La paz pasa por levantar el bloqueo de Gaza

Por lo que sabemos, nueve personas han muerto en aguas internacionales frente a las costas de Gaza. Las circunstancias exigen una investigación en la que puedan creer israelíes, palestinos y el pueblo de Turquía. No podemos seguir como si nada hubiera pasado; esa investigación tiene que hacerse y tiene que ser creíble, rigurosa e imparcial. Debemos averiguar qué fue exactamente lo que ocurrió en la mañana del 31 de mayo. Mientras, debemos recordar las razones por las que la flotilla se dirigía a Gaza.

Hace tres meses fui testigo de la grave situación de la Franja y de los miedos de Israel. Fui la primera política a la que, tras más de un año, se le permitió cruzar la frontera entre ambos territorios. En Gaza encontré unas condiciones de vida tan disparatadas como penosas. Viviendo al lado de uno de los países más modernos del mundo, la población transporta mercancías en carros tirados por caballos. La lista de bienes que está permitido importar desafía toda lógica: fruta fresca, sí, pero no conservas de fruta ni frutos secos; harina, sí, pero, hasta fechas recientes, pasta, no.

Israel se enorgullece con toda justicia de un magnífico sistema educativo y de unas universidades de talla mundial. Justo al lado, a muchísimos niños se les niega la escolarización más elemental. ¿Por qué? Porque el conflicto ha llevado a la destrucción de muchos edificios escolares y el bloqueo niega a Gaza los ladrillos y el cemento que necesita para construir centros escolares o para sustituir las ruinas de las que está sembrado el territorio. El bloqueo perjudica a la gente común y corriente, impide la reconstrucción y alimenta el radicalismo.

Israel tiene derecho a garantizar la seguridad de su población, nadie lo niega. También sigue exigiendo, con toda razón, la liberación del soldado israelí Gilad Shalit. Sin embargo, el bloqueo no es completamente eficaz. Por túneles ilegales se introducen de contrabando muchos productos, entre otros, cohetes que se lanzan contra Israel. Esos productos no se destinan a los que están necesitados de ellos, sino a quienes tienen dinero e influencia. Lejos de mejorar la sociedad civil, esos túneles la degradan aún más. Entretanto, la gente decente a la que se le ha negado la posibilidad de llevar una vida normal se va llenando progresivamente de un resentimiento cada vez mayor.

Surgen dos interrogantes. ¿Cómo podemos contribuir a mejorar la vida diaria de la población de Gaza? Y, ¿cómo podemos contribuir a reforzar la seguridad de la población de Israel? Las dos preguntas hay que responderlas conjuntamente, porque la pretensión de contestarlas por separado está condenada al fracaso.

Mis esfuerzos se centran ahora en lograr que se reabran los pasos fronterizos hacia Gaza de manera permanente. Para que la ayuda humanitaria, los productos comerciales y las personas puedan entrar y salir de Gaza. Esto es lo que el Consejo de Seguridad de la ONU y la UE reclaman; también lo que Israel acordó con la Autoridad Palestina en 2005. En mi viaje a Gaza compré algunos productos de artesanía realizados por mujeres admirables, superando unas condiciones desalentadoras. Es mi intención que se ponga fin a la prohibición que impide que sus alfombras, sus pañuelos y otros adornos, de fama mundial, se vendan y se disfruten en todo el mundo.

Hoy presidiré una reunión de los 27 ministros de Asuntos Exteriores de la Unión Europea. Vamos a examinar un plan de contenido práctico para permitir al pueblo de Gaza que importe todo lo necesario. En lugar de una lista con un número enormemente restringido de productos que se permiten introducir, debería haber una lista breve y acordada de los productos prohibidos hacia los que Israel alberga una preocupación legítima por razones de seguridad. La Unión Europea cuenta sobre el terreno con personal formado que podría ayudar a poner en práctica todo esto en la frontera de Gaza, permitiendo el paso de productos autorizados de un lado a otro e impidiendo el paso de los productos prohibidos.

Encontrar mediante un acuerdo una fórmula de levantamiento del bloqueo no va a ser sencillo. Es necesaria la cooperación tanto de Israel como de la Autoridad Palestina. Sin embargo, un éxito sería un auténtico premio para la causa de la paz. No cabe duda de que restablecería cierto grado de normalidad en Gaza. Sin embargo, devolverle al pueblo su dignidad y su esperanza va también en interés de Israel. Es más, la apertura de la Franja podría contribuir a que llegue el alcance del Gobierno de la Autoridad Palestina y ayudar a la reconciliación de los palestinos.

A su vez, eso prepararía el terreno para un acuerdo de paz serio, que es la única fórmula cierta para impedir nuevas pérdidas de vidas a ambos lados de la frontera. Levantar el bloqueo de Gaza es, por tanto, un paso pequeño pero importante. Las conversaciones de acercamiento dirigidas por el senador George Mitchell son un paso fundamental, aunque, en último término, habrán de ser los dirigentes israelíes y palestinos quienes deban llegar a un acuerdo sobre el camino a seguir.

Sabemos cuáles son los elementos para conseguir una paz duradera. Ha llegado el momento de empezar a ponerlos en común. Salvo quien no quiera verlo, nadie puede seguir empeñado en la alternativa: obtener la paz mediante la privación a más de un millón de hombres, mujeres y niños de los medios para cuidar de sí mismos y de cada uno de los demás.

Catherine Ashton, alta representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, y vicepresidenta de la Comisión Europea.