La pérdida de bosques se reduce, pero no lo suficiente

Parte de la sierra de Mayombe, que se extiende por República Democrática del Congo, Gabón y Angola. FAO
Parte de la sierra de Mayombe, que se extiende por República Democrática del Congo, Gabón y Angola. FAO

Tras la devastación de la Segunda Guerra Mundial, empezó la carrera por encontrar suficiente madera para reconstruir casas e industrias. Había preocupación sobre cómo asegurar la tan necesitada materia prima procedente de bosques ya agotados y, al tiempo, suficientes suministros para el futuro. Estas preguntas llevaron a que un organismo de las Naciones Unidas de entonces reciente creación (1945), la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), estudiara por primera vez y de forma decisiva los bosques del mundo.

El análisis demostró que, en ese momento, había suficientes recursos forestales, pero que los pueblos tendrían que encontrar formas de obtener beneficios de la tierra sin agotar la riqueza natural de la que el mundo tendría que depender.

Si avanzamos rápidamente hasta el año 2020 y miramos la última edición de dicho estudio forestal, que se realiza periódicamente desde aquellos días de la posguerra, se puede observar que todavía estamos luchando para hacer frente al mismo desafío fundamental: hacer uso de los bosques del mundo y, al mismo tiempo, conservarlos y restaurarlos para beneficio de todos nosotros.

La edición de 2020 de la Evaluación de los recursos forestales mundiales, realizada con información de países y territorios de todo el planeta, muestra que, a pesar de los esfuerzos redoblados por frenar la deforestación, se sigue perdiendo cubierta vegetal.

Una situación que no nos podemos permitir. Junto con estos bosques, hemos perdido mucho más. Hemos perdido valiosos hábitats que albergan alrededor del 80% de la biodiversidad terrestre, incluyendo árboles, plantas, vida silvestre y otros organismos que mantienen nuestros ecosistemas en funcionamiento, ecosistemas que nos proporcionan madera, alimentos, suelos sanos, agua dulce y muchos otros servicios.

Aunque a veces pueda parecer que los bosques son ajenos a la realidad de nuestras vidas modernas, su presencia puede percibirse en todas partes. Esta mañana, desayuné en nuestra antigua mesa de comedor de madera y preparé mi café con agua fresca filtrada por un bosque. En la otra punta del mundo, alguien puede haberse comido un hongo matsutake con palillos de madera de castaña o haberse subido a una curiara para cruzar un río y comprar un almuerzo a base de mandioca hervida envuelta en hojas frescas de árboles.

Los bosques proporcionan combustible, alimentos, medicinas, abrigo e ingresos a un gran número de las personas más pobres del mundo. A nivel mundial, alrededor de 2.400 millones de personas dependen de la madera como fuente de energía para preparar sus comidas diarias. Hoy más que nunca, es urgente que encontremos formas sostenibles de gestionarlos para nutrir los mismos recursos de los que tantos dependen. Recursos que serán clave para nuestra resiliencia durante y después de la pandemia de la COVID-19 al apoyar los medios de vida de tantas maneras diferentes.

Desde 1990, la población mundial ha crecido en 3.300 millones de personas. Durante el mismo período, el mundo ha perdido 178 millones de hectáreas de bosque, un área que equivale aproximadamente al tamaño de Libia. En los últimos diez años, esta tendencia se ha acentuado en África, que ha perdido casi cuatro millones de hectáreas de bosque por año. Este patrón, en un continente donde vive una gran parte de los hogares más pobres del mundo, refleja en gran medida el efecto combinado del elevado crecimiento demográfico y la necesidad de las personas de sobrevivir con la agricultura en pequeña escala.

Sin embargo, hay indicios de que parte de los esfuerzos por conservar y utilizar los bosques de manera sostenible está dando sus frutos. Los últimos datos comunicados por los países a la FAO muestran que, a nivel mundial, la pérdida neta de la cubierta forestal sigue disminuyendo. Durante el último decenio, en realidad la superficie forestal ha aumentado en Asia, Oceanía y Europa.

En un contexto de una población en crecimiento, a la que se suma el cambio climático y la continua pérdida de biodiversidad, el acceso a datos e información sobre las tendencias contribuirá en gran medida a mejorar ulteriormente este escenario. Los gobiernos, por ejemplo, deben ser capaces de tomar decisiones de política basadas en hechos concretos y observaciones sólidas.

La tecnología moderna puede ayudarnos a reunir datos más completos y de mayor calidad y a ampliar su difusión. Las imágenes satelitales y otras tecnologías de teledetección son de gran utilidad. El libre acceso a extensos archivos digitales de información histórica y la capacidad de utilizar estos datos para adquirir cifras más recientes en tiempo casi real puede mejorar la calidad, transparencia y puntualidad de la información. Las soluciones de inteligencia de negocios basadas en la web facilitan la presentación de estadísticas aparentemente complejas de manera comprensible.

El mundo se enfrenta a múltiples desafíos y los recursos escasean cada vez más. Es más importante que nunca recopilar y compartir mejor información y emplearla con el fin de encontrar formas más verdes y sostenibles de utilizar y disfrutar de nuestros bosques.

Anssi Pekkarinen trabaja en la División de Políticas y Recursos Forestales en la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentacíon y la Agricultura.

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