La nueva neutralidad

A lo largo de la Guerra Fría, la Unión Soviética usó cada amenaza e incentivo imaginable (incluida la promesa de la reunificación final) para conseguir la neutralidad de Alemania. Pero los líderes alemanes, tanto de izquierda como de derecha, de Konrad Adenauer a Willy Brandt, rechazaron todas las ofertas soviéticas. ¿Será ahora que el mercantilismo autoritario triunfará donde el comunismo fracasó?

Los países se integran a alianzas, o a entidades como la Unión Europea, porque estas aclaran los beneficios y las obligaciones que eso implica tan inequívocamente como es posible en las relaciones internacionales. Pero las relaciones de Alemania y Corea del Sur con sus aliados históricos (la OTAN y Estados Unidos, respectivamente) son ahora sujeto de una aparente transformación.

Es posible que los actuales regímenes autoritarios mercantilistas de Rusia y China consigan por medio del comercio (con inmensas compras de bienes y promesas de más por venir) lo que los soviéticos no pudieron con sobornos y amenazas. Y hablamos de comercio en una escala apabullante: las exportaciones alemanas a China crecieron desde 25.900 millones de dólares hace una década a 87.600 millones de dólares en 2011, mientras que en el mismo lapso las de Corea del Sur se incrementaron de 53.000 millones a 133.000 millones de dólares.

De hecho, parece que en la diplomacia de ambos países comienza a abrirse paso una suerte de neutralismo encubierto, de lo que sirven de ejemplo el reciente viaje del presidente chino Xi Jinping a Corea del Sur, la renuencia de la canciller alemana Angela Merkel a imponer sanciones efectivas a Rusia por su intervención en Ucrania y el énfasis puramente comercial de la visita que acaba de hacer a China. Tanto en Alemania como en Corea del Sur, parece echar raíces (sobre todo en las élites empresariales) la idea de que la neutralidad tácita puede ofrecer más beneficios tangibles (especialmente en materia de exportaciones) que las alianzas históricas.

La visita de Xi a Seúl fue otro paso audaz en la campaña sistemática de China para alejar a Corea del Sur del compromiso con el orden económico internacional liderado por Estados Unidos. Con la oferta de usar el renminbi para saldar las cuentas comerciales bilaterales y de lanzar la primera iniciativa sino-surcoreana en relación con Corea del Norte, Xi busca convencer a los líderes surcoreanos de que el futuro del país, incluida la reunificación, se decidirá en Beijing. Y la invitación para participar en un nuevo Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (junto con otros países de Asia y el mundo árabe, pero sin Japón ni la India) se inscribe en el plan de Xi de crear un sistema financiero alternativo, en el que el BAII haría las veces del Banco Asiático de Desarrollo.

El cortejo a Corea del Sur es parte de la estrategia a largo plazo de China de convertirla en un estado subordinado en cuestiones de política exterior y de seguridad nacional (como Finlandia sumisa a la Unión Soviética durante la Guerra Fría). Pero aunque Corea del Sur es la niña mimada de la competencia por mantener la estabilidad del noreste asiático, aun así corre el riesgo de quedar aislada. Cada gesto de Seúl a uno de los protagonistas (China, Estados Unidos, Japón o Corea del Norte) levanta tantas presiones de los otros que el gobierno surcoreano se ve obligado a tomar medidas compensatorias.

Por ejemplo, cuando la presidenta Park Geun-hye pidió que China rindiera homenaje a un coreano que asesinó a un primer ministro japonés, Xi accedió de buen grado; pero después Park empezó a hablar de sumarse a las negociaciones de libre comercio para el Acuerdo Transpacífico, a fin de aplacar a Estados Unidos, mentor de la iniciativa. Y como durante todo 2013 China mantuvo una campaña de propaganda antijaponesa, Park se vio obligada a tratar de revitalizar el vínculo con Japón, para lo que envió a su representante personal a hablar con el primer ministro Shinzo Abe sobre el inicio de tratativas para reconciliar a ambos países.

Por su inseguridad, derivada de la larga división de la península coreana, Corea del Sur necesita más que nada socios previsibles. Pero los vaivenes de la política de Estados Unidos hacia el noreste asiático estos últimos años desorientaron a los funcionarios surcoreanos; en tanto que la política china, a pesar de su coherencia, enfrenta a los líderes de Corea del Sur a tener que hacer elecciones para las que todavía no parecen estar listos.

Esto explica el aparente proceso de división de la élite surcoreana en una facción prochina y otra proestadounidense, división que atraviesa las fronteras partidarias. Es probable que por algún tiempo los únicos beneficiados sean los defensores de la “finlandización” de la península coreana.

Entretanto, a lo largo de toda la crisis de Ucrania fue evidente el efecto de la profundización de los lazos económicos con Rusia sobre la política exterior alemana. Pese a que Merkel criticó en reiteradas ocasiones al Kremlin por su intervención en Ucrania, la opinión pública alemana (y de la dirigencia empresarial, sobre todo) no le deja margen de acción. De hecho, las grandes empresas alemanas fueron el principal obstáculo a la imposición de sanciones sistémicas como las que tal vez hubieran disuadido al presidente ruso Vladímir Putin de anexar Crimea y seguir apoyando a la insurgencia en el este de Ucrania (alentada por la misma Rusia).

No es la primera vez que Alemania se distancia de sus aliados y socios en tiempos recientes. En la intervención militar lanzada sobre Libia en 2011 por Gran Bretaña y Francia, Alemania se negó tan siquiera a ofrecer un mínimo de apoyo material. Además, nunca cumplió el compromiso de dedicar el 2% de su PIB a defensa, y mantuvo su insistencia en que las economías de la Unión Europea afectadas por la crisis adhieran a presupuestos de austeridad que limitan el déficit a una proporción fija de su producción económica.

De hecho, durante toda la crisis de la eurozona, Alemania hizo sólo lo mínimo indispensable (y siempre en el último momento posible) por ayudar a sus socios europeos. Y parece que la obsesión de los líderes alemanes con prolongar la “década dorada” de las exportaciones alemanas los obliga a guardar silencio en temas como las violaciones a los derechos humanos en China y su conducta agresiva hacia sus vecinos asiáticos. Silencio recompensado con las primeras reuniones de gabinete conjuntas de la historia entre una democracia y una dictadura comunista, que tendrán lugar en la segunda mitad de este año en Berlín.

Parece que la fortaleza económica produjo tanto en Alemania como en Corea del Sur una ilusión de independencia política que abre un abismo entre ambos países y sus respectivos aliados (agravado por las revelaciones de espionaje estadounidense, sobre todo a Merkel). Pero Alemania y Corea del Sur no ganan nada, y pueden perder mucho, al relegar sus alianzas a cambio de una neutralidad motivada por razones comerciales, aunque sea extraoficialmente. Cualesquiera sean los beneficios a corto plazo que reciban, no serán nada comparados con la debilidad estratégica respecto de Rusia y China.

Yuriko Koike, Japan's former defense minister and national security adviser, was Chairwoman of Japan's Liberal Democratic Party's General Council and currently is a member of the National Diet. Traducción: Esteban Flamini

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