La nueva división de Europa

A medida que la crisis de la deuda en la zona del euro continúa ampliando sin cesar la división entre las economías más sólidas del norte de Europa y las más débiles y endeudadas del sur (Francia podría considerarse una suerte de tierra económica de nadie entre ellas), todos se hacen una pregunta: ¿Puede sobrevivir la unión monetaria europea?, de hecho, ¿puede sobrevivir la propia Unión Europea?

Mientras los miembros septentrionales de la zona del euro disfrutan un bajo costo de endeudamiento y un crecimiento estable, los meridionales chocan contra elevados costos de endeudamiento, recesión, y profundos recortes en el ingreso y el gasto social. También han sufrido sustanciales caídas en el producto y presentan tasas de desempleo mucho más elevadas que las de sus contrapartes del norte. El desempleo en la zona del euro en su conjunto es en promedio cercano al 12 %, cuando en España y Grecia supera el 25 % y, en este último país, el desempleo juvenil se encuentra en el 60 %. De hecho, si bien el ingreso agregado per cápita en la zona del euro se mantiene en niveles similares a 2007, Grecia ha retrocedido a sus niveles de 2000 e Italia se encuentra actualmente en algún punto cercano a 1997.

El deterioro de las economías del sur de Europa se debe en gran medida a un exceso de austeridad y a la ausencia de medidas para compensar la retracción de la demanda. La devaluación monetaria –que impulsaría la competitividad de la industria local al reducir el precio de las exportaciones– obviamente no es una opción en una unión monetaria.

Pero las economías más sólidas de Europa han resistido presiones para asumir políticas fiscales más expansivas, que aumentarían la demanda de exportaciones para las economías más débiles. El Banco Central Europeo no emuló a otros bancos centrales de países avanzados, como la Reserva Federal de EE. UU., en su implementación de una política monetaria más agresiva para reducir los costos del endeudamiento. Y no se ha ofrecido financiamiento para proyectos de inversión pública en los países del sur.

Además, las medidas fiscales y financieras dirigidas a fortalecer la gobernabilidad en la zona del euro han resultado inadecuadas para recuperar la confianza en el euro. Las economías europeas en problemas se han mostrado lentas para encarar reformas estructurales; las mejoras en la competitividad reflejan recortes salariales más que progresos en la productividad.

Si bien esas políticas –o su ausencia– han dificultado la recuperación en los países del sur, produjeron un crecimiento razonable y tasas de desempleo muy bajas en las economías del norte. De hecho, gracias a sus grandes superávits comerciales, Alemania está exportando desempleo y recesión a sus vecinos más débiles.

A medida que la división entre el norte y el sur de Europa se amplía, también lo harán los diferenciales en las tasas de interés; en consecuencia, implementar una política monetaria única se tornará cada vez más difícil. En el sur, afectado por la recesión, la continua consolidación fiscal requerirá nuevas medidas de austeridad, una perspectiva que será rechazada por sus ciudadanos. Ese tipo de puntos muertos conducirán tensiones sociales y crisis política, o a nuevas solicitudes de asistencia financiera, que de seguro los países del norte resistirán. De cualquier manera, la inestabilidad financiera y política podría llevar al colapso de la moneda común.

Si la zona del euro establece una suerte de cauteloso equilibrio, con las economías más débiles estabilizadas a tasas de crecimiento menores, es poco probable que las políticas actuales cambien. Las soluciones intergubernamentales incrementales continuarán prevaleciendo y la economía europea seguirá adelante, perdiendo continuamente terreno ante los EE. UU. y economías emergentes como China e India.

Por ahora, Alemania está satisfecha con el statu quo: disfruta un crecimiento estable y mantiene el control sobre la política económica local, mientras que los limitados poderes y el estricto mandato del BCE para mantener la estabilidad de los precios reducen los temores de inflación.

Pero, ¿cómo reaccionará Alemania cuando la brecha entre el norte y el sur aumente lo suficiente como para amenazar la supervivencia del euro? La respuesta depende en la percepción que tengan los alemanes de sus intereses de largo plazo y de las decisiones de la canciller Angela Merkel. Su reciente elección para un tercer período le brinda margen para elegir políticas más audaces, pero simultáneamente la obliga a centrarse más en su legado, específicamente en decidir si desea verse asociada con el colapso o la reanimación del euro.

Dos alternativas se perfilan como posibles. Un escenario es que la crisis económica y política en los países del sur se difunda y genere temores en Alemania de una amenaza a largo plazo para ese país. Esto podría impulsar a los alemanes a retirarse de la zona del euro y formar una unión monetaria más pequeña con otros países del norte.

La segunda posibilidad es que la crisis sea relativamente contenida y Alemania busque una mayor unión económica y fiscal. Esto implicaría la mutualización de cierta deuda nacional y la transferencia de la soberanía de la política económica a instituciones europeas supranacionales.

Por supuesto, tal decisión acarrearía costos políticos considerables para Alemania, donde muchos contribuyentes rechazan la idea de asumir las deudas de los países del sur con su derroche fiscal, sin considerar los beneficios para Alemania de una unión monetaria estable y dinámica. Pero una nueva gran coalición entre Merkel y los socialdemócratas podría ser suficiente para que este cambio resulte viable.

Aún así, podría haber víctimas. De hecho, los continuos fracasos de países más pequeños para cumplir su compromiso, como Grecia y Chipre, refuerza la impresión de que siempre dependerán de la asistencia financiera. La salida de uno o dos de estos países «indisciplinados» podría ser un requisito para que el público alemán acepte un cambio de política de ese tipo.

La división entre el norte y el sur de Europa se ha convertido en una bomba de tiempo enquistada en los cimientos de la Unión Europea. Desactivarla requerirá menos austeridad, más estímulos a la demanda, un mayor apoyo a la inversión, reformas más profundas, y avances significativos hacia la unión económica y política. Esperemos que la modesta recuperación en el sur, ayudada por un fuerte liderazgo alemán en el norte, encamine a Europa en la dirección correcta.

Yannos Papantoniou was Greece’s Economy and Finance Minister from 1994 to 2001. He is currently President of the Center for Progressive Policy Research, an independent think-tank. Traducción al español por Leopoldo Gurman.

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