La nueva recesión del 2012

Estas últimas semanas se han hecho públicas las previsiones para la economía española del FMI (caída del PIB del -1,7%), al igual que las del Banco de España (retroceso interanual de la actividad del -1,5%). Y pronto deberíamos conocer las de la Comisión Europea y las del propio Gobierno, marco indispensable para la programación presupuestaria. Y, probablemente, apunten a un 2012 francamente malo. Para el 2013, estas instituciones apuntan un crecimiento prácticamente nulo, con lo que la doble recesión, como se ha venido en llamar, se extendería cerca de dos años.

¿No nos queda ninguna esperanza? Para entender dónde nos encontramos, hasta qué punto estas previsiones son o no excesivamente duras, y qué nos depara el futuro inmediato, hay que comprender las razones de esta nueva recaída. Razones parcialmente imputables a nosotros y, parcialmente, exteriores.

Por lo que respecta a nuestra responsabilidad, esta deriva de que los ajustes a los que nos comprometimos en el 2010 con la Comisión Europea (reconducir el déficit público del conjunto de las administraciones desde el 11% del 2009 a una cifra inferior al 3% en el 2013) solo los cumplimos en parte; y ahora, en el 2012 y el 2013, tenemos mucho que hacer, y ello quiere decir, lastimosamente, menos crecimiento.

Cierto que en el 2010, tras aquel fin de semana de principios de mayo en el que España estuvo a punto de ser intervenida, el Gobierno de Rodríguez Zapatero recondujo bruscamente la situación y, con una combinación de aumento de ingresos (subida del IVA y de los impuestos que gravan el tabaco) y contención del gasto (congelación de las pensiones y reducción de los sueldos de los trabajadores públicos un 5%), consiguió cerrar el ejercicio con un déficit del 9%, tal y como se había pactado. En el 2011 las cosas, lamentablemente, se torcieron. Demasiadas elecciones (locales, autonómicas y generales) pospusieron los ajustes en los distintos niveles de la Administración, de forma que el déficit que deberíamos haber alcanzado (6% del PIB) se ha quedado por encima de un elevado 8%. Por tanto, para el 2012 alcanzar el 4,4% acordado con Bruselas parece una tarea si no imposible sí titánica, y las primeras medidas (aumento de impuestos del IRPF e IBI y reducción de gasto) van a significar una mordida importante al crecimiento del PIB, que será más elevada cuanto mayor sea el ajuste del déficit. Pero sea cual sea el nivel de déficit a alcanzar (el Gobierno de Mariano Rajoy quiere alargar el periodo de reducción, si es que Alemania está dispuesta a aceptarlo), la actividad del sector público va a restar en torno a dos puntos porcentuales al crecimiento.

Por si ello no fuera suficiente, la crisis del euro ha frenado en seco el crecimiento europeo, con reducciones importantes en el avance del PIB en Alemania, Francia y otros países, y expectativas de caídas en Italia y España, junto a Portugal y Grecia, lo que tiene consecuencias negativas sobre nuestro sector exterior. Esta nueva fase de la crisis financiera (otra vez, una crisis dentro de otra), se originó por la incapacidad italiana de hacer un mínimo ajuste. Y, a partir del pasado verano, los tipos de interés se descontrolaron, afectando seriamente a la deuda pública española y cerrándose los mercados de financiación internacional para nuestro sistema financiero y nuestras empresas. Ello ha acentuado la crisis del crédito que, además, se ha reforzado por la situación más delicada de la gran banca europea, afectada por las caídas de precios de la deuda de los países periféricos y por el hundimiento de las bolsas.

Estas son las razones del cambio de rumbo de la economía española desde el pasado verano, claramente perceptibles con la caída del PIB en el cuarto trimestre del 2011 (con una reducción sobre el trimestre anterior del -0,2%).

¿Cabe esperar mejoras en los próximos meses? ¿De dónde podrían proceder? Vaya por delante que en economía, como en la vida, todo es susceptible de empeorar. Pero en la hipótesis de que el área del euro consiga estabilizarse, tal y como lo sugieren la reducción de las primas de riesgo que hemos observado desde diciembre, y se avance hacia un nuevo pacto en Europa, cabría esperar que la confianza sobre el futuro del euro fuera recuperándose.

Es cierto que hay problemas pendientes, y que Grecia y Portugal pueden darnos un susto en los próximos meses. Pero cabe suponer que esta vez estaremos más preparados. Con una economía europea que comenzara a mejorar a partir del segundo trimestre, el resto de la economía global también encontraría bases más sólidas para continuar su expansión. En este contexto más positivo, nos queda el efecto negativo del ajuste fiscal. Pero lo que probablemente terminaremos haciendo ahora (reducir el déficit hasta el 6% del PIB) no es distinto de lo que se hizo en el 2010, y entonces el avance del PIB fue, ciertamente, negativo, pero de forma modesta (un -0,3%). En suma, vienen curvas. Pero es posible, e incluso probable, que, a partir de la primavera, respiremos algo más aliviados.

Por Josep Oliver Alonso, catedrático de Economía Aplicada de la UAB.

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