La nueva armonía entre las grandes democracias

Cuando el Primer Ministro de la India, Narendra Modi, invitó al Presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, a asistir a las ceremonias del Día de la República de su país en fecha anterior de este año, indicó un cambio importante en las relaciones entre las dos democracias mayores del mundo. Desde el decenio de 1990, tres gobiernos americanos han intentado mejorar las relaciones bilaterales, con resultados irregulares. Si bien el comercio entre los dos países se ha disparado durante ese período, de 20.000 millones de dólares a más de 100.000 millones, el comercio anual entre los EE.UU. y China es seis veces mayor y la relación política ha tenido altibajos.

Los dos países tienen una larga historia de confusión mutua. Por definición, cualquier alianza con una superpotencia es desigual, por lo que las medidas para establecer estrechos vínculos con los Estados Unidos han chocado con la tradición de autonomía estratégica de la India, pero los americanos no consideran a la India una amenaza estratégica. Al contrario: el éxito de la India es importante para los EE.UU. y varios factores prometen un futuro más brillante para su relación bilateral.

El factor más importante es la aceleración del crecimiento económico de la India, que, según la proyección del Fondo Monetario Internacional, superará el 7,5 por ciento hasta 2020. Durante decenios, la India sufrió lo que algunos llamaron “la tasa india de crecimiento económico”: un poco más del uno por ciento al año. Habría sido más apropiado llamarla la tasa socialista de crecimiento británica del decenio de 1930. Después de la independencia, en 1947, la India adoptó un sistema de planificación introvertido y centrado en la industria pesada.

Las reformas orientadas al mercado hechas a comienzos del decenio de 1990 cambiaron esa tónica y el crecimiento anual se aceleró hasta el siete por ciento con el gobierno del Partido del Congreso, antes de bajar al cinco por ciento. Desde que las elecciones generales de 2014 llevaron al poder al Partido Bharatiya Janata de Modi, el Gobierno ha corregido la desaceleración.

Y las perspectivas de un crecimiento continuo son intensas. La India tiene una clase media en ascenso de varios centenares de millones de personas y el inglés es una lengua oficial hablada por entre 50 y 100 millones de personas. Partiendo de esa base, las empresas indias del sector de la información pueden desempeñar un papel mundial más importante.

Además, con una población de 1.200 millones de personas, la India es cuatro veces mayor, demográficamente, que los Estados Unidos y es probable que en 2025 haya superado a China. Su propia magnitud será cada vez más importante no sólo para la economía mundial, sino también para equilibrar la influencia de China en Asia y gestionar asuntos mundiales, como, por ejemplo, el cambio climático, la salud pública y la ciberseguridad.

La India tiene también una importante capacidad militar, pues se calcula que cuenta con entre 90 y 100 armas nucleares, misiles de alcance medio, 1,3 millones de personal militar y un gasto militar anual de 50.000 millones de dólares (el tres por ciento del total mundial) y, en cuanto a poder blando, tiene una democracia asentada, una diáspora influyente y una cultura popular con mucha vitalidad e influencia transnacional. Bollywood produce todos los años más películas que ningún otro país y supera a Hollywood en ciertas zonas de Asia y en Oriente Medio.

Pero no hay que subestimar los problemas de la India. La población por sí sola no es un venero de poder, a no ser que esos recursos humanos estén desarrollados, y la India ha ido muy a la zaga de China en materia de alfabetización y crecimiento económico. Pese a sus avances, la tercera parte, aproximadamente, de la población de la India vive en condiciones de pobreza acuciante, con lo que este país alberga a una tercera parte de los pobres del mundo. El PIB de la India, que asciende a dos billones de dólares, es tan sólo una quinta parte del de China, que asciende a diez billones de dólares, y una novena parte del de Estados Unidos, que asciende a 17,5 billones de dólares (medidos conforme a los tipos de cambio del mercado).

Asimismo, la renta anual por habitante de la India, que asciende a 1.760 dólares, es tan sólo una quinta parte de la de China. Aún más sorprendente es que, mientras que el 95 por ciento de la población de China está alfabetizada, la proporción de la India al respecto es sólo el 74 por ciento y sólo el 65 por ciento en el caso de las mujeres. Un síntoma de ese problema son los deficientes resultados obtenidos por la India en las comparaciones internacionales de universidades, pues ninguna de ellas figura entre las cien primeras del mundo. Las exportaciones de tecnología avanzada de la India representan tan sólo el cinco por ciento de sus exportaciones totales, frente al 30 por ciento de las de China.

No es probable que la India desarrolle la potencia necesaria para llegar a ser una competidora mundial de los EE.UU. en la primera mitad de este siglo. De hecho, incluso en materia de poder blanco, un reciente estudio de Portland Consultancy, de Londres, situaba a la India fuera de los treinta primeros países de la lista. China ocupaba el trigésimo puesto y los EE.UU. el tercero, después del Reino Unido y Alemania.

No obstante, la India tiene activos considerables que ya afectan al equilibrio de poder en Asia. Si bien la India y China firmaron acuerdos en 1993 y 1996 que prometían una solución pacífica de la disputa fronteriza que provocó una guerra entre ellas en 1962, esa cuestión ha vuelto a caldearse, a raíz de las medidas adoptadas por China en los últimos años.

La India y China son miembros del grupo de los BRICS (junto con el Brasil, Rusia y Sudáfrica), pero la cooperación dentro de ese grupo es limitada. Si bien los funcionarios indios son con frecuencia discretos en público respecto de las relaciones con China y desean, con sensatez, que el comercio y la inversión bilaterales aumenten, sigue abrigando grandes preocupaciones en materia de seguridad. Como parte del grupo de países asiáticos que procurarán lograr un equilibrio con China, la India ya ha comenzado a fortalecer sus relaciones diplomáticas con el Japón.

Sería un error concebir la perspectiva de mejora de las relaciones EE.UU.-India en función exclusivamente del poder en ascenso de China. El éxito económico indio interesa a los Estados Unidos por sí mismo, como también el planteamiento adoptado por la Inda y el Brasil en materia de gestión idónea de la red Internet, en un momento en el que Rusia y China procuran controlarla de forma más autoritaria.

Nadie debe esperar una alianza americano-india en un futuro próximo, dada la tradición de la opinión pública india, pero se puede predecir una relación en los años próximos que sea a un tiempo sui generis y más fuerte.

Joseph S. Nye, Jr., a former US assistant secretary of defense and chairman of the US National Intelligence Council, is University Professor at Harvard University and a member of the World Economic Forum Global Agenda Council on the Future of Government. He is the author, most recently, of Is the American Century Over? . Traducido del inglés por Carlos Manzano.

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