La pax pacífica de mañana

Aunque la relación entre China y los Estados Unidos es esencial para el futuro de Asia, ello no significa que la región se convertirá en un duopolio sino-estadounidense. En Asia nunca se aceptará el concepto de “G-2”.

Para empezar, excepto China, el PIB combinado de Asia es más o menos equivalente al de los Estados Unidos, y excede en mucho el de China. Además, Japón sigue siendo la tercera economía más grande del mundo, mientras que economías como la India, Corea del Sur, Indonesia y Australia están creciendo rápidamente.

Bajo la dirección del presidente Susilo Bambang Yudhoyono, Indonesia está a punto de convertirse en una economía de 1 billón de dólares. Su población está llegando a los 250 millones de personas y el PIB anual del país se ha mantenido sistemáticamente por encima del 6%. A esta tasa de crecimiento es probable que Indonesia surja como una de las seis economías más importantes del mundo para 2030.

Asimismo, la mayoría de estas economías dinámicas emergentes también son democracias consolidadas y tienen el firme compromiso de implementar políticas económicas abiertas. De hecho, los acuerdos de libre comercio se están expandiendo por toda la región.

Por ejemplo, el acuerdo de libre comercio entre Australia, Nueva Zelanda y Asia Oriental, ahora en vigor para los doce miembros signatarios, crea un área de libre comercio con una actividad económica regional de más de 3 billones de dólares. Australia también está concluyendo un acuerdo de libre comercio con Corea del Sur y es parte de negociaciones similares con China, la India y Japón. Las negociaciones para una Asociación Económica Transpacífica Estratégica que se llevaron a cabo durante la cumbre de 2011 del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) en Hawái reflejan la búsqueda de dichas oportunidades por otros países en la región.

Desde una perspectiva global, el dinamismo económico de Asia es sorprendente: hace treinta años representaba menos del 20% del PIB mundial, mientras que la participación de los Estados Unidos era del 30%. Sin embargo, en los próximos cinco años, Asia representará casi la tercera parte del PIB global mientras que la participación de los Estados Unidos disminuirá a menos de una quinta parte.

No obstante, tanto el archipiélago asiático como el Asia continental siguen estando asediados por disputas territoriales no resueltas por áreas como la península de Corea, el mar de China meridional y el mar de China oriental, el estrecho de Taiwán, la frontera entre Tailandia y Camboya y las intranquilas regiones fronterizas de Birmania. Cada uno de estos conflictos podría socavar la prosperidad hasta ahora alcanzada en la región.

En efecto, si bien el mundo tiene todas sus esperanzas puestas en Asia en cuanto a la economía global del siglo XXI, la región se enfrenta a la rigidez de un conjunto de desacuerdos territoriales y de seguridad que podrían ser típicos del siglo XIX. Aunque algunas de estas disputas son intrínsecamente internas, en toda Asia hay un interés por trazar  colectivamente un camino común para abordar algunos de los problemas aparentemente intratables de la región para evitar que se salgan de control.

Además, en Asia ha habido avances democráticos así como un fuerte interés por expandir su apertura económica (a nivel interno y externo). En la región también se está reconociendo la necesidad de soberanía nacional en la cual los países no teman la interferencia externa en los asuntos de política nacional. Finalmente, en toda la región hay un interés generalizado por evitar la polarización entre los bloques chino y estadounidense. En cambio, los países de la región del Pacífico están intentando construir las instituciones y las costumbres de cooperación que nos permitirán colaborar en el tratamiento de los desafíos individuales de seguridad según vayan surgiendo.

No obstante, ¿podrán conciliarse los valores, aspiraciones e intereses disonantes de los Estados Unidos, China y el resto de Asia en la próxima década? ¿O tenemos que hacer frente a un futuro caracterizado por las diferencias estratégicas, el conflicto ideológico y los intereses irreconciliables? Estoy convencido de que el conflicto sino-estadounidense no es inevitable, y que destruiría los intereses de todas las partes, así como sus valores fundamentales.

Con la creación del G-20 se dio un paso, aunque imperfecto, hacia la dirección correcta. China, la India, Corea, Indonesia y Australia, junto con Japón, ahora se sientan en la misma mesa a deliberar en temas como la regulación financiera global, los desequilibrios financieros y la recesión mundial. Hasta ahora, China ha tenido una participación significativa y constructiva en este foro. De hecho, sin China, la economía global no se habría recuperado tan rápido como lo hizo de la reciente crisis.

A medida que China busca tomar su lugar en el orden global, también va tratando cada vez más de fortalecer su influencia mundial mediante la cooperación con otras economías emergentes –los otros “BRICS” (Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica) –en las principales negociaciones internacionales. Es probable que las reuniones regulares de los BRICS y la cooperación a múltiples niveles sigan siendo una característica del sistema internacional. Sin embargo, a excepción de los Estados Unidos no contribuye a formar una plataforma común para abordar los desafíos políticos compartidos en Asia (o en otras partes.)

El ex secretario de Estado de los Estados Unidos, Henry Kissinger, promueve en su reciente libro, On China, el desarrollo de una comunidad del Pacífico. En 2011 se inauguró acertadamente la consecución de esta visión con la cumbre de Asia Oriental, celebrada en Bali, donde por primera vez China, los Estados Unidos y los otros principales actores de la región se sentaron a deliberar sus intereses. Fue una oportunidad histórica para empezar a forjar una mirada común para el futuro de Asia.

La tarea de hoy es diseñar lo que los futuros historiadores llamarían  Pax Pacífica –una paz que en última instancia tendrá como pilar los principios de seguridad común, y reconocerá el poder de naciones como los Estados Unidos y China, sin conducir al resto de la región hacia los daños colaterales si la relación sino-estadounidense se deteriora.

Por Kevin Rudd, ministro de Asuntos Exteriores de Australia. Traducción de Kena Nequiz.

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