La peregrinación de Arabia Saudita hacia Pakistán

A lo largo de los últimos años, Arabia Saudita se ha distanciado cada vez más de su protector de larga data, los Estados Unidos. Arabia Saudita consideró el apoyo de Estados Unidos a la caída del poder en Egipto de Hosni Mubarak – y la posterior aceptación estadounidense del gobierno de la Hermandad Musulmana – como una traición. Luego vino la negativa del presidente de EE.UU., Barack Obama en cuanto a imponer su “línea roja” en Siria, tras que el régimen del presidente Bashar al-Assad lanzara gas venenoso contra sus opositores. Pero la gota que colmó el vaso fue el apoyo de Estados Unidos al reciente acuerdo interino sobre el programa nuclear de Irán.

El hecho de que Arabia Saudita desconfíe cada vez más de Estados Unidos es un asunto de importancia, debido a que cada vez que el Reino sintió que su existencia se encontraba bajo amenaza – y considera las ambiciones regionales de Irán como una amenaza – confió en que una potencia exterior iba a protegerlo. Pero, si ya no puede confiar en los EE.UU., ¿donde puede dirigirse el Reino para obtener la suficiente fuerza militar?

La respuesta parece ser que Pakistán, un país que el resto del mundo ve como un país que está a punto de convertirse en un Estado fallido.

En anteriores ocasiones, Pakistán ha servido a los intereses del Reino mediante el envío de ayuda militar y de seguridad en épocas de tensión. Arabia Saudita recibió a unos 30.000 soldados paquistaníes en el año 1979, durante la época la Revolución Islámica de Irán. Y, dichas tropas permanecieron en el Reino hasta mediados de la década de 1980.

Los saudíes también emplearon miles de soldados paquistaníes durante la Guerra del Golfo en 1991. Y, a principios del año 2014, el canciller Saud Al- Faisal y el príncipe heredero Salman visitaron Islamabad para renovar los acuerdos militares entre los dos países en lo que se refiere a la producción conjunta de armas. La visita también se realizó con la intención de sentar las bases para llevar 30.000 soldados paquistaníes y asesores militares al Reino.

¿Por qué Pakistán, y por qué ahora?

Los gobernantes saudíes consideran a Pakistán es una de las tres potencias regionales, junto con Irán y Turquía, y consideran que este país es capaz de tener un impacto decisivo en el Medio Oriente. Una alianza con el chiismo iraní – el principal enemigo ideológico del Reino, y uno con ambiciones hegemónicas regionales – está fuera del tapete de discusión. Por otra parte, Arabia Saudita considera que Turquía es un competidor por el manto del liderazgo sunita – una posición que durante largo tiempo estuvo en poder del Imperio Otomano.

Esta rivalidad trasluce de manera clara en las frecuentes descripciones del primer ministro turco, Recep Tayyip Erdoğan, como un gobernante que albera ambiciones “neo-otomanas” para su país. Fueron los otomanos quienes derribaron a dos históricos Estados Wahabíes/Saudíes. El primero (1745-1818) de dichos Estados fue destruido por el gobernador de Egipto Mehmet Ali con apoyo otomano; el segundo (1824-1891) también fue derrotado por los otomanos.

En cambio, el Reino no tiene antecedentes históricos problemáticos con Pakistán. Por el contrario, los saudíes han financiado al Estado paquistaní, y demostraron ser anfitriones generosos con su actual primer ministro, Mian Nawaz Sharif, durante su largo exilio tras el golpe militar que derrocó a su gobierno en el año 1999.

De hecho, Arabia Saudita ha invertido mucho en Pakistán desde los primeros años de su independencia. Si se tiene en cuenta que Pakistán se fundó en el año 1947 sobre una base religiosa, no es de extrañar que sus líderes buscaran apoyo de la fuente del Islam, La Meca, que en aquel entonces se encontraba bajo dominio saudí. El Reino, por su parte, exportó sus enseñanzas wahabíes a la “tierra de los puros”, lo que en última instancia, alimentó al extremismo islámico y a la violencia sectaria de los talibanes y otros.

Arabia Saudita también ha invertido en el programa de armas nucleares de Pakistán, en la llamada bomba sunita, ya que financió de manera directa la investigación de A.Q. Khan, el padre de este esfuerzo pakistaní. Las esperanzas que tenía el Reino sobre beneficiarse directamente de las capacidades nucleares de Pakistán fueron bloqueadas en el año 2003, cuando EE.UU. descubrió, entre otros asuntos, la posibilidad de una transferencia de conocimientos.

Por otra parte, existe la percepción de que las fuerzas que fueron enviadas por Pakistán al Reino durante los últimos años fueron, en términos generales, leales. A pesar de que hasta el 30% del ejército paquistaní está formado por chiítas, los saudíes solamente aceptan a soldados suníes y Pakistán alegremente ha proporcionando soldados como mercenarios, que son enviados por turnos y reciben el tratamiento de trabajadores invitados.

Parte del plan saudí en la actualidad es usar a paquistaníes como la columna vertebral de la nueva fuerza militar conjunta del Consejo de Cooperación del Golfo (GCC). Se recurrió a los servicios de las fuerzas paquistaníes bajo mando saudí en las operaciones para sofocar los levantamientos chiítas en Bahréin en el año 2011, y los saudíes quieren ahora tener una fuerza de reserva lista para sofocar provocaciones de islamistas y chiítas, cuando y donde dichas provocaciones pudiesen surgir en el Golfo. En el caso de que se presente una amenaza existencial en la región, en especial una confrontación con Irán, Pakistán ofrecería al Reino una forma de protección implacable, que le es negada por el Occidente.

Entonces, ¿realmente, en qué medida puede Pakistán mejorar la seguridad de Arabia Saudita, en especial, en el caso de una guerra contra Irán? Pakistán es un país muy fracturado, y el terrorismo interno aumenta de manera desenfrenada. Sus fuerzas militares carecen de la capacidad para intervenir en defensa de Arabia Saudita, y para, al mismo tiempo, mantener no solamente la seguridad nacional, sino también para estar preparadas para entrar en guerra contra la India (que es una idea obsesiva de los generales pakistaníes).

Es más, la población de Pakistán que es sustancialmente chiíta podría unirse a las filas de los violentamente descontentos si el ejército apoyaría a los saudíes en una guerra sectaria. Y, el Partido Popular de Pakistán, que ahora está en la oposición pero que sigue siendo una poderosa fuerza interna, comparte intereses con Irán.

Por lo tanto, a pesar de que el valor estratégico de relaciones militares más estrechas con Pakistán parece ser altamente cuestionable, Arabia Saudita tiene muy pocas opciones. En los hechos, la fuerza militar conjunta del GCC está desintegrándose a raíz de la expulsión de Qatar por su apoyo a la Hermandad Musulmana y la salida voluntaria de Omán del grupo. Esto, junto con la profundización de la desconfianza que tiene con relación a los EE.UU., está impulsando una creciente sensación de aislamiento en el Reino. Pakistán puede que para nadie sea la idea de lo que debiese ser un aliado en el momento de enfrentar una amenaza existencial; sin embargo, para Arabia Saudita, es una idea cuyo momento histórico ha llegado.

Mai Yamani's most recent book is Cradle of Islam. Traducido del inglés por Rocío L. Barrientos.

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