La ola verde en Alemania

Si las tendencias de las encuestas actuales continúan, puede que el próximo canciller alemán sea Robert Habeck, colíder de los Verdes. Su partido se ha convertido en la primera fuerza política del país en las últimas encuestas, y Habeck mismo lleva varias semanas en el podio de los políticos más populares de Alemania.

Este corrimiento tectónico a favor de los Verdes se debe a varios factores, entre los que destaca el creciente malestar de la opinión pública alemana con la “gran coalición” gobernante, formada por la Unión Demócrata Cristiana (CDU), la Unión Social Cristiana (CSU, rama bávara de la CDU) y el Partido Socialdemócrata (SPD).

Annegret Kramp-Karrenbauer, que reemplazó a la canciller alemana Angela Merkel como líder de la CDU en diciembre, ha intentado restaurar la popularidad de su partido recalcando su propio historial conservador. Pero la estrella de la CDU sigue cayendo, y encuestas recientes indican que apenas el 13% de los votantes consideran a Kramp-Karrenbauer una candidata apta para la cancillería.

Al SPD le va todavía peor. Tras unos resultados desastrosos en la elección de mayo para el Parlamento Europeo, ahora el partido está bajo la dirección de un triunvirato interino. No extraña que sólo una minoría de los alemanes crean que la gran coalición sobrevivirá a los próximos meses.

El derrumbe de la coalición tiene dos beneficiarios posibles: los Verdes y los populistas de derecha de Alternative für Deutschland (AfD). Fundado en 1980 como un movimiento ambientalista y pacifista, el partido de los Verdes se ha reconstituido como hogar político natural de los votantes urbanos de clase media que son liberales en lo cultural y pragmáticos en lo económico.

El nuevo orden está personificado en sus dos líderes, Habeck y Annalena Baerbock, ambos pertenecientes al ala “Realo” del movimiento (opuesta a la facción “Fundi” de los ambientalistas intransigentes). Desde que tomaron control conjunto del partido a principios de 2018, Habeck y Baerbock vienen haciendo un trabajo silencioso para modernizar la imagen tradicional de la organización, que la mostraba como un “partido de las prohibiciones”. Esto llevó a la desaparición casi total de propuestas distintivas del partido (por ejemplo, que en los comedores de las empresas se ofrezca comida vegetariana y que se tripliquen los impuestos a los combustibles).

Además, a la par del desplazamiento de los Verdes hacia el centro, el centro se desplazó hacia los Verdes. Sus demandas, otrora radicales, de descontinuar el uso de la energía nuclear y legalizar el matrimonio homosexual ahora son políticas de Estado, totalmente a tono con las ideas predominantes.

Asimismo, después de intensas olas de calor y protestas mundiales que pusieron de relieve la amenaza del cambio climático, la mayoría de los votantes alemanes ahora consideran que este tema debe encabezar la agenda política. Los Verdes, por supuesto, vienen diciendo eso hace años, y por eso ganan por amplia mayoría cuando a los encuestados se les pregunta: “¿Qué partido ofrece las mejores respuestas a los problemas del futuro?”.

A esto hay que sumarle la figura de Habeck. Aunque lleva más de una década en política, tiene mayoritariamente una imagen de antipolítico, que combina la autenticidad y un vocabulario sencillo con el carisma personal. Es doctor en filosofía, publicó novelas y libros infantiles y tradujo obras de poesía, muchas de ellas con su esposa. También desafió a la ortodoxia de izquierda con su defensa de una forma progresista de patriotismo (un tema delicado en Alemania), algo que puede acercarlo a los votantes de centro.

El súbito surgimiento de Habeck llevó a que algunas importantes figuras de los medios lo hayan bautizado “el próximo Kennedy de Alemania”. Pero una comparación más adecuada es con el presidente francés Emmanuel Macron. Como este, Habeck fascinó a una base de votantes entusiastas y llenó el vacío ideológico que dejó el establishment político. Y a pesar de sus diferencias en estilo y en sustancia, los dos líderes tienen ideas similares en relación con la integración europea, el multilateralismo, las migraciones y el cambio climático.

Además, ambos son, a su manera, figuras polarizantes. Tras ganar la presidencia francesa hace dos años, el apoyo a Macron cayó en picado. Además de las protestas de los “chalecos amarillos” que convulsionaron París y otras ciudades, dos tercios de los votantes franceses ahora dicen estar insatisfechos con la actuación de Macron.

Macron está aprendiendo del peor modo que ganar una elección no es lo mismo que ganar el debate político. Los Verdes alemanes deberían tomar nota, especialmente porque algunos de sus proyectos políticos todavía no están claros. El partido aún no presentó una plataforma convincente en relación con una amplia variedad de cuestiones de política interior y exterior que los futuros gobiernos alemanes tendrán que encarar. Podría entonces ocurrir que una vez en el poder, los Verdes enfrenten un dilema similar al de Macron, entre moderar su agenda, con riesgo de perder el apoyo de las bases, o impulsar grandes reformas, con riesgo de desatar una reacción popular.

Es verdad que la situación alemana es distinta a la de Francia. El desempleo sigue siendo bajo, y una mayoría de los alemanes están satisfechos con su situación económica. Pero la polarización entre ricos y pobres está creciendo, y los altos costos sociales de las propuestas de los Verdes en materia de medioambiente y energía pueden generar una resistencia férrea. Con la AfD agazapada a la espera del momento de explotar el descontento popular, la delantera de los Verdes en las encuestas actuales no debería darse por asegurada.

De un modo u otro, un gobierno de los Verdes enfrentará oposición, de sus propios partidarios o de la opinión pública en general, según qué camino tome. El éxito dependerá en gran medida de los socios de coalición. Si el apoyo a los Verdes se mantiene, el partido tendrá que decidir entre conformar una alianza de orientación izquierdista o acercarse a la centroderecha de la CDU/CSU.

Esa elección, suponiendo que se vuelva necesaria, será no sólo de los Verdes, sino también de sus votantes y de los otros partidos. Aunque Habeck bien puede llegar a ser canciller, es imposible predecir con qué coalición tendrá que cooperar, o cuál será el estado de ánimo del país que gobernará.

Michael Bröning is Head of the International Policy Department of the Friedrich-Ebert-Stiftung, a think tank affiliated with the Social Democratic Party of Germany. Traducción: Esteban Flamini.

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