‘La nube’ es de hormigón

Desde hace ya algún tiempo, en nuestra sociedad y, cómo no, en nuestra arena política, se ha creado una disyuntiva imposible entre el mundo digital y el mundo real. La modernidad y el futuro están asociados a lo virtual, mientras que el pasado y la obsolescencia se asocian con el mundo físico. Pocos errores pueden ser más costosos. No vamos al teatro a ver telones, sino a disfrutar de la obra.

Tras el telón, palpita el mundo real. Cuando se encienden las luces de nuestros ordenadores, no pensamos que para que funcionen se consume a escala global más energía que en toda Italia. Tampoco somos conscientes de que nuestras preferencias y gustos se almacenan en inmensas construcciones propiedad de las grandes plataformas de internet, situadas muchas veces en climas o entornos fríos para reducir el enorme consumo eléctrico que requieren. O de que esas pequeñas compras que realizamos ‘online’ se suman a otras muchas, hasta traducirse en un inmenso comercio mundial que exige numerosas instalaciones logísticas y un movimiento de vehículos y mercancías extraordinario.

El reciente accidente del Ever Given, en el canal de Suez, ha llamado la atención sobre la existencia de esos enormes barcos, que pueden llegar a transportar hasta 24.000 contenedores. Nuestro mundo digital genera unos tráficos que no dejan de crecer, y a veces no somos conscientes de lo que esto implica en el mundo real. Sólo en el ámbito naviero, este movimiento de mercancías requiere buques cada vez mayores e infraestructuras compatibles, con puertos, canales y puentes en continua adaptación a los nuevos calados, esloras y mangas.

Pero quizás estas grandes actuaciones sean menos relevantes que el sistema arterial logístico de aprovisionamiento y distribución que exige esta economía digital. En nuestro país se han construido en los últimos años superficies logísticas que equivalen a 2.700 campos de fútbol y el proceso está aún lejos de finalizar.

Pero no todo es tráfico de mercancías. El fenómeno del teletrabajo conlleva una deslocalización de actividades hacia residencias ocasionales y segundas viviendas, que exigirá la construcción de dotaciones adicionales para adaptar los servicios y comunicaciones al nuevo flujo de población en crecimiento.

El mundo virtual necesita además energía, cuya obtención tampoco es virtual. Sólo en nuestro país, tenemos más de 21.000 aerogeneradores. Estas torres de acero construidas sobre bases de hormigón se distribuyen por la geografía nacional a través de una infraestructura de caminos, con una longitud que duplica toda la red de carreteras de la Comunidad de Madrid.

Prestar atención a la transformación digital y no a la física es ir al teatro a ver el telón. Los países que han entendido bien el reto están trabajando intensamente en la transformación de su mundo físico, ya que sin esta transformación perderán la carrera de la modernidad. Y esto significa nuevas y mejores infraestructuras. Cuando echamos un vistazo a los diez países que lideran los rankings internacionales en la transformación de infraestructuras y de los procesos de digitalización -entre los que desgraciadamente no se encuentra España-, descubrimos que siete de ellos coinciden en las dos listas: Estados Unidos, Países Bajos, Alemania, Suecia, Singapur, Reino Unido y Suiza. Ellos saben por qué lo hacen: la nube es real y tangible; es de hormigón.

Aniceto Zaragoza es director general de Oficemen.

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