La paradoja del crecimiento

Las elecciones no resuelven el futuro político, los partidos no se ponen de acuerdo en temas esenciales y la economía mantiene su acelerado crecimiento. Porque hay que reconocer que el avance del PIB en la primera mitad del año ha sido tan intenso que, de continuar los próximos trimestres, habría aumentado un 3,6% en el verano de 2017. Una explicación populista a esa extraña combinación indicaría que no necesitamos Gobierno. Pero no es este el caso: los gobernantes influyen, y de qué manera, sobre el devenir económico. Entonces, ¿qué explica la aparente paradoja de crecimiento intenso e interinidad gubernamental?

Para comprender lo que sucede hay que efectuar una lectura desapasionada de unas cifras que muestran evidentes aspectos positivos junto a otros que lo son menos. Así, en el segundo trimestre del 2016 destaca, en primer lugar, la mejora de las exportaciones de bienes y servicios (de un crecimiento anual del 3,8% al 6,8%) por encima de los registrados por las importaciones (del 5,4% al 6,6%). De confirmarse esta tendencia, lo que no parece probable, regresaríamos a una aportación de la demanda exterior otra vez positiva y creciente, algo de lo que estamos particularmente necesitados. Un segundo aspecto relevante es que el avance del PIB se ha operado pese a la reducción del crecimiento del consumo público: un mísero 0,1% en el segundo trimestre del 2016, 2,3 puntos menos que en el trimestre anterior. Este aspecto es importante porque, en la crisis, el consumo público ha aumentado su peso en el PIB y, por tanto, su estancamiento tiene efectos sobre la actividad más sustanciales que en otros momentos. Pero en el contexto de una deuda pública situada por encima del 100% del PIB, esta moderación poselectoral hay que saludarla como positiva. En tercer lugar, también es adecuada la contención del consumo privado (de un aumento trimestral del 1,0% en los tres primeros meses al 0,7% del segundo trimestre), dado que necesitamos reducir la aportación de la demanda interna y, con ello, mantener y aumentar el saldo positivo con el resto del mundo. En cuarto término, el aumento de la inversión se ha reducido, aunque continúa a ritmos solventes (4,4% anual, por debajo del 5,1% del trimestre anterior). En suma, la contribución de la demanda nacional al crecimiento anual del 3,2% del PIB el segundo trimestre fue de 3,0 puntos, ocho décimas menos que en el primer trimestre (3,8 puntos), con lo que la demanda neta exterior ha aportado el resto, un resultado mucho mejor que la detracción experimentada en el primer trimestre. En cambio, hay que poner en el debe del trimestre el crecimiento de los costes laborales por unidad de producto (un 0,4% en el año) por un aumento de la remuneración media por asalariado por encima del de la productividad.

¿Qué esconden estos datos? Las razones de esta extraña situación apuntan a los positivos efectos sobre el crecimiento de los potentes vientos de cola exteriores y del ajuste salarial y otras importantes reformas de los últimos años. Porque, a la luz de la dinámica económica de los últimos trimestres, hay que convenir que la moderación (de salarios y precios) ha impulsado al alza tanto la inversión como las exportaciones: A ello cabe añadir una política fiscal claramente expansiva y, en especial, la notable recuperación de la confianza interna y externa de España por las reformas ya efectuadas (mercado de trabajo, sector público, sector financiero y pensiones). Esta mejora de las expectativas futuras ha sido la condición necesaria de la expansión actual.

Pero la condición suficiente, la más relevante, la han generado fuerzas exteriores. Primero, hundimiento de los precios del petróleo. Segundo, expansiva política del BCE, especialmente relevante para un país tan endeudado como nosotros, lo que ha permitido reducir el coste de la financiación del endeudamiento privado y público a mínimos históricos, al tiempo que depreciaba el euro y ayudaba a impulsar las exportaciones de bienes. Tercero, máximo histórico en turismo (72 millones de visitas en el 2016), fruto de los ajustes internos en precios y salarios: la situación geopolítica en el Mediterráneo y un euro débil han contribuido poderosamente a su expansión. Por último, y paradójicamente, ausencia de Gobierno, que ha evitado las sanciones por incumplimiento fiscal y ha pospuesto el próximo ajuste que exige la Comisión Europea.

En suma, ¿expansión sin Gobierno? No. En todo caso, una situación interna y exterior especialmente favorable aunque transitoria, no habría que olvidarlo. En especial, porque la intervención del BCE ha distorsionado por completo los valores de la deuda española, pública y privada. Vistos los ajustes fiscales que nos esperan y el inevitable cambio de la política del BCE en el medio plazo, quizá la situación cambie más rápidamente de lo deseable.

Josep Oliver Alonso, UAB y EuropeG.

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