Hasta donde llega mi conocimiento de la historia, me lleva a decir que la política y los políticos no han sido, en general, causa de las crisis económicas. Pero la historia también enseña que una vez que las crisis aparecen y se instalan en nuestras vidas, la política se convierte en parte fundamental de la solución.
Los países en los que la política y los políticos no saben desarrollar ese papel positivo para lograr una salida rápida y exitosa, la recesión económica se alarga, las empresas paran y cierran, el desempleo aumenta, los costes económicos y sociales de todo tipo se hacen mayores y los ciudadanos retroceden en los niveles de vida que habían logrado. Un ejemplo de manual es Argentina. Otros más cercanos son los de Italia y Portugal.
La razón por la cual la política desempeña este papel básico en la salida exitosa es que las crisis económicas exigen poner en marcha políticas y reformas que no pueden llevar a cabo los actores privados por sí solos.
Si cuando más los necesitamos, políticos e instituciones no saben desempeñar un liderazgo capaz de poner en común esfuerzos y voluntades, entonces surge el cuestionamiento de su función. Cuestionamiento que puede llevar al desprestigio de la vida política y, en el límite, a la desafección ciudadana, perfectamente reflejada en el ¡que se vayan todos!, que salió de la boca de muchos argentinos al ver la incapacidad de sus políticos frente a la crisis.
Líbreme Dios de sugerir que hayamos llegado a esa situación en nuestro país. Pero sí creo que es evidente que está comenzando a producirse un cuestionamiento de nuestra política. Metidos en medio de una tormenta económica como no habíamos visto con anterioridad, nuestra clase política se comporta como si la solución no fuese con ellos. Se les ve enzarzados en riñas domésticas movidas por el deseo de unos de permanecer en el poder y por la ambición de los otros por acceder a él.
Pienso que una percepción de este tipo es lo que ha llevado a una institución de la sociedad civil barcelonesa de tanta historia (fue creada en 1958) y seny como el Círculo de Economía a dar a conocer la semana pasada una Opinión de actualidad en la cual, con palabras medidas, como acostumbra a hacer, y con el título de Cambio económico y responsabilidad política, hace una severa llamada a la responsabilidad de nuestros dirigentes, en particular del Gobierno del Estado (el documento se puede ver en www.circuloeconomia.com).
La relevancia de ese documento se entiende mejor teniendo en cuenta lo que es el Círculo y lo que representa. No es una lobi empresarial, ni mucho menos una patronal, aun cuando muchos de sus socios, de los miembros de su junta directiva y de sus presidentes han sido y siguen siendo algunos de los más conocidos empresarios, banqueros y altos directivos del país. Pero en su junta directiva se sientan también académicos, intelectuales y profesionales de perfil diverso (entre ellos, el que firma este artículo) y de sensibilidades políticas diferenciadas. Es, por tanto, una institución civil transversal, tanto social como políticamente.
Lo que dice el Círculo es, por tanto, un buen termómetro del estado de ánimo del mundo económico catalán en relación con la política. Un consenso compartido por personas que teniendo intereses profesionales y sensibilidades políticas diferentes, coinciden en un diagnóstico y en una especie de agenda mínima sobre lo que hay que hacer.
Y ¿qué dice el Círculo? Con ser interesante, lo más relevante no está, a mi juicio, en la identificación de los problemas prioritarios (el desempleo) ni en las cosas que dice que hay que hacer que avancen hacia un nuevo modelo de crecimiento (reforma del mercado laboral, del sistema financiero, de la financiación empresarial, fiscalidad, educación e investigación, e infraestructuras). El aspecto innovador es la responsabilidad que atribuye a la política en la agudización de la situación económica y en la salida a la crisis.
«La parálisis en instituciones básicas de nuestro poder judicial; la desubicación y aparente falta de misión de instituciones como el Senado; la politización partidista de la función pública y de instituciones que deberían situarse al margen de la política; la falta de procedimientos adecuados para conducir las relaciones entre comunidades autónomas; los continuos escándalos urbanísticos o la financiación irregular de los partidos» son algunas de las deficiencias que el Círculo señala en el marco institucional. Y conluye que «sin un marco institucional eficiente, la recuperación económica resultará efímera».
Partidario de un amplio acuerdo social y político para salir del marasmo, el Circulo de Economía señala que «si uno y otro no fuesen posibles, es obligación del actual Gobierno asumir sin dilación sus responsabilidades y evitar el deterioro de la situación económica y del empleo».
Vamos, que dicho en román paladino, zapatero a tus zapatos. A ver si le escuchan.
Antón Costas, catedrático de Economía de la UB.