Cuando el pacto básico que mantiene unida a una sociedad se derrumba (que es lo que al parecer está sucediendo en todo el mundo), proliferan los rumores absurdos y las teorías conspirativas. Incluso cuando la falta de sentido del mensaje es obvia (o tal vez, sobre todo en esos casos), este puede evocar temores y prejuicios muy profundos.
Un ejemplo perfecto (del que ya he hablado en otra ocasión) se dio a fines de agosto de 2023, cuando un sacerdote llamado «padre Antonio» roció ceremoniosamente con agua bendita una estatua de Stalin de casi ocho metros en la región rusa de Pskov. La Iglesia padeció en tiempos de Stalin, pero el sacerdote explicó que «gracias a eso tenemos muchos nuevos mártires y confesores de la fe rusos a los que rezarle y que nos ayudan en el resurgimiento de nuestra Patria». Este razonamiento está apenas a un paso de decir que los judíos deberían agradecer a Hitler por crear las condiciones que hicieron posible el Estado de Israel. Puede parecer exagerado o un mal chiste, pero es la posición declarada de algunos extremistas sionistas cercanos al gobierno israelí.
Para comprender el éxito de esta argumentación perversa, debemos señalar ante todo que en los países desarrollados, la agitación y las revueltas tienden a estallar cuando la pobreza ha retrocedido. Las protestas de los años sesenta (de los soixante-huitards en Francia a los hippies y yippies en Estados Unidos) se desarrollaron durante la edad dorada del estado de bienestar. Cuando la gente vive bien, empieza a desear todavía más.
También hay que tener en cuenta el plus de placer que puede traer consigo la perversión social y moral. Basta pensar en el reciente ataque de Estado Islámico en el Crocus City Hall moscovita, donde asesinaron a 144 personas. Lo que algunos llaman ataque terrorista, otros lo llaman acto de resistencia armada en respuesta a la destrucción masiva causada por el ejército ruso en Siria. En cualquier caso, después del ataque sucedió algo notable: las fuerzas de seguridad rusa no sólo admitieron que habían torturado a los sospechosos arrestados, sino que también lo mostraron en público.
«En un gráfico video publicado en Telegram», escribe Julia Davis (del Center for European Policy Analysis), «a uno de los detenidos le cortan una oreja y luego el interrogador lo obliga a comérsela». No extraña que algunos radicales israelíes vean en Rusia un modelo sobre cómo tratar a los miembros de Hamás arrestados.
Los funcionarios rusos no hicieron esto sólo para disuadir a futuros atacantes, sino también para complacer a los miembros de la propia tribu. «Nunca esperé algo así de mí», escribe Margarita Simonyan, una propagandista rusa que dirige la agencia de noticias estatal RT, «pero cuando veo que los entran al tribunal encorvados, e incluso lo de la oreja, siento una satisfacción inmensa». Y el fenómeno no se limita a Rusia. En Tennessee (Estados Unidos), algunos legisladores quieren que a los condenados a muerte se los vuelva a colgar en público (y por si fuera poco, de un árbol).
¿Dónde terminan estos actos? ¿Por qué no recuperar la práctica premoderna de torturar en público hasta la muerte a los acusados de delitos? O lo que es más importante, ¿cómo es posible llevar a gente «normal» al punto en el que sea capaz de disfrutar viendo esos espectáculos sádicos?
La respuesta breve es que se necesita la clase de poder que sólo pueden poseer el discurso mítico, la religión o la poesía. Como explicó Ernst Jünger, reticente compañero de ruta de los nazis: «Cualquier lucha por el poder va precedida de nivelación y destrucción de imágenes. Por eso necesitamos poetas: ellos inician el derribo, incluso de titanes».
Es posible ver a la poesía tener un importante papel en Israel. El 26 de marzo, Haaretz publicóun artículo que explica «cómo las fuerzas armadas de Israel usan la poesía de venganza para realzar la moral de las tropas». Una antología publicada por las Fuerzas de Defensa de Israel incluye poemas que «expresan un deseo de venganza y retratan el combate en Gaza como una guerra religiosa». En un anuncio del 13 de octubre en el que las FDI solicitan colaboraciones, se invita a los posibles autores a «embarcarse en un viaje poético y reavivar el grandioso espíritu israelí» con el objetivo de «elevar los espíritus en tiempos de guerra».
Al parecer, las referencias del primer ministro israelí Binyamin Netanyahu a Amalec (el enemigo bíblico de los judíos en la Torá) después del 7 de octubre no fueron suficientes. Había que completarlas con versos modernos. O tal vez la cita bíblica de Netanyahu transmitió más de lo deseado. Al fin y al cabo, según el Viejo Testamento, cuando los judíos errantes llegaron a las colinas encima del valle de Judea donde vivían los amalecitas, Jehová se les apareció y ordenó a Josué matarlos a todos, incluidos niños y animales. Si eso no es «limpieza étnica», entonces el término no significa nada.
No olvidemos que de Alemania se decía que era una tierra de Dichter und Denker (poetas y pensadores), antes de que virara a Richter und Henker (jueces y verdugos). ¿Y si las dos versiones son más cercanas de lo que parece? Si nuestro mundo se está convirtiendo en un mundo de poetas y verdugos, necesitaremos más jueces y pensadores para contrarrestar la nueva tendencia y recuperar el anclaje moral.
Slavoj Žižek, Professor of Philosophy at the European Graduate School, is International Director of the Birkbeck Institute for the Humanities at the University of London and the author, most recently, of Christian Atheism: How to Be a Real Materialist (Bloomsbury Academic, 2024). Traducción: Esteban Flamini.