La nueva cara de la banca central

Un cambio de guardia está teniendo lugar en muchos de los principales bancos centrales del mundo. Haruhiko Kuroda ya está instalado como gobernador del Banco de Japón (BdJ) y enfrenta la sobrecogedora tarea de poner fin a dos décadas de estancamiento. Mark Carney, el actual gobernador del Banco de Canadá, quien se hará cargo de la gobernación del Banco de Inglaterra (BoE) en julio, ya está haciendo sentir su presencia en los debates británicos sobre política monetaria. Y en Estados Unidos, la esperada finalización en enero del mandato de Ben Bernanke como presidente de la Junta de la Reserva Federal invita ya a especulaciones sobre quién lo sucederá.

Los únicos sitios que se niegan a cambiar entre las economías líderes mundiales son la zona del euro y China. Pero eso no necesariamente implica constancia. Mario Draghi ha sido presidente del Banco Central Europeo por apenas un año y Zhou Xiaochuan, gobernador del Banco Popular Chino, casi fue reemplazado cuando alcanzó la edad jubilatoria en febrero.

Hace veinte años, estas eran noticias de interés principalmente para banqueros y empresarios. Pero, con la crisis financiera global, la necesidad de revivir y mantener el crecimiento económico en EE. UU., el Reino Unido y Japón –y evitar el colapso financiero en la zona del euro– ha llevado a que los principales bancos centrales sean más directos y busquen políticas monetarias más agresivas, que incluyen medidas no convencionales como la flexibilización cuantitativa (FC). Como resultado, muchos funcionarios de bancos centrales se han convertido en nombres conocidos en los hogares; algunos hasta tienen sobrenombres populares, como «súper Mario» Draghi.

Esta nueva prominencia también ha obligado a algunos funcionarios de bancos centrales a reevaluar su proceso de toma de decisiones. En Japón, las personas ajenas a la institución tuvieron una rara y fugaz visión de las actividades del BdJ cuando se filtraron minutas de una reunión sobre políticas. De igual modo, la publicación accidental un día antes de las minutas de la reunión de marzo de la Fed para la fijación de tasas a más de 100 personas, incluidos ejecutivos de bancos, asistentes administrativos de congresistas y miembros de grupos bancarios de presión, generó preguntas sobre la forma en que el banco controla la difusión de información confidencial.

De hecho, la Fed ha estado bajo un escrutinio cada vez mayor desde 2008, cuando las tasas nominales de interés cercanas a cero la llevaron a ser el primer banco central en adoptar la FC. En una ofensiva para reducir el costo del endeudamiento, la Fed compró activos de largo plazo en el mercado e inyectó liquidez al sistema financiero. El BoE y el BCE han adoptado medidas similares desde entonces.

A principios de abril, el BdJ anunció sus planes para desencadenar el programa de compra de bonos más agresivo de todos, con el cual prometió inyectar 1,4 billones de dólares a la economía durante los próximos dos años para alcanzar una meta inflacionaria del 2 %. Esta es política monetaria a la enésima potencia y, para los oponentes a la creación inflacionaria de dinero, significa jugar con fuego. Pero, para Japón, que ha estado luchando contra la deflación durante una generación, es un riesgo que vale la pena tomar. Queda por verse si la arremetida de Kuroda impulsará al consumo doméstico y la inversión.

Las medidas no convencionales son parte de una transformación más amplia de las formas de hacer política monetaria. Además de ser más atrevidas y expansivas, se han entrelazado cada vez más con la política fiscal. Esto es más explícito en Japón, donde la política monetaria es un componente central de la estrategia económica del primer ministro Shinzo Abe, apodada «abenomía», e implica la colaboración entre el gobierno y el banco central.

¿Socava esto la independencia de los bancos centrales e implica una subordinación de facto de los tecnócratas no elegidos mediante el voto a políticos electos? Puede decirse que el caso japonés es excepcional y la restricción del límite cero sobre las tasas de interés nominales exige, finalmente, un desvío de las medidas convencionales. En Europa, sin embargo, Jens Weidmann, el presidente del Bundesbank, ha criticado al BCE por exceder su mandato con el programa de «transacciones monetarias directas», a través del cual Draghi busca cumplir su promesa de garantizar la supervivencia del euro.

En consecuencia, los cuestionamientos sobre el rol de la política monetaria y la independencia y responsabilidad de los bancos centrales, alguna vez confinados a discusiones académicas enrarecidas, son parte integrante de un debate más amplio sobre las políticas. Pero, en vez de intentar definir un enfoque único, los funcionarios de los bancos centrales debieran buscar el desarrollo de enfoques personalizados dentro del marco de la política monetaria ortodoxa, que gira alrededor de la estabilidad de los precios y la independencia.

Por ejemplo, el mandato de la Fed dicta que la estabilidad de precios puede vincularse explícitamente a un apoyo activo del crecimiento del PBI y el empleo; para el BoE y el BCE, puede constituir una condición para lograr la meta más amplia del crecimiento y el empleo sostenibles. Mientras los políticos observen la regla de la no interferencia –al menos públicamente– los bancos centrales serán percibidos como libres de las ataduras de los intereses políticos.

El BdJ, al demostrar que la creación agresiva de dinero es un enfoque legítimo para luchar contra la deflación, ha roto convenciones consideradas sacrosantas. Al mismo tiempo, ha dado un paso sin precedentes para la incorporación de la política monetaria en una estrategia económica integral basada en la coordinación entre diversas áreas de política y sus instituciones asociadas.

Este enfoque de conjunto podría ser eficaz en países donde la economía real y el sector financiero están estrechamente vinculados, lo que garantizaría la implementación oportuna y ordenada de las políticas al tiempo que evitaría repercusiones adversas. Una coordinación tal no infringiría la independencia de los bancos centrales más de lo que la cooperación multilateral socava la soberanía de los países involucrados.

Si bien el impacto de la abenomía sobre la economía japonesa está por verse, su impacto sobre los debates de política monetaria y la relación entre los bancos centrales y los gobiernos ya empieza a hacerse patente. Uno espera que Carney siga esta tendencia de desafío a la sabiduría convencional en el BoE. Una nueva época de política monetaria activa y variada puede haber comenzado, con potenciales beneficios para todos.

Paola Subacchi is Research Director of International Economics, Chatham House, London. Traducción al español por Leopoldo Gurman.

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