La plaza de Margaret Thatcher en Madrid

EL pasado mes de septiembre el Ayuntamiento de Madrid, con su alcaldesa a la cabeza, bautizó un espacio privado de uso público, contiguo a la plaza de Colón, en el centro de la capital, con el nombre de Margaret Thatcher, la que fuera primera ministra británica de 1979 a 1990. Al inaugurar esa plaza, la corporación madrileña cumplía un acuerdo del pleno municipal de dar el nombre de la Dama de Hierro a un espacio de la ciudad de Madrid.

Los criterios para atribuir los nombres de calles y plazas no siempre han sido demasiado lógicos y, por el contrario, muchas veces han respondido a circunstancias políticas concretas, o a modas pasajeras. Así, en la ciudad de Madrid nos encontramos con que el erasmista don Juan López de Hoyos tiene una calle de varios kilómetros, llena de edificios, comercios y locales, mientras que Cervantes, una calle bastante corta, que muchos madrileños ni siquiera saben dónde está. No creo que sean muchos los que sepan quién era López de Hoyos, al que, si se le dedicó una calle, se debe, precisamente, a que Cervantes, cuando era muy joven, fue su alumno en el Estudio que ese humanista tenía en Madrid.

En la atribución de nombres a calles y plazas también han influido los vaivenes políticos. Desgraciadamente, eso ha ocurrido con demasiada frecuencia en nuestra historia, y ha hecho que, también bastantes veces, esos vaivenes se hayan traducido en cambios de los nombres.

Margaret Thatcher fue una personalidad excepcional, de la que, si hubiera que destacar sólo dos cualidades, yo destacaría su compromiso con la libertad y su patriotismo. Su compromiso con la libertad la llevó a plantar cara a los peores enemigos que la libertad tenía cuando llegó al poder: la Unión Soviética y todos sus satélites geográficos, intelectuales y políticos. Les plantó cara en una época en la que la corrección política del mundo libre estaba dominada por un incomprensible respeto al comunismo, en una época en la que los bienpensantes intelectuales occidentales se negaban a aceptar el rotundo fracaso del comunismo allá donde se había aplicado, en una época, en fin, dominada en Occidente por la llamada «Realpolitik», que no significaba otra cosa que mirar para otro lado ante la falta absoluta de libertad y ante la violación constante de los derechos humanos en los países comunistas de medio mundo y de media Europa.

Su protagonismo en la revolución que supuso la caída del comunismo fue fundamental, y todos los que amamos la libertad le estaremos siempre agradecidos por la valentía con la que se enfrentó a ese «establishment» intelectual y político, que, por la valentía con la que Thatcher les combatió, hizo todo lo posible y lo imposible por desprestigiarla. Margaret Thatcher creía, como muy pocos políticos de la Historia han creído, en la importancia trascendental de la libertad y de la responsabilidad de cada uno de los ciudadanos. Por eso suscitó, y sigue suscitando, la animadversión de todos los que defienden ideologías políticas antiliberales y colectivistas. Es decir, ideologías, como los nacionalismos o como el comunismo en todas sus formas, en las que el Estado no está para servir a los ciudadanos, sino que son los ciudadanos los que tienen que estar al servicio de una determinada idea del Estado.

Además, Margaret Thatcher fue una ferviente patriota. Inglesa, por supuesto. Pero ejemplar en su dedicación y servicio a Gran Bretaña, a la que encontró, cuando llegó al 10 de Downing Street, sumida en una depresión económica y vital sin precedentes y a la que dejó, once años más tarde, recuperada en todos los aspectos.

Ser patriota es otro de los valores que, desgraciadamente, está en baja en España. Pero poco o nada puede esperarse de una Nación que no cultiva la virtud del patriotismo, que no es otra cosa que el amor a la patria que compartimos con otros 46 millones de ciudadanos, y el compromiso de trabajar para que España y los españoles sean cada vez más libres y más prósperos

Recordar a Margaret Thatcher con una plaza en el centro de Madrid es una decisión que honra a su Ayuntamiento y que debería servir para que todos los madrileños y todos los españoles, cuando pasemos por esa plaza, reflexionemos sobre esas dos cualidades de la Dama de Hierro, y nos preguntemos hasta qué punto defendemos nuestra libertad frente a todas las amenazas que la acechan, y hasta qué punto nuestro patriotismo se asemeja al de esa política que tanto ayudó a recobrar la libertad a media Europa –y también a Argentina– y que tanto bien hizo a su país.

No me cabe la menor duda de que sería muy positivo para España que tuviéramos más políticos con la fe en la libertad y con el patriotismo de Margaret Thatcher.

Esperanza Aguirre, presidente del PP de Madrid.

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