La otra mitad

Llevo muchos años intentando comprender qué significa la izquierda y la derecha, más allá de las diferencias de ideas o de valores que todos, más o menos, conocemos.

Lo primero que hay que decir es que las personas de derechas y las de izquierdas no se soportan entre sí. Esto no se debe exactamente a la diferencia entre sus ideas o sus visiones del mundo. El hecho es que las personas de izquierdas y las de derechas se encuentran, mutuamente, repelentes. Aborrecen sobre todo la forma de vestir, la forma de peinarse, la forma de moverse (los gestos, las formas de abrir una puerta, sentarse, comer, etcétera) pero sobre todo el acento, la forma de hablar de los otros. La gente de derechas aborrece el estilo desaliñado de los de izquierdas. Les asquea que lleven el pelo largo, que no se afeiten bien, que lleven ropa desgastada. La gente de izquierda, por su parte, aborrece el estilo repulido de los de derechas, la brillantina en el pelo, la corbata. Conozco muchas personas de derechas que para denigrar a un político o un intelectual de izquierdas, en vez de referirse a sus palabras o a sus ideas, se refieren a su ropa, a su camisa, a su perilla. Lo mismo al revés. El cutrerío de los progres. El pijerío de los fachas.

La otra mitadNo cabe duda de que los cutres desearían que todo el mundo fuera cutre, y que los pijos desearían que todo el mundo fuera pijo. Claro que los cutres no se ven cutres a sí mismos: se ven alternativos, encantadores, abiertos, libres, exóticos, aventureros, jóvenes, carentes de convenciones. Y los pijos tampoco se consideran pijos a sí mismos, sino personas agradables, bien vestidas, elegantes, civilizadas, alegres, cariñosas, encantadoras, dignas de confianza, sólidas y respetables. ¿Sería posible que algunas de las virtudes de un lado pasaran al otro? ¿Sería posible que unos miraran a los otros sin odio y sin miedo?

Puesto que provengo de una familia de izquierdas, y que yo mismo, si tuviera que definirme políticamente (lo cual supondría definir sólo una parte de mi persona) tendría que definirme como persona de izquierdas, comprendo mejor la forma de ser de izquierdas. Siento que las personas de izquierdas son más «mi gente», sobre todo por el acento, por la forma de hablar. Los acentos de la gente de izquierdas me resultan más próximos, más conocidos, que los acentos de la gente de derechas, con los que me siento siempre un poco incómodo, un poco alerta, un poco asustado. Sería cosa de investigar de qué manera los órganos de la fonación intervienen en la producción de los sonidos de las personas que viven en Goya y los que viven en Prosperidad. Creo recordar que Esther Tusquets hablaba de algo de esto en alguna de sus novelas, y quizá Laura Freixas también en una de las suyas. Ese estilo de hablar, de pronunciar, de entonar, que se aprende en el comedor familiar o en el comedor del colegio. Hay muchos estilos: está el estilo progre de los maestros, el estilo castizo del taurino, el estilo nasal del pasotilla, la elegante lentitud aristocrática, el dulce y morigerado estilo Opus, el estilo oxoniense (Molina Foix lo describe muy bien en su último libro), el estilo algo chillón y aniñado de los actores, el estilo impostado de la gente de negocios… ¿Sería posible que alguien se atreviera a hacer una taxonomía de los distintos acentos locales, gremiales, sociales, del español coloquial? Aprenderíamos una o dos cosas de nosotros mismos.

El hecho es que las personas de izquierdas y las de derechas, por mucho que secretamente (o no tan secretamente) deseen que unos y otros desaparezcan para siempre del mapa, se necesitan los unos a los otros. Se necesitan porque son mitades complementarias, y porque por muy raro que nos parezca, los otros, los de izquierdas, los de derechas, los pijos, los cutres, somos todos personas. Las personas de derechas dominan la mano derecha, el hígado y la parte del cerebro que controla el lenguaje y las normas, mientras que en la izquierda están la mano izquierda, el corazón y la parte del cerebro que rige las emociones y el arte. Ah, ¿que era una simple metáfora eso de la izquierda y la derecha? ¿Que todo viene del lugar donde se sentaron los jacobinos y los girondinos en la Asamblea de París? Pero ¡qué casualidad, entonces, que los jacobinos se sentaran a la izquierda! ¡Precisamente a la izquierda! bsesionados con la dignidad y la vergüenza, las personas de derechas desprecian todo eso que ven como sucio, bajo, obsceno y vulgar en los de izquierdas. Los de izquierdas, por su parte, aborrecen todo aquello que pueda ser de algún modo «elevado» o espiritual, que ven como hipócrita, como mera máscara de dominación. En realidad, esta situación es trágica. Unos y otros deberían aprender de esa mitad que les falta. La derecha debería replantearse su temor a lo imperfecto y al cuerpo, cuyo efecto es el enquistamiento, la represión de las emociones, la infelicidad, la rigidez. Y la izquierda debería replantearse su temor a lo elevado, a lo espiritual, a la parte más noble del hombre. Deberíamos conquistar la vergüenza y la culpa tanto como lo elevado y lo noble, habitar de nuevo la grandeza plena del cuerpo físico y la grandeza plena del alma sutil. Dos fuerzas han de intervenir armoniosamente en todo proceso. No puede funcionar un cuerpo que sólo es estómago ni uno que sólo es cerebro. Los dos se necesitan e interrelacionan, y los pensamientos del cerebro producen dolor de estómago tanto como las malas digestiones llenan el cerebro de pesadillas. No puede haber un sistema político que sea sólo de izquierdas (ese mito llamado «la revolución») ni sólo de derechas (ese otro mito llamado «liberalismo»). La sociedad es como un hombre, como un cuerpo. Necesita de las dos fuerzas trabajando juntas y armoniosamente. Dos sueños malignos hay en la sociedad: uno consiste en cortar muchas cabezas, el otro en poner muchas cadenas. Ninguno puede funcionar.

Andrés Ibáñez

1 comentario


  1. Cuando se aprende a distinguir entre las personas y sus ideologias se abre un mundo. Es imposible saber si una persona sera mas generosa, mas decente, mas humana, etc atendiendo a su ideologia. Esto es lo que me ha ensenado la vida y es la clave de tener amigos de ideologia muy alejada de la mia y quererles un monton.

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