La necesaria reforma de la universidad

Es en el ámbito de investigación y de la transferencia de conocimientos en donde se establece la relación universidad-empresa; especialmente en el apartado científico y tecnológico, que es donde esta actividad tiene interés y es trasladable a la actividad empresarial. Hay que preguntarse si la universidad debe ser, respecto de la investigación, su centro, en sentido cualitativo, es decir, si lidera este proceso, y si lo es en sentido cuantitativo, es decir, si es donde se genera el mayor volumen de investigación. La respuesta es que sí, porque este ha sido el modelo estadounidense, especialmente en la segunda mitad del siglo XX, que ha tenido como consecuencia la creación de la universidad de mayor calidad y con la investigación más flexible y avanzada de Occidente y, por lo tanto, del mundo. La razón está en las sinergias que se derivan de las interrelaciones de las dos funciones de la universidad: la docencia y la investigación.

En EEUU, el avance en investigación ha derivado, en primer lugar, de la existencia de suficientes fondos públicos: ningún país ha vertido recursos en investigación en proporción a su PIB como lo ha hecho EEUU desde 1940, asignados a proyectos en régimen competitivo. En segundo lugar, en una universidad que compite por los recursos, que gestiona sus proyectos, contrata su personal y, en definitiva, se beneficia de los resultados económicos de la investigación. Y, en tercero, del uso del poder de compra del Estado para crear productos y servicios que este adquiere. Son los programas de defensa, espacio y biotecnología y salud los que los han usado, y se han beneficiado más de la investigación. Este triple planteamiento, junto con la flexibilidad del sistema universitario y su adaptabilidad al mercado, ha hecho que EEUU supere a Europa en todos los campos técnicos y científicos en los últimos 60 años. En química, hasta 1940, EEUU tenía tres Nobel; 15, Alemania, y 12, entre Francia y Reino Unido. Entre 1940 y 1994, EEUU obtuvo 36; Alemania, 11, y Reino Unido y Francia, 18. La mayor flexibilidad y aproximación al mercado de las universidades estadounidenses ha hecho avanzar la oferta de docencia de nuevas disciplinas mucho antes de lo que ha sucedido en Europa. La aeronáutica, pese al avance tecnológico inicial de Alemania, empezó a estudiarse en las universidades norteamericanas en 1913, y la informática, en los 40; esto es, 30 años antes que en Europa.
El avance en biología molecular y el descubrimiento del ADN a partir de 1970 crearon el mercado de la biotecnología con un gran crecimiento por los beneficios que para las ciencias de la salud, la química y la agricultura representa ya ahora. Esto ha hecho que el 50% del presupuesto en investigación y desarrollo de las universidades norteamericanas esté ahora destinado a esta área de conocimiento; mientras que en Reino Unido, Alemania y Francia hablaríamos de un 30%. EEUU vuelve a ser líder en un área con potencial de futuro respecto de Europa, porque son capaces de detectar antes las necesidades del mercado. La simultaneidad, en la universidad norteamericana, de las actividades de docencia e investigación resulta beneficiosa para la docencia, si se quiere huir de modelos pedagógicos congelados en los que los profesores enseñan materias superadas por falta de contacto con la evolución de la ciencia y la tecnología. Si esto ya era cierto hace un siglo, ahora es evidente.

La universidad europea, y la española, es pública, regida por leyes y estructuras administrativas anquilosadas en las que el tiempo, no el mérito; el asamblearismo, y no la dirección por objetivos, y la falta de responsabilidad en el control de la eficiencia de los recursos públicos impiden una gestión eficaz. En base al referencial de Shanghái, las 15 mejores universidades del mundo son anglosajonas, especialmente norteamericanas, y la primera universidad europea continental es el Instituto Tecnológico de Zúrich (lugar 29). La primera española es la Universidad de Barcelona (entre el 150 y el 200) y la segunda, la Autónoma de Madrid (entre el 200 y el 300). Si España es la décima potencia económica del mundo, es obvio que no tenemos una universidad al nivel del país. La paradoja de que tengamos tres de las 10 mejores escuelas de negocios del mundo, IESE, Esade e IE, demuestra que es el sistema regulador de las universidades lo que falla.

Que el carácter público de la universidad española no es un impedimento para tener una universidad eficaz y de calidad lo demuestra el hecho de que la Universidad de California, con siete universidades y pública, tiene tres entre las 14 mejores del mundo. Pero el carácter público de las universidades españolas requiere un cambio legislativo para permitir la mejora de su eficacia en investigación y docencia. Esta debe basarse en dos objetivos: la aportación de fondos públicos debe estar ligada a los resultados, y la contratación del profesorado debe ser libre, y su permanencia basarse en su rendimiento.
Si queremos una universidad eficaz y una investigación puntera, debemos cambiar las leyes que ordenan la gestión y la financiación universitaria, y esto afecta a la ley autonómica y a la estatal.

Joaquim Coello, ingeniero.