire que respiramos. Los manglares y los arrecifes nos protegen contra la subida del nivel del mar y las intensas tormentas resultantes del cambio climático. Pero la naturaleza también impulsa la economía. Un estudio reciente del World Wildlife Fund estimó que la naturaleza proporciona 125 billones de dólares al año en apoyo gratuito a la economía mundial. Por ejemplo, en sectores como la industria turística, los arrecifes de coral generan 36.000 millones de dólares al año, y en la agricultura, la polinización apícola contribuye directamente a la producción de entre 5% y 8% de los cultivos mundiales.

Sin embargo, este capital natural no es valorado adecuadamente en las cuentas nacionales por los sectores público y privado y, por tanto, no puede competir con otras prioridades de inversión. Actualmente, la preservación de la naturaleza es percibida como un costo. Esta inversión no se encuentra como un rubro dentro del PIB o es asignada a un determinado ministerio o sector industrial. Por lo tanto, la naturaleza no se preserva ni aprovecha de manera eficiente.

Existen herramientas para cuantificar el valor de la naturaleza, y cada día son más sofisticadas. Algunos países, como Costa Rica, Colombia y Las Bahamas han sido pioneros en incluir esta valoración en sus cuentas nacionales, y otros en la región, como Uruguay, están comenzando a seguir esta ruta. Estas cuentas son un primer paso para aprovechar el capital natural en financiamiento innovador.

McKinsey estima que se necesitan entre 300.000 y 400.000 millones de dólares cada año para preservar y restaurar los ecosistemas; sin embargo, los proyectos de conservación reciben únicamente 52.000 millones, principalmente de fuentes públicas y filantrópicas. Este déficit en la financiación puede reducirse parcialmente mediante la movilización de inversión privada, apoyando a los actores privados que están aprovechando de manera sostenible el capital natural, facilitando la inversión privada en proyectos de conservación y restauración, y fomentando la innovación privada en soluciones ambientalmente sostenibles.

Existe una gran oportunidad para catalizar de forma innovadora los servicios del ecosistema de capital natural de América Latina y el Caribe en beneficio de la región. En el Banco Interamericano de Desarrollo hemos creado un Laboratorio de Capital Natural para incubar y escalar esas soluciones innovadoras y hemos comenzado a apoyar iniciativas en inversión forestal, soluciones del mercado de capitales para la naturaleza, infraestructura basada en naturaleza para la resiliencia, carbono azul y aplicaciones de nuevas tecnologías para la naturaleza. En resumen, queremos tratar a la naturaleza como el activo que es.

A medida que iniciativas globales, como la Coalición de Alta Ambición por la Naturaleza, buscan unificar los objetivos de las Convenciones sobre Cambio Climático y Biodiversidad, una visión completa del valor del capital natural puede ayudar a centrarnos en las soluciones que la madre naturaleza ya nos está brindando. Una buena señal es que países como Costa Rica, Francia y el Reino Unido estén trabajando para resaltar la importancia de los vínculos entre la biodiversidad, la naturaleza y el cambio climático. Con suerte, veremos más apoyo para aumentar la inversión en estas soluciones por parte de los sectores público y privado.

Gregory Watson es especialista líder del Natural Capital Lab, Banco Interamericano de Desarrollo.

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