La opción de llevar pañuelo

Hace unos días, la ministra de Igualdad, Bibiana Aído, hizo unas declaraciones polémicas en la jornada parlamentaria sobre el papel de las mujeres en la Alianza de Civilizaciones. Según la ministra, las prácticas culturales que vulneran los derechos humanos o que discriminan a las mujeres "no tienen por qué ser protegidas". Como musulmana y española, comparto totalmente esa postura: no se pueden proteger los matrimonios forzosos, la mutilación genital femenina, el enclaustramiento de las mujeres y tantas otras prácticas abominables que atentan contra los derechos humanos y son claramente antiislámicas. Los musulmanes tenemos la responsabilidad ética y moral de denunciar públicamente la manipulación que se hace del islam.

Una cosa es la cultura y otra, la religión. No basta con pensar que eso es una obviedad, sino que debemos alzar la voz para acallar a los que utilizan el islam para mantener el patriarcado, las desigualdades sociales y económicas y todo tipo de discriminaciones. Pero en su denuncia, la ministra se refería concretamente al uso del pañuelo por parte del colectivo musulmán: "En nuestro país, los hombres árabes o musulmanes pueden vestir al modo occidental porque su cultura no les exige que lleven ningún símbolo. Las mujeres, sin embargo, llevan vestidos largos que les tapan el cuerpo y también un pañuelo sobre la cabeza que les cubre el cabello".

Si analizamos con detenimiento sus palabras, nos damos cuenta de que hay bastantes cosas que chirrían.

Lo primero que salta a la vista es que identifica a los musulmanes con los extranjeros (los árabes), lo que crea una fractura entre la nacionalidad y las creencias religiosas, además de reproducir ciertos estereotipos. ¿Qué significa vestir al modo occidental? ¿Visten igual una anciana, una campesina, una ejecutiva, una monja, una top model y una rapera? ¿Cuál es la cultura de los musulmanes? ¿La malaya, la marroquí, la española, la afgana? ¿Todas las musulmanas llevan pañuelo y ropas largas? Es un error pretender que existe por un lado una cultura occidental y por otro una cultura islámica porque se confunde el territorio con las creencias o, lo que es peor, se presentan como dos bloques monolíticos y antagónicos.
Muchos hombres musulmanes inmigrantes también visten según su cultura de origen, algo que no podemos criticar y que da colorido a nuestra sociedad, ayudándonos a salir de una larga historia de imposiciones y de monolitismo cultural.

Las razones para llevar el pañuelo son múltiples: no son solo culturales, sino también políticas, sociales y religiosas. Pero eso no significa que los hombres impongan su uso necesariamente. Identificar el pañuelo con un símbolo de sumisión supone obviar esas múltiples motivaciones.

La ministra de Igualdad tampoco ha tenido en cuenta al colectivo de mujeres musulmanas españolas ni a las futuras generaciones que son y serán de cultura española. Si aceptamos que el uso del pañuelo tiene que ver únicamente con una práctica extranjera, entonces consideramos que las musulmanas que lo llevan son eternas extranjeras. Es algo que tarde o temprano creará tensiones. ¿Es compatible ser musulmana con pañuelo y española? Ni la sociedad ni el Estado deberían obligar a nadie a elegir.

El Estado no debería aplicar una política demasiado intervencionista en cuestiones que atañen a las elecciones personales de los ciudadanos. Legislar sobre la vestimenta de las mujeres es, en sí, una paradoja: se asume erróneamente que a todas se les impone el uso del pañuelo y por ello se impone a su vez que se descubran el pelo. El problema no es el pañuelo, es la imposición.
El Estado no debe contribuir a la demonización de las mujeres musulmanas, muchas de las cuales se ven sometidas a una triple discriminación (como inmigrantes, como mujeres y como musulmanas). En vez de atacar a las mujeres más desfavorecidas de la sociedad, lo que debería hacer un ministerio que se preocupase realmente por la igualdad es ayudar a mejorar su situación. En vez de repetir estereotipos negativos, lo que debería hacer es defenderlas de las discriminaciones y de los ataques que sufren a causa de su religión. Debería apoyar las iniciativas a favor de la igualdad de los sexos dentro del islam, ya que entran de lleno en los objetivos de la Alianza de Civilizaciones. Es el trabajo de las llamadas feministas islámicas, un trabajo que se ha hecho visible gracias a los congresos internacionales de Feminismo Islámico que la Junta Islámica Catalana lleva organizando desde 2005.

Es una lástima que lo único que trascendiera de esa jornada fuera la polémica en torno al pañuelo. Poco sabemos sobre cuál es el papel real de las mujeres en la Alianza de Civilizaciones. Tampoco sabemos cuántas mujeres musulmanas participan en este proyecto, cuántas han sido consultadas y qué poder de decisión tienen en general. Las organizaciones feministas musulmanas que trabajan por la igualdad de género así como los y las intelectuales musulmanes que abogan por los derechos humanos y la democracia, deberían formar parte integrante de la Alianza de Civilizaciones si no queremos que sea un escaparate muy bonito, pero vacío.

Ndeye Andújar, vicepresidenta de la Junta Islámica Catalana.