La otra carta de Cifuentes

Existen paralelismos entre la obtención de un máster oficial y las primarias para elegir un nuevo presidente en el Partido Popular de Madrid, más allá de quién fue la beneficiaria. En ambos casos es la misma persona, Cristina Cifuentes, que siempre sale ganando a sus compañeros tanto de universidad como de partido. Y no por sus méritos y esfuerzo, sino por unos privilegios sin fundamento.

No voy a ahondar en el asunto «mastergate», que en cualquier país verdaderamente democrático le costaría el cargo y la carrera política sólo por las explicaciones dadas en sede parlamentaria. Pero sí quiero hablar del otro caso, las primarias del PP de Madrid del año pasado. Era el primer proceso electoral con esta profundidad democrática en el PP. Lo que debía de haber sido una fiesta de participación, fue un proceso oscuro y opaco. Los afiliados de Madrid recibíamos siempre una carta informando de estos procesos electorales internos. Incluso para el último Congreso Nacional del PP se envió, firmada por la misma Cifuentes. Para las elecciones primarias de Madrid, no se envió. Y no sólo eso, se sustituyó el sufragio universal por un sufragio censitario, restringido a quienes se pudieran inscribir como electores.

El acceso al censo de electores potenciales, fue en desiguales condiciones. Mientras un candidato sólo pudo realizar unas pocas llamadas a través de una secretaría de la propia sede regional, la otra candidata dispuso libremente del censo electoral real y de un ejército a nómina de todos los madrileños. Fijémonos que una de las denuncias que se realiza en el «mastergate» es la vulneración de la Ley de Protección de Datos.

Ahora nos hemos preguntado dónde estaba Cifuentes, quien voluntariamente desde el escándalo del «mastergate» no salía en los medios. Entonces, el candidato rival a las primarias fue silenciado víctima de un apagón informativo. Y no sólo eso, sino que sufría ataques de miembros del Gobierno regional en programas de televisión y radio, sin que se concediese ni derecho a réplica ni de rectificación. Se permitió el envío de una carta a los electores en las primarias. La carta del candidato rival fue previamente exigida por Génova para su censura y retenida para contraprogramarla. Es como ir a un examen conociendo las preguntas.

Durante la jornada electoral se pidió el voto en las sedes locales para la candidatura de Cifuentes. E incluso se impidió la participación de un interventor de la candidatura rival, por parte de Pedro Rollán, miembro destacado del Gobierno Cifuentes y posible sucesor. La denuncia realizada por este gravísimo hecho ni siquiera se ha cursado.

Cifuentes y yo fuimos en su día firmes defensores de las primarias. Pero cuando le tocó a ella presentarse, hizo trampas en el examen, negó el debate e impidió, por todos los medios que el aparato regional le brindaba, cualquier atisbo de igualdad entre los candidatos. El resultado fue que tan sólo 8.000 de los 95.000 afiliados la votaron. No fue el 95% como ella misma afirmó sino el 8,4%. Esa es la verdadera nota del examen.

El balance de este año es que el PP ha perdido uno de cada tres electores, y lo que es peor, la credibilidad y la confianza. No hay referentes ni liderazgo en Madrid. Cifuentes ya no es creíble, y Martínez-Almeida no recibe el apoyo que se merece un alternativo a Carmena. Por todo ello creo que, además de la ingenua carta de renuncia a un máster oficial obtenido, presuntamente, de manera fraudulenta, debe escribir otra carta. La otra carta debe ser dirigida a Mariano Rajoy, renunciando a la Presidencia del PP de Madrid. Estamos a tiempo de reconstruir nuestra credibilidad y recuperar el liderazgo que nunca debimos haber perdido. Estamos a tiempo de convocar a la España buena: la que detesta la corrupción y también las trampas, las mentiras y los abusos.

Luis Asúa fue candidato a la presidencia del PP de Madrid.

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