La negra india que puede ser reina

La campaña para la presidencia de Estados Unidos, que se vota dentro de mes y medio, presenta aspectos conocidos y otros desconocidos. Entre los primeros estará el tema racial y el manejo de la pandemia, Trump dirá en el segundo que ha hecho lo correcto y Biden argumentará que ha sido un mentiroso empedernido, acusaciones similares, con parecida base, a las formuladas contra Pedro Sánchez y Boris Johnson. También sabemos que la votación será más apretada que lo que sostienen algunos aquí y que la aparición de la vacuna sería artera y ventajosamente utilizada por Trump.

Entre los factores desconocidos está la duda de si hay mucho voto oculto para el actual presidente, si el voto por correo va a proceder de manera normal, si la abundancia inusitada del voto por correo implicará que el recuento no estará listo en la madrugada del 3 de noviembre e incluso si Trump va a aceptar los resultados en caso de que estos sean muy ajustados y puedan dar lugar a interpretaciones por descabelladas que estas sean.

No menos incógnita es si la elección de Kamala Harris como posible vicepresidenta demócrata va a fortalecer la candidatura de Biden y le ayudará a entrar en la Casa Blanca. En principio, parece que sí. En la historia reciente estadounidense, bastantes presidentes han ganado la reelección: Obama, Clinton, Bush junior y alguno arrolladoramente como el aquí impresentable Reagan. Otros han tropezado como Ford, Carter y Bush padre. ¿Que ocurrirá con el estrafalario y atípico Trump? El actual presidente podría ser derrocado por Biden, éste tiene unos seis puntos de ventaja en las encuestas y la elección de Kamala dio al demócrata un leve repunte en las mismas que ahora se ha encogido.

Kamala Harris es una persona brillante y en más de un sentido compleja hasta biológicamente. Sus padres eran extranjeros, el progenitor de Jamaica y la madre, una investigadora del cáncer, de la India, un miembro de la casta Bramin, es decir superior, que nació en el seno de una familia que no vaciló en dejarla marchar a EEUU para estudiar sin estar casada, algo raro para su país en aquella época. Con todo, como ocurrió con Obama, hijo de blanca y negro, el mestizaje para la opinión pública estadounidense la convierte en negra. Esto, aparte, sobre todo, de ser mujer, la convertía en una candidata ideal para Biden; Susan Rice, antigua y competente embajadora en la ONU y asesora nacional de seguridad o la senadora Elizabeth Warren eran féminas pero no añadían el toque racial del color, lo que en estas fechas de rebeldía extendida por cuestiones racistas puede ser un bono. Ha sido senadora por California –el estado más poblado y, con Nueva York, el más importante del país– en los últimos cuatro años.

Aunque Kamala sería desde Ronald Reagan la primera política californiana que aspira a la presidencia o la vicepresidencia su arrastre del voto californiano no ha influido en que sea escogida. California envía el mayor número de delegados al Colegio electoral que escoge en último término al presidente pero la fidelidad de ese Estado a los demócratas (como Kansas a los republicanos) es tal que el origen de los dos componentes del ticket presidencial es irrelevante; con el sistema electoral yanqui todos los delegados californianos votarán por el candidato demócrata (the winner takes all, el que gana se lleva todos los votos de los delegados).

Tenemos entonces que pensar en el tirón de Kamala entre los negros –comunidad que es tradicionalmente un buen granero demócrata–, como la razón de su elección . Una vez más, no hay una unanimidad. Al votante negro debe adularle poder votar a uno de su etnia. Sin embargo, hay ciertos remilgos en un sector de la gente de color hacia la candidata. La senadora tiene un largo pasado como celosa servidora de la ley, unos 27 años de fiscal, bastantes de ellos como fiscal general de California; lo fue en momentos en que ese estado, después de los asesinatos años antes de la tribu Manson, de los Zodia Killers, del Night Stalker habían aterrorizado a la población y desembocado en un endurecimiento visible de la legislación penal californiana. Fue uno de los primeros estados que aprobó la medida de los 3 golpes, que han adoptado 24 estados, es decir, un convicto de un delito serio que reincidía al obtener la libertad recibía si era condenado de nuevo el doble de pena que le correspondería si no tuviera antecedentes y una condena de 25 años a cadena perpetua si cometía un tercer delito. Aunque las medidas se han suavizado parcialmente, California tiene aún un 6% de la población negra y un 29% de ese color entre los reclusos existentes en sus atestadas prisiones.

Kamala puede alegar que ella no inventó ni inspiró esa legislación, y lleva razón, pero la aplicó sin excesivas vacilaciones aunque en su fuero interno disintiera. Incluso propuso que se sancionara o arrestara a los padres que permitieran que sus hijos hicieran frecuentemente novillos. La trayectoria la recuerdan algunos negros. La socióloga Yvette McDowell, abogada negra y en algún momento fiscal, ha manifestado gráficamente: «Entre la gente de color hay mucha desconfianza hacia los que aplican la ley» en cualquier cometido.

Si la carta étnica ha podido jugar en su ascenso electoral, su colocación en el tablero ideológico también cuenta. Comparada con el centrista Biden, la posible vice es una progre que algún periódico ha calificado, no del todo correctamente, como el miembro del senado más a la izquierda. Quiere la reforma sanitaria que dé cobertura a todo el mundo, reducción de las deudas contraídas por estudiantes para ir a la universidad, una idea también cara a Biden, y no es partidaria de la pena de muerte aunque no luchara por su abolición cuando ejercía en la Fiscalía. Con todo, no asusta al electorado del centro como lo haría un Sanders o una Warren. La izquierda del partido demócrata la ha tildado incluso de «veleta» o de escurridiza.

La mestiza se ha mostrado bastante agresiva en determinados exámenes de altos cargos en el Senado. Lo fue especialmente con el magistrado del Supremo Kavanaugh, cuando fue propuesto por Trump. También ha propuesto llevar al Presidente ante los tribunales.

El vicepresidente de los Estados Unidos es hoy en día una figura visible al que su jefe encarga temas importantes y delicados. Biden cumplirá 78 años antes de tomar eventualmente posesión y ha tenido algún desliz verbal en sus discursos. Ella tiene 55. No es impensable que Biden se retire después de un primer mandato. Ella sería la obvia candidata y posiblemente la futura presidente. Mujer y negra. Un hito a los 104 años, 100 hoy, de la concesión del voto a la mujer en aquel país.

Si ocurre, Biden (y Obama) le habrá ayudado. Biden no repetirá lo de Eisenhower que interrogado al final de su mandato sobre iniciativas importantes de su vicepresidente Nixon contestó: «Deme unos cuantos días y podré mencionarle alguna». Hasta los presidentes honestos y generales en jefe tienen un lapsus cruel.

Inocencio Arias es diplomático y escritor.

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