La oportunidad económica que México no está viendo

Un grupo de personas que decidieron migrar desde Centroamérica caminan por la riviera del Río Bravo, que divide México de Estados Unidos. Julio César Aguilar/Agence France-Presse — Getty Images
Un grupo de personas que decidieron migrar desde Centroamérica caminan por la riviera del Río Bravo, que divide México de Estados Unidos. Julio César Aguilar/Agence France-Presse — Getty Images

La crisis migratoria que ha desatado el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, es una enorme oportunidad económica para México. Si la sabe aprovechar.

Las personas deportadas desde Estados Unidos con experiencia laboral y alto nivel educativo, además del flujo de jóvenes centroamericanos con necesidad de empleo, pueden convertirse en un bono demográfico inesperado para México y su economía. Por lo mismo, la política migratoria de Andrés Manuel López Obrador debe cambiar de enfoque: en lugar de ser la policía fronteriza de Estados Unidos, puede unirse al consenso de estudios recientes que muestran que la migración es positiva si se desarrollan estrategias para potenciar sus efectos. El gobierno mexicano debe responder y coordinarse para convertir esta situación en un beneficio, algo urgente ante una economía que no crece.

Las políticas migratorias de los dos últimos presidentes estadounidenses, Barack Obama y Trump, han creado un flujo constante de deportados mexicanos que vivían indocumentados en Estados Unidos. De 2009 a 2017 fueron deportados 2,4 millones de mexicanos. El flujo es tan abundante que, si los retornados de la última década se concentraran en una localidad, esta sería la quinta ciudad más grande de México, mayor que centros urbanos medulares para el desarrollo económico del país como Toluca y Querétaro.

A los retornados, se le debe agregar el incremento en el flujo de personas de Centroamérica que han decidido migrar y que recorren México en búsqueda de oportunidades laborales. En 2015, se estimaba que cerca de 377.000 personas provenientes de Centroamérica transitaban por México rumbo a Estados Unidos, de los cuales el 56 por ciento eran aprendidos por la patrulla fronteriza estadounidense. Hoy las cifras son mucho mayores. Las autoridades migratorias de Estados Unidos han detenido o decretado inadmisibles a 560.000 migrantes en lo que va del año, dato que podría significar que el flujo de migrantes se ha más que duplicado.

Estas oleadas migratorias suelen causar preocupación por sus impactos en el mercado laboral doméstico. El 64 por ciento de los mexicanos considera que los inmigrantes son una carga porque ocupan los empleos y beneficios que les corresponden a los mexicanos.

Sin embargo, esta preocupación no está necesariamente fundada. Con políticas adecuadas de inserción, los retornados mexicanos y personas migrantes de Centroamérica pueden convertirse en una palanca de desarrollo para México. La economía mexicana lo necesita pues actualmente está creciendo al cero por ciento y podría caer en una recesión si la economía de Estados Unidos continúa incierta.

Hay dos razones por las que los migrantes son una oportunidad para México.

Primero, los retornados mexicanos suponen una llegada de capital humano no visto en México desde que Lázaro Cárdenas acogió a los exiliados españoles de la Guerra Civil. Muchos de los deportados no solo cuentan con educación y experiencia laboral, sino con un valor agregado enorme: tener experiencia laboral, encontrarse en sus años más productivos y hablar inglés.

En los últimos años, los deportados han tenido perfiles económicamente más atractivos. El 83 por ciento son adultos en edad productiva y el 63 por ciento tenían trabajos en ese país que les permitían mantener su propio hogar. Más aún, el 35 por ciento habla inglés, algo muy atractivo pues, en México, siete de cada diez compañías en expansión necesitan colaboradores que dominen el idioma, y solo el 9,4 por ciento de los mexicanos lo hace.

Las características de los mexicanos que regresan desde Estados Unidos los convierten en un bono demográfico para México. Se trata de una situación que incluso podría impulsar la creación de nuevos negocios. En Uganda, poblaciones de inmigrantes de Congo, Sudán y Somalia han dado pie a proyectos emprendedores exitosos. En Estados Unidos, más de la mitad de los negocios valuados en más de mil millones de dólares ha sido creada por migrantes. Con el apoyo correcto, los retornados entrenados en los estándares laborales de Estados Unidos podrían abrir negocios y talleres en áreas que van desde la agricultura de alto valor hasta los servicios bilingües.

Segundo, la crisis migratoria creada por el aumento de centroamericanos que cruzan el país y que posiblemente terminen quedándose en México puede ser una gran oportunidad económica: existe mucha evidencia de que la migración de trabajadores poco calificados tienden a aumentar la productividad de las naciones receptoras. Si las naciones receptoras logran retener y utilizar el trabajo migrante para actividades productivas, la llegada de inmigrantes se convierte en un complemento al trabajo realizado por locales, lo que aumenta la capacidad para que estos últimos produzcan en actividades de mayor valor agregado.

Esta oportunidad económica solo se dará si el gobierno mexicano implementa un programa de inserción adecuado, ambicioso y urgente, algo que no se está haciendo todavía. El gobierno opera de forma desarticulada con múltiples programas que no tienen diálogo efectivo y sin objetivos comunes fuertemente delimitados.

México debe volcarse por completo a cambiar esta situación. Debe exigir a Estados Unidos que las deportaciones se lleven a cabo de forma geográficamente estratégica y ordenada hacia ciudades con capacidad de absorción laboral. Al momento, los retornados están siendo depositados solo en las ciudades fronterizas.

También se debe cambiar el enfoque de las políticas migratorias a fin de acelerar el proceso de reinserción productiva. El gobierno puede proveer desde clases remediales de inglés para llevarlos a un nivel más alto, apoyos al emprendedurismo y acompañamiento en la apertura de negocios. Se debe diseñar un plan en alianza con la iniciativa privada mexicana para certificar, nutrir y canalizar los conocimientos con los que llegan los migrantes.

México debe ver este momento histórico y entender su potencial económico. Se estima que el 44 por ciento de los deportados no planea regresar a Estados Unidos y no es descabellado pensar que un buen porcentaje de los centroamericanos podrían quedarse a trabajar en México si se les dan las condiciones. Estos migrantes pueden ser el impulso para su crecimiento económico.

Viridiana Ríos es analista política y profesora asistente visitante del Departamento de Gobierno de la Universidad de Harvard. Colabora regularmente en The New York Times en Español.

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