La política de la recuperación mundial en 2013

¿Es posible que 2013 sea mejor que 2012 para la economía mundial? La respuesta, en principio, es sí. En la práctica, sin embargo, la respuesta puede ser más deprimente.

En Estados Unidos, la situación está dada para un crecimiento más sólido. El mercado de la vivienda finalmente se está recuperando. La Fed ha señalado que está preparada para implementar más medidas en favor del crecimiento y para reducir el desempleo. Todo lo que los demás responsables de políticas en EE. UU. tienen que hacer para garantizar que 2013 sea mejor que 2012 es evitar un gol en contra.

En especial, para eliminar la incertidumbre que continúa deprimiendo los gastos de consumo y capital, deben evitar los «precipicios fiscales» (ahora y en el futuro), los peligrosos mecanismos de secuestro, y las tonterías relacionadas con las autorizaciones periódicas para modificar los límites del endeudamiento. También deben establecer un plan creíble para la consolidación fiscal en el mediano plazo –uno que implique tanto mayor recaudación como reformas en el gasto, pero solo cuando la economía se haya fortalecido lo suficiente como para tolerar esas medidas.

¿Son capaces los responsables de las políticas estadounidenses de lograr este mínimo indispensable? Según la previsión consensuada sobre el crecimiento estadounidense para 2013 –menor que la de 2012– no han recibido un voto de confianza.

De manera similar, no debería ser difícil para Europa en 2013 mejorar su desempeño, considerando lo pésimo que le fue en 2012. Los elementos de una unión bancaria, comenzando con un supervisor único, han empezado a materializarse. El Banco Central Europeo ha prometido más apoyo para la periferia de la zona del euro. Incluso el Fondo Monetario Internacional cree que la ligera contracción de la zona del euro en 2012 se convertirá en una expansión limitada en 2013. Según los modestos estándares de la zona del euro, eso es un progreso.

Pero aquí, también, los errores en las políticas podrían torpedear las ilusiones de mejoras. Las negociaciones sobre la unión bancaria podrían colapsar. El BCE podía mantener las tasas de interés en niveles tercamente elevados e incumplir los acuerdos con los gobiernos periféricos, necesarios para que pueda comprar sus bonos en el mercado secundario. Los gobiernos podrían arriesgar más esfuerzos en sus fallidas políticas de austeridad. El plan A podría colapsar sin que hubiese un plan B.

El FMI prevé que el crecimiento del PBI chino se acelerará en 2013. La economía china continúa dependiendo fuertemente de las exportaciones, que deberían aumentar a medida que se recupere el crecimiento en otros países.

El peligro es que las autoridades chinas continuarán haciendo poco para reequilibrar su economía, permitiendo que las vulnerabilidades se acumulen. Cuando se atenuó el crecimiento de las exportaciones a mediados de 2012, detuvieron la apreciación del yuan e implementaron costosos proyectos adicionales de capital, como la línea de ferrocarriles de alta velocidad –la más larga del mundo– que completaron recientemente.

El problema es que el crecimiento basado en bajos salarios y apoyado en una tasa de cambio artificialmente competitiva no puede continuar durante mucho más tiempo. Las grandes inversiones que buscan demostrar poderío conllevan el riesgo de generar bajos rendimientos y mala deuda. Sin embargo, haciendo caso omiso de los peligros, poderosos intereses exportadores y gobiernos regionales continúan luchando a favor de esas políticas.

El elemento común es que mientras todo está listo para un mayor crecimiento en las tres mayores economías –EE. UU., la zona del euro y China– la política puede evitar que se materialice. Esto significa que las reformas necesarias son tanto políticas como económicas.

Específicamente, EE. UU. debe ocuparse del problema de los llamados «súper CAP» (comités de acción política) que permiten que las personas y los grupos de intereses especiales ricos compren elecciones. Debe desarrollar medios informativos que no muestren solo una posición ni traten todos los puntos de vista, sin importar cuán absurdos sean, como igualmente válidos. Los votantes informados necesitan que les presenten noticias basadas en hechos y análisis. Cuando el público estadounidense reciba un cuidadoso análisis de las cuestiones relacionadas con la violencia armada y el cambio climático, por ejemplo, podremos confiar en que también recibirá un análisis económico razonable.

Europa, por su parte, necesita una reforma política al nivel de la Unión Europea. Debe fortalecer los poderes del Parlamento Europeo para que la UE cuente con un contrapeso político frente a sus cada vez más poderosos organismos económicos –no solo el BCE y el supervisor bancario único, sino también la Comisión Europea, que eventualmente se convertirá en la responsable de hacer cumplir la disciplina fiscal. Si las instituciones económicas más sólidas al nivel de la UE deben funcionar adecuadamente, serán necesarias instituciones políticas más sólidas al nivel de la UE para responsabilizarlas y dar voz a los ciudadanos.

Y, en China, en necesaria una mayor transparencia para confrontar la corrupción y mantener bajo control a los intereses especiales. Los responsables de políticas en China dicen lo que deben decir, pero aún les falta actuar como deben actuar.

Japón es un sitio donde el sistema político ha generado cambios que auguran un crecimiento más rápido. Esto es irónico, dado que el sistema político de ese país se ha considerado disfuncional desde hace mucho tiempo. Pero el primer ministro Shinzo Abe, en lo que constituye su segundo mandato, promete obligar finalmente al Banco de Japón a poner fin a la deflación, y que el sector público hará más en general para apoyar el crecimiento económico.

Podemos verdaderamente estar en presencia de un político capaz de aprender de sus errores y a un electorado preparado para recompensarlo por ello –en el país donde un avance de ese tipo es menos probable. Si eso efectivamente sucede en Japón, habrá en el mundo un nuevo faro de esperanza.

Barry Eichengreen is Professor of Economics and Political Science at the University of California, Berkeley, and a former senior policy adviser at the International Monetary Fund. His most recent book is Exorbitant Privilege: The Rise and Fall of the Dollar and the Future of the International Monetary System. Traducción al español por Leopoldo Gurman.

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