La oportunidad de América Latina

Por Raúl Alfonsín, ex presidente de Argentina (LA VANGUARDIA, 03/01/06):

Durante este pasado año se distinguió, aún con mayor claridad e intensidad, un creciente número de países latinoamericanos decididos a trabajar con la finalidad de ampliar los márgenes de autonomía nacional y regional. La elección de José Miguel Insulza como secretario general de la Organización de Estados Americanos y la consecuente derrota del candidato sostenido por la Administración Bush marcan la tendencia declinante del liderazgo continental de EE.UU. No sólo perdió el control de la OEA, una organización que generalmente había respondido a los intereses norteamericanos; tampoco logró que la cumbre de las Américas celebrada en Mar del Plata emitiera una declaración por unanimidad en apoyo de sus pretensiones comerciales y políticas. Este retroceso es más visible si se considera que se trata de una instancia concebida originariamente para promover la defensa de esos intereses. Han fracasado también los intentos de la Casa Blanca de disciplinar al Gobierno de Venezuela; tampoco ha logrado que importantes gobiernos de la región se adhieran a la política de aislamiento que pretende imponerle a Caracas. La misma frustración la sufre en su intención de obtener apoyo regional a su política de involucramiento directo en el conflicto que afecta a Colombia. En una dirección opuesta se podría señalar la elección del colombiano Luis Alberto Moreno como presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, con el respaldo de EE.UU. y la posibilidad de que el organismo financiero mantenga la política ortodoxa inspirada en las propuestas neoliberales. En cuanto a los distintos proyectos de integración, tanto a nivel continental como subregional, puede diferenciarse entre aquellos países que procuran previamente una coordinación y cooperación entre sí, con la intención de mejorar la capacidad negociadora, y aquellos otros que procuran una relación directa con Washington. En el primer grupo está el proyecto de construir la Comunidad de Naciones Sudamericanas, impulsado por Brasil y respaldado sobre todo por Argentina y Venezuela. Los países del Mercosur -los ya nombrados Brasil y Argentina, más Paraguay y Uruguay- no buscan la confrontación con nadie, sino la defensa de sus respectivos intereses nacionales y de un orden internacional más justo y democrático. En el segundo grupo, el de aquellos países que procuran una relación directa con Washington, se pueden distinguir dos matices: los que lo hacen de modo individual, como Colombia, Ecuador y Perú, y aquellos que lo buscan desde una perspectiva regional: los países de América Central y la República Dominicana. Todos ellos están en línea con la política ya inaugurada por México o, de un modo más tenue, con la de Chile. La confrontación por razones ideológicas podría tener consecuencias políticas, que afectarían a toda la región, si se agravare la tensión entre Venezuela y EE.UU., o si se produjere un triunfo electoral del Frente Sandinista de Liberación Nacional en Nicaragua. La eventual composición de un triángulo que uniere La Habana, Caracas y Managua sería considerada por EE. UU. como una amenaza para la estabilidad de la región, y tendría la peligrosa consecuencia de incluir a América Latina en la agenda de seguridad de la Casa Blanca. El triunfo de Evo Morales en Bolivia podría aumentar la preocupación de Washington. Sin embargo, América Latina no debe ser vista solamente en sus relaciones con EE.UU. Existe una honda y permanente preocupación por la situación interna de ciertos países que sufren crisis políticas e institucionales casi permanentes, como son los casos de Haití, Ecuador y Bolivia; y lamentablemente, para el año próximo, no se ve que las causas estructurales que las originaron puedan comenzar a ser resueltas. Los problemas locales pueden exacerbar las tensiones regionales. Durante el 2005 Chile y Perú han disputado por sus fronteras marítimas, y en Bolivia crecen las demandas a favor de la recuperación de la salida al mar y la utilización del gas como instrumento de presión política. Colombia y Venezuela tienen constantes conflictos de jurisdicción y, en América Central, está el conflicto instalado entre Costa Rica y Nicaragua por la navegación del río San Juan. Estos problemas amenazan con desatar una carrera armamentista, cuando los problemas más graves que afectaron a América Latina este año, y lo seguirán haciendo en los próximos diez o veinte años, son la pobreza, la desigualdad y la marginación crecientes. Si no se los atiende, la desestabilización se irá extendiendo. Otro problema que afecta a muchas naciones latinoamericanas, e incluso a EE.UU., en su frontera con México, es el que producen las migraciones masivas. A veces son las condiciones económicas sociales las que actúan como detonante para expulsar a miles y miles de nacionales, y otras veces, especialmente en el pasado, lo han sido distintas situaciones de violencia. Si la pobreza y la violencia no desaparecen, será imposible evitar el fenómeno de desplazamientos de pueblos enteros, y la violación de los derechos humanos de estas personas seguirá representando una vergüenza para todos quienes creemos en la dignidad del ser humano. América Latina tiene la oportunidad de discutirse a sí misma, en libertad y democracia, de identificar los problemas más graves que la afectan, y procurar construir una sociedad más justa.