La necesidad de la transparencia en la España actual

¿Qué harán dos españoles cuando se vean esta tarde? —Hablar de la crisis». Este chiste no tiene ninguna gracia, pero es muy actual y realista. La mayoría de nuestros encuentros intercambian una buena dosis de desesperanza; no creemos que hayamos tocado fondo y tampoco vemos salida. Es inevitable preocuparse y, compartiendo nuestra preocupación, de forma consciente o inconsciente, intentamos desahogarnos al menos un poco. Las noticas, sobre todo económicas, políticas, sociales y financieras, no nos ayudan a mejorar esta sensación tan negativa.

¿Qué podemos hacer? Ante todo, aceptar que podemos hacer algo. Cada cual en su ámbito de actuación. Involucrémonos. La solución se puede alcanzar, pero solo con las aportaciones de todos. Después de treinta y tres intensos años, asumamos de una vez que nuestra democracia ya ha madurado por fin, y, con ella, nosotros como ciudadanos. Solo así conseguiremos convertirnos en un país que pueda disfrutar de una democracia avanzada, en la que los ciudadanos seamos los verdaderos dueños y, como dueños que somos, ocuparnos nosotros mismos de salir del profundo bache en el que estamos.

Todas las democracias avanzadas del mundo son ya, en mayor o menor medida, transparentes, y cualquier análisis medianamente serio que hagamos nos lleva siempre a la correlación muy directa y marcada que existe entre transparencia y prosperidad. Esta transparencia solo la conseguiremos con un Gobierno abierto, participativo y colaborativo, tanto a nivel nacional como autonómico y local. Un Gobierno abierto publica on-line de forma proactiva toda la información pública, salvo contadas excepciones contempladas por ley. Un Gobierno participativo reconoce el enorme potencial del valor de las aportaciones ciudadanas para quien(es) tiene(n) que tomar decisiones públicas. Y, por último, un Gobierno colaborativo eleva el grado del valor de la participación ciudadana a la de verdaderos socios de la Administración en la identificación y búsqueda de objetivos públicos. Un ejemplo de actuación de un Gobierno abierto es el actual británico, que publica on-linecualquier gasto suyo superior a 25.000 libras o de administración local de más de 500 libras. Un ejemplo muy básico pero de valor absolutamente inmenso de aportación ciudadana sería el 091. De no ser por los ciudadanos, ¿cuántos vigilantes de todo tipo —policías, bomberos, guardas forestales, ATS, asistentes sociales, etc.— debería haber para cubrir con la misma eficiencia y eficacia cada hogar español, cada edificio público, cada carretera, camino, calle o autopista, cada bosque, playa o rincón de nuestra geografía? Otro ejemplo de colaboración ciudadana es Wikipedia, que con sus contenidos, enlaces y constantes actualizaciones ha hecho tan pequeñas a las enciclopedias tradicionales. Estos ejemplos, además de mostrar su importancia, nos permiten ver que las personas, a nivel individual, son básicamente buenas, altruistas y —cada vez lo compruebo más— sabias. El Gobierno de Cameron pretende ser participativo, por ejemplo, al afrontar el déficit usando Facebook y creando una web para que cualquier empleado público pueda hacer sugerencias. En las primeras 24 horas ya tenían más de 10.000, y al cabo de pocas semanas, cientos de miles. Estas fueron seleccionadas y publicadas on-line. Este enfoque contrasta con la práctica tradicional de encerrar en una habitación a un puñado de expertos.

Estos ejemplos no son más que un mero atisbo inicial de la nueva era que cambiará de forma radical la relación entre el poder y los ciudadanos y el papel de estos últimos. Esta nueva era llegará a España cuando los ciudadanos comprendamos primero que debemos ser el centro de gravedad del país y luego descubramos nuestra fuerza, hoy por hoy dormida o adormecida. La declaración Transforma España de la Fundación Everis menciona las cinco facetas fundamentales de dicho centro de gravedad: el ciudadano depositario responsable de los valores del país, el ciudadano elector, el ciudadano consumidor, el ciudadano financiador y el ciudadano productor de valor socioeconómico. Nuestra fuerza como ciudadanos se encuentra en las opciones que a nivel individual adoptemos, premiando conductas que consideraremos adecuadas y castigando las que nos perjudiquen. No tardarán en surgir aquí asociaciones cívicas que estimulen, agreguen y potencien estas posturas individuales. Ya las hay en los cinco continentes.

Es imprescindible incorporar la transparencia al conjunto de pilares básicos de nuestra sociedad para afrontar con éxito los problemas en los que nos hallamos inmersos. Veamos solo algunas razones: en primer lugar, la experiencia internacional que prueba que los países más transparentes son más prósperos. Una segunda razón es que nuestro sector público, que ya representa la mitad de nuestra economía (46% del PIB) y que cuesta una media de 10.000 euros a cada español independientemente de su edad y situación, se verá muy beneficiado por la transparencia para ser más eficaz, eficiente y económico, por ejemplo publicando todos sus contratos o el rendimiento de cada hospital, escuela y juzgado. Una tercera razón es que un país más transparente obtendrá financiación externa más barata. España paga casi 100 millones de euros al día por los intereses de su deuda (nuestra deuda). Una cuarta razón: la transparencia es el mejor caldo de cultivo para el desarrollo de empresas sólidas, nacidas en la libre competencia y que saldrán al exterior con posibilidades reales de éxito generando el tan necesitado empleo. Otra razón es que la transparencia es, con gran diferencia, el mejor antídoto contra la corrupción y el despilfarro rampante que tenemos. Por último, es necesario educarnos en transparencia para erradicar nuestra pésima cultura de aceptación y conformismo con la opacidad.

No pretendo formular las soluciones que resolverán nuestra crisis actual, pero estoy seguro de que todas tendrán como denominador común, de una u otra manera, la transparencia, que es una corriente universal imparable y ya una realidad en los países más desarrollados. La transparencia, en parte gracias a las nuevas tecnologías, acabará penetrando en nuestra sociedad, y los ciudadanos, entonces ya conscientes de nuestra enorme capacidad de actuación e influencia, ejerceremos nuestro papel de forma creativa, constructiva y responsable.

A partir de aquí y ahora, nos toca arrancar. Internet es una fabulosa ventana al mundo al alcance de todos e ideal para informarnos y luego empezar a actuar. Para iniciarnos podemos escribir la palabra «transparencia» en nuestro navegador y empezar a surfear libremente por la red. Un poco más adelante puede ser interesante ver los vídeos de conferencias del Personal Democracy Forum en español y en inglés. No tardaremos en comprender que, de haber tenido transparencia en España, la crisis habría sido mucho menos acusada, y sus efectos, no tan devastadores…

Me gustaría acabar con las palabras de una viñeta de Máximo: «Dijo el tirano: “¡Parad la Primavera!”». En la España actual, ¿se puede parar la transparencia?

Por Julio Rojo Gamba, politólogo.

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