Por Ana Gerschenson (LA NACION, 20/03/05):
Son tiempos de replanteos en el moderno edificio de las Naciones Unidas, donde flamean las banderas de los 191 países que integran el mayor organismo multilateral del planeta.
La falta de poder real para evitar que Estados Unidos invadiera Irak en el 2003, las denuncias de abusos sexuales cometidos por sus soldados en misiones de paz y las recientes investigaciones que desataron un escándalo de corrupción por sobreprecios pagados durante la instrumentación del programa "petróleo por alimentos" en Irak, en los años 90, debilitaron la credibilidad del organismo en los últimos meses.
La ONU fue creada en 1945, en un contexto bipolar, teñido por la lucha ideológica entre socialismo y capitalismo. Sus gestores fueron el presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt, el premier británico Wilson Churchill y el líder de la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, Joseph Stalin. Reunidos en Yalta acordaron las bases de lo que luego serían las Naciones Unidas.
Los países fundadores de la ONU reunidos en la ciudad de San Francisco, donde se aprobó la Carta de las Naciones Unidas y el Estatuto de la Corte Internacional de Justicia, establecieron entre sus propósitos el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, el fomento de las relaciones de amistad entre las naciones -basadas en los principios de igualdad de derechos y del respeto a la libre determinación de los pueblos- y la cooperación entre los países en la solución de las problemáticas internacionales de tipo económico, social, cultural o humanitario.
¿Se han apartado hoy las Naciones Unidas de su objetivo inicial?
En diálogo con LA NACION, el analista internacional Juan Gabriel Tokatlian, director del departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad de San Andrés, explicó que "definitivamente, la ONU antes de la tragedia del 2001, en Estados Unidos, y en particular desde la finalización de la Guerra Fría, no logró aggiornarse institucionalmente frente a un nuevo escenario en el habían desaparecido los elementos que antes hacían a la potencialidad de una confrontación, con una agenda renovada en términos sociales y políticos". Tokatlian destaca que, para cuando ocurrieron los atentados de 2001, la ONU ya era un organismo que había quedado demorado, lo que ayudó a que Estados Unidos convirtiera el unilateralismo -hasta ese momento una política selectiva- en una política persistente.
Pero no es la fecha de los atentados terroristas del 11 de septiembre del 2001 la que para los analistas marca el debilitamiento acelerado de las Naciones Unidas como ámbito de gravitación para resolver los conflictos internacionales. Si hubo un momento en el que el organismo quedó descolocado fue en marzo del 2003, cuando Estados Unidos, con el respaldo del Reino Unido y España, decidió lanzar una guerra contra Irak, contradiciendo lo dispuesto por las resoluciones de la ONU.
La autoridad mundial que había construido desde su gestación en 1945 quedó por lo menos resquebrajada el día de la invasión. Aunque es cierto que la Casa Blanca volvió a mirar al organismo una vez que las cosas se complicaron institucional y militarmente en Irak.
El propio secretario general, Kofi Annan, en una columna titulada "¿Para qué sirve la ONU?", se defendió de las críticas rescatando que "cuando los Estados Unidos y sus aliados desearon que una entidad con amplio apoyo nacional e internacional les ayudara a dirigir el país, acudieron a la ONU y a mi representante especial Sergio Vieira de Mello, para pedir ayuda". Y recordó que "el año pasado, cuando los Estados Unidos y sus aliados desearon transferir el poder a un gobierno interino iraquí, nuevamente pidieron ayuda a la ONU. Sabían que la legitimidad y soberanía del nuevo gobierno sólo serían aceptadas si la Organización estaba involucrada en el proceso".
El embajador argentino ante la ONU, César Mayoral, describió la relación de la ONU y Washington con más pragmatismo: "Hay una idea de que Estados Unidos puede prescindir de las Naciones Unidas y creo que eso es erróneo. Así como las Naciones Unidas no pueden prescindir de los Estados Unidos porque éste aporta el 22 % de su presupuesto -además de ser la potencia militar, económica y política más fuerte de la Tierra-, los Estados Unidos no pueden prescindir de las Naciones Unidas porque, de alguna manera, les permiten vehiculizar políticas en las que individualmente les va mal. Por ejemplo, Irak".
El convencimiento de que en los últimos años el organismo pasó a ser funcional a la política exterior estadounidense es cada vez más fuerte.
Tokatlian lo explica con crudeza: "Lo que está haciendo la ONU es desvirtuar su razón de ser en función de tratar de conceder cada vez más a objetivos y prácticas de los Estados Unidos y, en consecuencia, la comunidad internacional debe volver a poner como eje fundamental el dilema de la paz y la seguridad internacionales y debe tener, si es que necesita, una reforma que le dé más fortaleza a la secretaría general, que le dé más autoridad, que le dé más poder y que no la convierta en una especie de Cruz Roja más sofisticada que sólo sigue las catástrofes internacionales o, lo que es peor en algunos casos, que esté inmovilizada".
Escándalos
Por si las críticas al funcionamiento del organismo no fueran suficientes, la aparición de escándalos de corrupción y violaciones a los derechos humanos por parte de los cascos azules en misiones de paz generaron aún más cuestionamientos. Gracia Machel, experta de la ONU, denunció, en su trabajo "El impacto de los conflictos armados en los niños", la relación existente entre la llegada de cascos azules y el aumento vertiginoso de la prostitución infantil en siete de doce países sondeados. El escándalo involucró a soldados desplegados en Africa, Asia y Europa.
Un informe realizado por "SC Alliance" para UNICEF, el brazo de las Naciones Unidas que se ocupa de la situación de los niños en el mundo, también reveló datos espeluznantes. Y es que cascos azules italianos desplegados en Mozambique en 1993 y 1994 habrían pagado un dólar a niñas de entre 12 y 18 años para mantener relaciones sexuales. En 2001, la ONU reconoció que policías que trabajaban en su misión en Kosovo tenían vínculos con el tráfico de prostitutas.
A fines del año pasado, una denuncia rozó al secretario general. Según una investigación que lleva adelante el ex presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos, Paul Volcker, hubo sobreprecios y conflicto de intereses en el programa "Petróleo por Alimentos", instrumentado en Irak entre 1996 y 2003. El plan -que permitió al Gobierno de Saddam Hussein vender crudo para financiar la compra de artículos de necesidad básica por 67 mil millones de dólares- involucró a Kojo Anna, hijo del secretario general, que trabajaba en una de las empresas proveedoras de alimentos: "conflicto de intereses".
Con este panorama, está claro que no es fácil lo que viene en la reformulación de la ONU como tal. Pero sí es urgente.
Desde hace más de una década que se habla de programas de reformas en el seno del organismo, pero hasta ahora ninguna ha sido lo suficientemente profunda como para cambiar el perfil de la ONU o, al menos, fortalecerla.
Además de las reformas administrativas, los países miembros reclaman la ampliación del Consejo de Seguridad, formado actualmente por 15 miembros, de los cuales 5 son permanentes y 10 son elegidos por la Asamblea General por un período de 2 años. Los miembros permanentes son Estados Unidos, Rusia, China, Francia y el Reino Unido. Y la propuesta inicial es la creación de un puesto permanente para cada una de las tres regiones que no están representadas en el Consejo: América latina y el Caribe, Africa y Asia. Y la admisión de Japón y Alemania como miembros permanentes en el Consejo de Seguridad.
La discusión ni siquiera comenzó. Pero la crisis en la ONU está instalada, por lo que esta semana Annan propondría que se discuta a fondo (y se vote) un menú de reformas durante una cumbre de jefes de Estado que se realizará en septiembre en Nueva York.
Claro que, luego de tantos años de debates irresueltos, resurge el escepticismo. Como el del analista Tokatlian: "Definitivamente, es el único ámbito político y diplomático en el cual hay, al menos, una pontencialidad de restringir el poder del más poderoso y que no se vuelva un poder arbitrario y, por otro lado, darle voz a los actores menores dentro del sistema internacional. La Organización de las Naciones Unidas sigue siendo el referente principal en términos de todo lo que es el derecho internacional. Pero si no afronta un debate mucho más profundo, el peligro que tiene la ONU hacia el futuro es que se vuelva irrelevante. Antes se veían proclamas llamando, clamando por las Naciones Unidas. Hoy se escuchan consignas, en algunas movilizaciones en Sudamérica, contra las Naciones Unidas; también por la parálisis de las Naciones Unidas o porque se dejan manipular por los Estados Unidos. En los cincuenta y más años del organismo, yo no había visto manifestaciones de ese tipo; eso habla en parte, insisto, no de la irrelevancia sino del fuerte descrédito al que pueden llegar las Naciones Unidas".
Mayoral lo pone en estos términos: "Sin la ONU sería mucho peor, la prueba está en que cuando se rompió la Liga de las Naciones se llegó a la Segunda Guerra Mundial. No sé si la Liga de las Naciones lo hubiera podido impedir, pero es un lugar intermedio donde se pueden dialogar las cosas, bilateralmente no se puede hacer nada".
Annan se pregunta "¿para qué sirve la ONU?", y se responde: "La ONU no sobrevivirá en el siglo veintiuno si la gente común no percibe que está trabajando para ellos, protegiéndolos de los conflictos (civiles e internacionales), de la pobreza, el hambre, las enfermedades y la degradación del medio ambiente".
Esa lista, más el desafío de recuperar su poder de gravitar en el equilibrio internacional, son los grandes desafíos que tiene por delante la ONU del tercer milenio.