La penúltima oportunidad de construir un país mejor

La pregunta que más me han hecho en los últimos dos meses ha sido para quién iba a pedir el voto EL MUNDO en estas elecciones. Los lectores que hayan leído nuestro editorial de ayer ya saben la respuesta: para ninguno. No porque creamos que deban quedarse en casa –pocas veces fue tan decisivo ejercer el derecho al voto–, sino porque el nuestro es un proyecto intelectual independiente. No somos un diario de partidos –esa opción existe, igualmente legítima–, sino de principios. No apoyamos partidos políticos, sino valores. No pensamos que nuestra labor sea decirles a quién deben votar, sino ofrecerles todos los elementos para que tomen esa decisión de la forma más informada posible.

Esto no quiere decir que todos los partidos o sus programas nos parezcan iguales. Ante el desafío catalán, preferimos las propuestas de Ciudadanos a las del Partido Socialista. Creemos que la economía estaría en mejores manos con el Partido Popular que con las recetas populistas de Podemos. Y, aunque coincidimos con los nuevos partidos en la necesidad de regenerar España, no pensamos que para hacerlo haya que romper el sistema. Bastaría con mejorarlo.

La penúltima oportunidad de construir un país mejorPara quienes crean que renunciar a pedir el voto para un partido muestra falta de definición, ahí están las 40 propuestas para la regeneración democrática que, bajo la coordinación de Pedro G. Cuartango, hemos venido publicando en las últimas semanas. Cambios legislativos y acciones concretas para coger a tiempo un tren que está pasando más rápido que nunca: vivimos una revolución tecnológica que está transformando –y transformará aún más– nuestra forma de vivir, trabajar y relacionarnos. Como en las anteriores, quienes no se suban a tiempo lo pagarán con menos desarrollo y prosperidad.

Por eso nuestras propuestas piden una España que tenga como motor de su transformación la educación, con la promoción de ese gran pacto nacional pendiente.

Una España donde una mayor democracia interna de los partidos atraiga el mejor talento y acabe con la mediocridad que lleva a puestos de alta responsabilidad a personas sin más mérito que la militancia política.

Una España donde se supriman o reformen todas las instituciones que, empezando por el Senado y las Diputaciones, tienen como utilidad servir a los políticos afines, en lugar de a los ciudadanos.

Una España con un poder judicial más independiente, con un Fiscal General del Estado elegido por el Congreso y un Consejo General del Poder Judicial escogido sin influencias políticas.

Una España con un Parlamento revitalizado, que a través de una reforma de su reglamento se convierta en un verdadero órgano de control de la acción del gobierno y debate ágil de las propuestas de los diferentes partidos.

Una España donde la televisión pública sea independiente, con un presidente de RTVE elegido por mayoría de dos tercios de un Consejo de Administración que debería estar participado por profesionales de la comunicación, y con un mandato de cinco años que impida su sustitución arbitraria por motivos políticos...

Ni éstas ni el resto de nuestras propuestas tienen ninguna dificultad en su aplicación. Requieren, simplemente, del liderazgo de políticos dispuestos a legislar por los intereses de los españoles, incluso cuando no coinciden con los suyos. Quizá ése ha sido el gran déficit del bipartidismo que ha gobernado el país durante las últimas tres décadas. Al ignorar sistemáticamente la regeneración, dejando que el sistema entrara en decadencia, fomentando un modelo clientelar y dando la espalda a los cambios que reclamaba la ciudadanía, creó un vacío que ha sido ocupado por los nuevos partidos y sus mediáticos líderes. El resultado es que la política española será diferente a partir de mañana. Cuánto es algo que le toca a usted decidir con su voto.

David Jiménez, director de El Mundo.

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