La pandemia no terminará hasta que controlemos las cepas de COVID-19 en todas partes

Personal de la salud recibe la vacuna contra el COVID-19 en el Estadio Monumental de Núñez en Buenos Aires, Argentina, el 3 de febrero de 2021. (Enrique Garcia Medina/EPA-EFE/Shutterstock)
Personal de la salud recibe la vacuna contra el COVID-19 en el Estadio Monumental de Núñez en Buenos Aires, Argentina, el 3 de febrero de 2021. (Enrique Garcia Medina/EPA-EFE/Shutterstock)

Están surgiendo nuevas cepas del nuevo coronavirus en un patrón peligroso y predecible: primero, la nueva cepa es identificada en algún lugar que está teniendo dificultades para controlar la pandemia, hasta ahora, por lo general, fuera de Estados Unidos. Luego, en cuestión de días, esa variante se detecta aquí, seguida de una oleada de ansiedad ante la nueva amenaza. ¿Necesitamos cubrebocas más gruesos? ¿Cuán rápido se propaga? ¿Es más letal? ¿Seguirán sirviendo las vacunas?

Estas nuevas cepas son un poderoso recordatorio de que debemos permanecer vigilantes en la lucha contra el virus, incluso con la promesa de que las vacunas le pondrán fin a la pandemia. Son una advertencia de que si el mundo no controla el virus en todas partes, esta horrible pandemia podría continuar más años de lo necesario.

¿Por qué estamos viendo de repente tantas variantes nuevas y por qué en los lugares más afectados? Los virus ARN, como el que causa el COVID-19, son muy propensos a errores. Cada nueva infección crea oportunidades para más errores —conocidos como mutaciones— cuando el virus copia su genoma. La mayoría de las mutaciones son insignificantes o incluso hacen que el virus sea menos letal. Pero una pequeña porción de las mutaciones puede resultar en un virus más contagioso, más letal o incluso más resistente a nuestras vacunas.

En los lugares donde los brotes están contenidos hay pocas oportunidades de mutaciones, y es poco probable que las que ocurren se propaguen. Pero en las zonas donde la infección está fuera de control —especialmente en circunstancias específicas, como cuando personas inmunocomprometidas se infectan— las mutaciones tienen una oportunidad para establecerse.

Esta es la razón por la que han surgido variantes en los lugares donde el virus ha proliferado gracias a países que han coqueteado con la estrategia de construir una “inmunidad de rebaño” natural, como el Reino Unido, Brasil e incluso Estados Unidos. Como se ha podido notar, no han emergido variantes en Japón o Corea del Sur porque esos países controlaron con éxito las infecciones, limitando así el número de mutaciones del virus y evitando que se establecieran.

Desafortunadamente, el virus no respeta las fronteras nacionales. Así que mientras continúe proliferando, las restricciones de viaje solo ofrecerán un alivio temporal. A pesar de nuestras prohibiciones de viaje, las variantes que surgieron en el Reino Unido, Brasil y Sudáfrica han logrado llegar a Estados Unidos.

A medida que el país amplíe su estrategia de vacunación, es importante que lo hagamos con una clara comprensión de que la propagación sin control en cualquier parte del mundo podrá producir variantes que representen una amenaza en todas partes. En el peor de los casos, los brotes descontrolados de otros lugares pueden conducir a una variante que sea resistente a nuestras vacunas incluso después de que Estados Unidos esté vacunado por completo. Eso podría dejar nuevamente a los estadounidenses en un estado de vulnerabilidad, perturbar nuestra economía, requerir actualizaciones en nuestras vacunas y obligarnos a todos a volver a vacunarnos. Otros países se verían obligados a hacer lo mismo.

A corto plazo, tenemos que hacer todo lo posible para evitar un rebrote interno a medida que las nuevas variantes infecciosas continúen propagándose. Eso requiere expandir el muestreo genómico para comprender mejor la dinámica de la infección, aumentar la aplicación de pruebas, mejorar la calidad de los cubrebocas que usan las personas, continuar manteniendo el distanciamiento social y, lo más importante de todo, vacunar a los estadounidenses lo más rápido posible.

Al mismo tiempo, Estados Unidos debe trabajar para ayudar a detener la pandemia a nivel mundial. El gobierno de Joe Biden está dando pasos cruciales en esta dirección, reconectando con la Organización Mundial de la Salud y uniéndose a la alianza global de vacunas, COVAX. Pero esto no será suficiente.

Necesitamos un enfoque mucho más agresivo. Debemos trabajar con los países que no estén realizando vigilancia genómica para intensificar los esfuerzos y rastrear los lugares dónde estén surgiendo las variantes. Debemos usar la diplomacia para ayudar a países como Brasil a que controlen sus infecciones. Además, necesitamos una estrategia agresiva para vacunar al mundo de inmediato.

¿Cómo lograrlo? Estados Unidos debe liderar una iniciativa para maximizar la capacidad de fabricación de vacunas tanto en el país como en el extranjero. Debe ser un esfuerzo similar al del Proyecto Manhattan. No tenemos capacidad inactiva para producir miles de millones de dosis de vacunas, por lo que debemos reutilizar la capacidad que tenemos, construir más máquinas y fábricas e invertir recursos para producir suficientes vacunas para todo el mundo. Y, por supuesto, debemos invertir en la recta final de las vacunaciones, es decir, asegurarnos de que las dosis terminen inyectadas en los brazos de la población. Estas inversiones serán pequeñas en comparación con los tipos de costos que se generan con más pandemias, más disrupciones y más vidas perdidas.

La aparición de estas nuevas cepas deben ser un recordatorio de que, en nuestro mundo hiperconectado, no podemos bajar la guardia, incluso si las vacunas prometen ponerle fin a la pandemia. Si queremos vencer esta enfermedad, enfocarnos en nuestro propio país será importante pero para nada suficiente. Vacunar al mundo es fundamental, tanto por el bien de otros países como por el nuestro. Al final del día, el virus es un recordatorio de que realmente estamos juntos en esto.

Ashish K. Jha es decano de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Brown.

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