La perdida marca España

Que Rafa Nadal es referencia país resulta incuestionable. Que el AVE y su experiencia están presentes en cualquier Ministerio de Transportes del mundo, también. Y que no hay gran proyecto de ingeniería civil que nuestras empresas no sepan afrontar, está claro. Sin embargo, y por el contrario, somos incapaces de creer, asumir y explicar que determinadas políticas públicas generadas en España son referente mundial. Nuestra política de seguridad vial es un ejemplo de marca España que no hemos sabido procesar: fracaso tradicional en la materia, gran esfuerzo y éxito al avanzar, gran fracaso en la venta país y gran desidia al perder la marca. Entremos en algún detalle.

Nuestro país nunca se caracterizó por su alto grado de seguridad vial. A finales de los 90, cuando el resto de países europeos ya habían avanzado en importantes reducciones de siniestralidad, España se encontraba a la cola. Entre 1993 y 2003 España dejaba cada año en sus calles y carreteras más de 5.500 víctimas mortales. Con 128 fallecidos por millón de habitantes, España se situaba en la posición 17ª del ranking europeo (25 países en aquel momento). Nos encontrábamos más cerca de los países recién incorporados a la Unión Europea —Letonia o Lituania, con cerca de 200 fallecidos por millón de habitantes— que de los países respecto de los que por desarrollo y nivel económico deberíamos situarnos como Francia, Reino Unido, Alemania y Holanda, que por esa época contaban todos con menos de 90 fallecidos.

En el año 2004 se decide afrontar la política de seguridad vial como tema de Estado. Se “ponen en servicio” herramientas ya testadas en Europa y se prepara un gran esfuerzo colectivo: el permiso por puntos, la implantación de los radares fijos, nuevos modelos del permiso de conducción, un procedimiento sancionador diferente… Los resultados no tardaron en llegar y, año tras año, avanzábamos. Comprendimos que debíamos comportarnos para no matarnos y al volante dejamos de correr, dejamos de beber, nos pusimos el casco y el cinturón de seguridad. De los 5.500 fallecidos en 2003 llegábamos a los 1.700 de 2013: casi un 70% anual menos de víctimas. 14.000 personas que dejaban de matarse —si todo hubiese continuado igual—, el único país del mundo que conseguía este descenso en menos de 8 años y una nueva posición “marca España” en Europa: del 17º escalábamos al 5º lugar. De 128 fallecidos por millón de habitantes a 37. Nuestro avance dejaba en la cuneta a países como Francia o Alemania. Gran éxito país.

El mundo comenzaba a preguntarse qué estaba haciendo España. Es lo que las denominadas escuelas de negocio relatan como “caso de éxito”. Países como Francia o Alemania entienden bien estos asuntos: los preparan gubernamentalmente, los trabajan sector público/sector privado y los exportan. Embajadores, agregados comerciales o bancos de desarrollo “muerden” la venta de la marca. Pero en España no. Como nos ocurre tradicionalmente, nos perdimos. No nos creímos que éramos líderes. No fuimos capaces de presentar al mundo el proyecto. No lo explicamos. Gran fracaso.

2017 nos traía el final de la película. Como bien conocen las empresas, la marca debe trabajarse periódicamente, día a día, mes a mes, año a año. Los expertos en comunicación lo explican bien: mantener la marca es tan complicado o más que crearla. Desgraciadamente, la empresa España dejó de cuidar la marca seguridad vial: dejamos de tomar decisiones y dejamos de entender su importancia. En marzo Europa nos mandaba “la factura de resultados”: pasábamos de 37 a 40 fallecidos/millón de habitantes. Y con ella, nuestro 5º lugar se diluía y nuestro descenso en el ranking se aceleraba: la 9ª era ahora nuestra nueva posición. Alemania y otros tantos nos dejaban ahora atrás. Y sin pena ni gloria, tal y como vino el “sello país”, se iba.

Como muchas políticas públicas, así se escribe la “marca España” en seguridad vial. La trabajamos, la conseguimos, la ignoramos, la descuidamos y la perdemos. Ahora podemos no hacer nada. O podemos hacer algo. Sabemos que cuando queremos, avanzamos. Cuando avanzamos, lo conseguimos. Y cuando lo conseguimos, el éxito es mundial. Seguro que no es fácil tomar determinadas decisiones. Seguro. Pero arriesguémonos y hagamos nuevamente un esfuerzo colectivo para recuperar nuestra marca. Cierta pacificación en nuestras ciudades y carreteras convencionales, una nueva reordenación institucional o una especial protección del colectivo vulnerable (peatones, ciclistas y motociclistas) están en la baraja de decisiones. Unos cuantos cientos de personas más vivirán entonces para contarlo. Y gran éxito tendremos, seguro.

Ramón Ledesma es asesor de la consultoría PONS Seguridad Vial.

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