La pesadilla burocrática de Kafka

Detrás de la obra de Kafka se encuentra el paisaje de su Praga natal y un imperio austrohúngaro en decadencia. Hay que recordar que Kafka no sólo era escritor, también era funcionario, y esto explica su aguda percepción de las realidades económicas y burocráticas de su época. El proceso y El castillo son una sátira a los procedimientos burocráticos de las élites decadentes; la jerga burocrática y deshumanizada de ambas obras es una crítica a un sistema excesivamente rígido y abre a la imaginación algunas nuevas formas de percepción para calificar situaciones absurdas o angustiosas, innecesariamente complicadas; como la alienación y la frustración de los intentos de un hombre por huir o por incorporarse al sistema.

Como señalaba George Steiner en Lenguaje y silencio, «la representación gráfica de una burocracia malévola y no obstante impotente es el eje de El proceso (...) mientras que El castillo es algo más que una amarga alegoría de la burocracia feudal austrohúngara; pero esa alegoría está implícita». En El castillo, (1926), el protagonista, llamado K, se embarca en un proceso burocrático interminable para poder residir en un pueblo que es propiedad de las misteriosas autoridades que lo gobiernan desde un castillo. La novela muestra que en su relación con la administración los habitantes del pueblo quedan sometidos a una dinámica en la cual desempeñan un papel clave, permitiendo que la norma se imponga en la población. De ellos se espera lealtad y sacrificio, alineación. Este sometimiento va acompañado de cierta complicidad, pues los habitantes son los encargadas de aplicar las normas.

Las novelas de Kafka contienen gran premonición e irrevocabilidad, y contienen retazos específicos de crítica social que hoy podrían aplicarse al proceso burocrático más intrincado de la actualidad: Brexit. Una de las consignas del poliédrico debate en torno al Brexit era «dejar de obedecer a los burócratas elitistas de Bruselas», y para ello los políticos recurrieron a una consulta ciudadana, buscando con ello ciertas dosis de complicidad y lealtad. En términos kafkianos, la población votó, con un estrecho margen, abandonar el gran castillo de Bruselas por su pequeño castillo. Pero no deja de resultar irónico que el país se encuentre desde entonces polarizado y estancado en un laberinto burocrático muy costoso para la economía y para los ciudadanos, sin unas mínimas garantías respecto a la futura relación con la Unión Europea.

Reino Unido permanecerá en una transición estancada durante todo este año, incluso cuando las negociaciones se vuelvan difíciles (lo que irremediablemente ocurrirá), lo que viene después, el post-brexit es más difícil de prever, porque depende en gran parte de esas negociaciones; o lo que es lo mismo, el futuro de Reino Unido depende ahora de sus élites burocráticas. Más allá de 2020, la dimensión de incertidumbre (aquello que, a diferencia del riesgo, no puede calcularse) está más que presente en Reino Unido; juega un papel esencial.

Nassim Taleb es un autor de creciente importancia en el análisis de riesgo político dado el contexto actual, dominado por lo extremo y lo impredecible. Algunos analistas han señalado que Brexit es un «cisne negro»; que es como Taleb designó a aquellos eventos impredecibles, tan raros que no pueden describirse con precisión mediante una distribución estadística, y que además tienen un impacto extremo. Frente a un cisne negro, una buena imaginación kafkiana tiene mayor capacidad de predicción que un cálculo de probabilidades, o al menos esto es lo que Keynes pensaba. Keynes creía que la incertidumbre es el paradigma dominante en el mundo; en su Tratado sobre la probabilidad expuso la idea de probabilidad como un aspecto subjetivo ligado a la lógica o al proceso de pensamiento del observador, aunque reconoció que en determinadas ocasiones se puede calcular la probabilidad de un hecho. Quizás solo un observador lúcido como Kafka habría podido ver la mancha del Brexit en el horizonte, pues, como dice Steiner, «el gran artista poseía antenas que captaban esencias que sobrepasan la orilla de lo presente».

Aunque el euroescepticismo ha sido durante mucho tiempo una característica de la vida política británica, el resultado del referéndum fue un shock fuera de todas las expectativas de riesgo político, porque era demasiado irresponsable y arriesgado, y ninguna otra nación ha abandonado la Unión Europea hasta la fecha.

Además, el impacto del Brexit es extremo y ya se está sintiendo en muchas áreas, no solo en el entorno político disruptivo e impredecible está exacerbando la desaceleración gradual de la economía en Reino Unido, sino que también está debilitando las instituciones. El aflojamiento de los lazos comerciales establecidos durante un período de casi tres décadas con el socio comercial natural, sin saber cuáles serán los arreglos futuros, está demostrando ser un cisne negro.

Siguiendo el paralelismo de nuestro protagonista de El castillo, ahora Reino Unido tiene que irse, pero irse significa embarcarse en un proceso burocrático interminable para tratar de lograrlo, sin saber cómo será la futura relación con la UE, pues el Acuerdo de Salida de Boris Johnson no establece un ningún acuerdo mínimo de integración. Un ejército de burócratas negociarán los términos a menudo incomprensibles, que fulminan esta relación privilegiada, todo ello bajo el pretexto de «recuperar el control», un decisionismo revestido de tintes revolucionarios que cuenta con la complicidad de parte de la ciudadanía. Pero nada saben los ciudadanos (ni sabían en el momento de la votación) de los términos de la salida. Lo único que saben es que se están yendo.

Kafka ya vislumbra en El castillo los procedimientos de lo que iba a ser el «maravilloso» mundo moderno, la crudeza de la vida industrial y burocrática. Poseía una visión apocalíptica y persecutoria de la metrópolis moderna. Muchos han visto en el Brexit una rebelión de la ciudadanía ante la burocracia de Bruselas, pero la mala noticia es que han acabado enredados en los entresijos de un proceso burocrático que requiere una tremenda tarea bajo circunstancias políticas de gran dificultad. Pareciera que el ciudadano británico se encuentra sometido al mismo infortunio del protagonista de Kafka, en manos de unas élites burocráticas oficinescas que le conducen al abismo. Lo peor es ver el borreguismo y la alegría con que algunos británicos se dejan conducir a este abismo.

Cristina Casabón es periodista, especialista en Relaciones Internacionales.

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