La política estadounidense en el Magreb: ¿a la conquista de una nueva región?

Por Yahia H. Zoubir, profesor de Relaciones Internacionales y Administración, Euromed Marseille. Facultad de Administración, Francia (REAL INSTITUTO ELCANO, 16/11/06):

Resúmen

Numerosos analistas franceses y magrebíes sugieren que Estados Unidos (EEUU) está mostrando un interés excesivo en el Magreb y que desea poner fin a la influencia francesa en la región, algo que contemplan con preocupación. Pero, ¿qué es realmente lo que está ocurriendo? ¿Cuáles son los intereses de EEUU en el Magreb? ¿Verdaderamente desea acabar con la influencia francesa y europea en la región? ¿Es cierto también que EEUU, a través de la Iniciativa de Asociación entre Estados Unidos y Oriente Medio (MEPI) o el Millennium Challenge Account, está tratando de debilitar la Asociación Euromediterránea (Proceso de Barcelona)? El presente artículo sostiene que no cabe duda de que EEUU esté interesado en la región, convertida en una zona estratégica desde los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001. Sin embargo, aunque el interés de EEUU en el Magreb es más que evidente, huelga decir que es menos ambicioso y preocupante para los intereses europeos, y franceses en particular, de lo que se nos da a entender. De hecho, puede decirse que las relaciones transatlánticas en la región son más complementarias que competitivas.[1]

Evolución de las relaciones de EEUU con el Magreb

Durante décadas, EEUU ha prestado una atención más bien limitada al Magreb, dado que los líderes estadounidenses consideraban que la región entraba dentro de la zona de influencia europea y, más concretamente, francesa. Sin embargo, durante algunos períodos de la historia EEUU ha mostrado un interés mayor a nivel económico y político. Pueden identificarse al menos tres períodos en los que EEUU ha prestado una atención especial al Magreb: en primer lugar, durante la Segunda Guerra Mundial; en segundo lugar, durante el período de descolonización de los años cincuenta y sesenta; y, por último, durante el conflicto del Sáhara Occidental hasta los años ochenta. Durante la Guerra Fría, EEUU rara vez percibía el Magreb como una entidad regional, pese a su relevancia geopolítica, y prefería mantener relaciones bilaterales con cada Estado. El Magreb como entidad regional fue significativo sólo en la medida en que los acontecimientos de la región pudieran tener consecuencias negativas sobre la estabilidad de Europa del Sur, el Flanco Sur de la OTAN. Durante el período de la Guerra Fría, el objetivo principal era frenar la influencia comunista, en concreto la soviética, y promover los intereses occidentales. A pesar de las estrechas relaciones con Marruecos y Túnez, los estadounidenses confiaron en Francia, la vieja potencia colonial, para desempeñar un papel dominante en la región. Por consiguiente, hasta principios de los años noventa no existía ningún tipo de política regional estadounidense en el Magreb. Pero desde el fin de la Guerra Fría y la disolución del bloque soviético, fue tomando cuerpo de forma paulatina una política regional dictada por la estrategia mundial de la superpotencia estadounidense, que no tenía rival. Desde finales de los noventa, la política de EEUU ha sido favorable, como era de suponer, a la creación de una entidad regional en el Magreb, una economía de mercado integrada que respondiera al concepto de los “bloques comerciales”. Pese a que Libia fue inicialmente excluida de este plan, no cabe duda de que EEUU se plantea hoy su posible inclusión en una zona que se extiende desde Libia hasta Marruecos, pasando por el Sáhara Occidental. La normalización de las relaciones con Libia en diciembre de 2003, el restablecimiento de relaciones diplomáticas plenas y la retirada de Libia de la lista de Estados que apoyan el terrorismo el 15 de mayo de 2006 hacen que la incorporación de Libia en el programa estadounidense sea sólo una cuestión de tiempo.

Tras la Guerra Fría, el interés de EEUU en el Magreb aumentó en un primer momento debido al inevitable avance de la globalización, y posteriormente lo hizo aún más como consecuencia de los atentados del 11-S. Por consiguiente, puede afirmarse que desde que se produjeron los ataques contra EEUU, el país ha prestado una atención incluso mayor a la región magrebí, debido en gran medida a que numerosos miembros de la red terrorista al-Qaeda, los denominados “afganos árabes”, son de origen norteafricano. A finales de la década de los noventa, los políticos estadounidenses se dejaron atraer por la idea de que el Magreb era una prometedora entidad económica regional. No obstante, la situación del Sáhara Occidental, donde no puede hablarse ni de guerra ni de paz, continúa siendo una fuente de tensiones en la región así como el principal punto de discordia entre Argelia y Marruecos, los dos países que constituyen el eje del proceso de integración regional. Desde que estallara el conflicto en 1975, la situación en el Sáhara Occidental ha incrementado las tensiones en las relaciones entre Argelia y Marruecos, lo cual apunta a que su integración económica resultará complicada y laboriosa mientras perdure la disputa entre Marruecos y los nacionalistas saharauis.[2]

Política de EEUU en el Magreb

Actualmente, EEUU apoya el tipo de desarrollo que favorece el crecimiento económico duradero en el Magreb. Oficialmente, “Estados Unidos está interesado en la estabilidad y prosperidad del Norte de África, una región que está experimentando importantes cambios. En concreto, estamos tratando de reforzar y consolidar nuestras relaciones con Marruecos, Túnez y Argelia, así como de promover el desarrollo democrático y las reformas económicas”.[3] Puede decirse, por tanto, que el interés de EEUU antes del 11-S era fundamentalmente de índole económica; así lo demuestra, con rotundidad, la Iniciativa Eizenstat o Alianza Económica entre Estados Unidos y el Norte de África. Lanzada en 1999, dicha iniciativa fue posteriormente rebautizada como Programa Económico Estadounidense para el Norte de África, cuya finalidad era reforzar los vínculos existentes entre EEUU y el Magreb central en el ámbito del comercio y las inversiones. El objetivo era doble; por una parte, “promover el comercio entre nuestros países, animar al mayor número posible de empresas estadounidenses a invertir en la zona, crear puestos de trabajo bien remunerados [...] y fomentar la reducción de las barreras internas entre los países del Norte de África, dado que se han ralentizado los flujos de comercio entre dichos países”.[4] Esta declaración, junto con las manifestaciones destinadas a alentar a Argelia y Marruecos a reabrir su frontera terrestre, que se encuentra cerrada desde agosto de 1994, reflejan implícitamente el deseo de que el Magreb central resucite la moribunda Unión del Magreb Árabe (AMU), fundada en febrero de 1989. El Programa Económico Estadounidense para el Norte de África –actualmente integrado en la Iniciativa para el Amplio Oriente Medio y Norte de África (BMENA)– es un recordatorio constante del deseo de EEUU de convertir el Magreb en una entidad integrada, que, con el tiempo, se amplíe hacia el Este. Es bastante probable que EEUU se interesara en la creación, a largo plazo, de una entidad norteafricana que incluyera a Egipto, que posee ya el estatuto de observador de la AMU y es un estrecho aliado de EEUU, dado que dicho país podría actuar como un vínculo o mediador en la cadena de normalización con Israel.

Durante la mayor parte de la década de los noventa, la principal preocupación de EEUU en el Magreb fue la situación altamente inestable de Argelia. Esta inestabilidad era también el principal motivo por el que EEUU, siguiendo el ejemplo de otros países, deseaba mantener el status quo en lo que se refiere al conflicto del Sáhara Occidental. El fuerte auge del islamismo radical, el caos previsto por los analistas en el supuesto de que se produjera un triunfo islamista en las urnas, así como las consecuencias impredecibles de un levantamiento armado, reforzaban la importancia estratégica de Marruecos. Para los estadounidenses y para muchos europeos, sobre todo franceses, Marruecos era percibido hasta los atentados terroristas de Casablanca de mayo de 2003 como un bastión debido a su supuesta estabilidad interna y a su situación geográfica; la mayoría consideraban a Marruecos como un baluarte contra el islamismo radical. El temor de EEUU y también de Europa era que la desestabilización de Argelia o de Marruecos pudiera tener consecuencias inesperadas, lo cual tendría, a su vez, un terrible impacto sobre Europa. Se pensaba que un Gobierno marroquí debilitado podría conducir al auge del islamismo yihadista radical en el país, que podría propiciar una inmigración masiva hacia Europa. Se cree que durante la crisis argelina, concretamente durante el período 1992-1997, cuando el terrorismo arrasó el país, casi medio millón de argelinos altamente cualificados (ingenieros de software, médicos, educadores, etc.) huyeron hacia Europa y América del Norte. Sin lugar a dudas, la crisis vivida en Argelia durante los años noventa fue el motivo principal por el que EEUU empezó a prestar una mayor atención a la región del Magreb.

Marruecos: El baluarte de EEUU en el Magreb

Marruecos sigue siendo el pilar de la presencia estadounidense para la política de EEUU en el Magreb y en Oriente Medio, concretamente para la Sexta Flota estadounidense desplegada en el Mediterráneo y el proceso de paz en Oriente Próximo. Con el fin de la Guerra Fría, la asistencia militar y económica de EEUU disminuyó considerablemente debido a las restricciones presupuestarias impuestas por el Congreso. Pese a ello, Marruecos logró recuperar poco tiempo después su posición de aliado importante por varios motivos. El primer motivo era el apoyo marroquí a la Guerra del Golfo de 1991, con el envío de dos mil soldados marroquíes a Arabia Saudí. El segundo motivo, como se ha mencionado anteriormente, era la inestabilidad de Argelia. En un momento en el que el Gobierno argelino luchaba por sobrevivir y el espectro de una revolución islamista radical planeaba sobre el Norte de África, Marruecos ejerció su papel de baluarte contra las fuerzas extremistas antioccidentales. En definitiva, el país desempeñó una vez más el papel de protector de los valores occidentales contra el “oscurantismo islámico” tras haber ejercido con éxito la función de baluarte contra el Comunismo durante la Guerra Fría. La capacidad del Rey Hasán II para contener a los movimientos islamistas radicales en su país le convirtió en un agente especialmente útil en la lucha contra las fuerzas radicales. Hasán II, en su condición de “Comendador de los Creyentes” y aceptado como tal por la población marroquí, fue capaz de promover una cierta estabilidad gracias a su capacidad para institucionalizar el islamismo y también a su tolerancia hacia algunos grupos minoritarios, a los que permitió mantenerse activos dentro de los límites que él mismo había marcado. Curiosamente, este último aspecto fue utilizado como modelo en 1994 por parte de los dirigentes estadounidenses, como el entonces secretario de Estado adjunto Robert Pelletreau, para negociar un acuerdo entre el Gobierno argelino y los islamistas “moderados”.[5] El tercer motivo por el que EEUU apoyó a Marruecos está relacionado con la aceleración de las reformas económicas y la liberalización del mercado, que incluyó una privatización a gran escala, enfoque que coincide con uno de los objetivos ideológicos estadounidenses. Muy significativo también es el apoyo a Marruecos mostrado por el Congreso de EEUU, que se debe en parte a que Marruecos es considerado un país menos hostil hacia Israel. A pesar de las violaciones de los derechos humanos, EEUU no cambió su política hacia Marruecos. De hecho, la Administración de George W. Bush reforzó la cooperación económica y militar, especialmente en el marco de la lucha contra el terrorismo. Para EEUU, Marruecos también destaca por ser un modelo de democracia en el mundo árabe. El que fuera embajador de EEUU en Marruecos, Edward Gabriel, afirmó en noviembre del año 2000 que “en lo que se refiere a Marruecos, estamos muy emocionados con su experimento democrático. Desde el Departamento de Estado de EEUU pensamos que Marruecos es probablemente el mayor experimento democrático que existe en la actualidad en Oriente Medio”.[6] En noviembre de 2003, el presidente Bush anunció que EEUU tomaría importantes medidas para reforzar las relaciones con Marruecos, más concretamente para fomentar la cooperación económica y militar, así como medidas destinadas a combatir el terrorismo. Un año después, EEUU concedió a Marruecos el estatus de “importante aliado no-OTAN”.[7]

Con la excepción de Egipto, Marruecos ha recibido desde su independencia en 1956 una asistencia financiera de EEUU superior a la recibida por cualquier otro país árabe. Desde 1975, momento en que estalló el conflicto del Sáhara Occidental, Marruecos ha obtenido más de una quinta parte de la ayuda económica total concedida por EEUU a África, lo cual supone más de mil millones de dólares en concepto de ayuda militar. En el año 2002, Marruecos recibió el 72% de la ayuda total concedida por EEUU a los tres países del Magreb central. En el año 2005, dichas ayudas representaron el 81,8%, es decir, casi 58 millones de dólares.[8] Actualmente, las ayudas militares se sitúan en torno a los 20 millones de dólares con el fin de ayudar a Marruecos no sólo a frenar la inmigración clandestina sino también y, por encima de todo, a proteger sus fronteras y luchar contra el terrorismo. Más importante aún es el hecho de que EEUU y Marruecos firmaran en 2004 un acuerdo de libre comercio bilateral, que entró en vigor en enero de 2006. Sin embargo, cabe destacar que a pesar de su conocido apoyo a Marruecos, Washington se niega a reconocer la soberanía marroquí en la disputa sobre el Sáhara Occidental. De hecho, EEUU dejó bien claro que el acuerdo comercial entre Marruecos no se aplica al Sáhara Occidental, para evitar así el choque con los congresistas estadounidenses que están a favor de la celebración de un referéndum en el territorio disputado, pero también para evitar las hostilidades con Argelia, que apoya a los nacionalistas saharauis y no reconoce la ocupación de Rabat en el Sáhara Occidental. Asimismo, a pesar de las peticiones de Marruecos, que instaba a EEUU a imponer una solución al conflicto que le fuera favorable, EEUU se mostró firme e hizo caso omiso de sus peticiones. En el año 2006, EEUU ha pedido repetidamente a Marruecos que formule una propuesta seria para la resolución del conflicto. En declaraciones recientes sobre la situación del Sáhara Occidental, Gordon Gray, secretario de Estado adjunto para Oriente Próximo, afirmó que “EEUU sigue buscando una solución política aceptable, en el marco de las Naciones Unidas, y que no tiene ninguna intención de imponer una solución […] Recientemente, el Gobierno marroquí ha expresado su deseo de desarrollar un plan de autonomía para el Sáhara Occidental. EEUU ha instado a Marruecos a presentar una propuesta sólida y razonable que pueda ser valorada por todas las partes implicadas”.[9]

El asombroso avance de las relaciones entre EEUU y Argelia

Al final de la década de los noventa, las relaciones entre EEUU y Argelia avanzaron de manera considerable a todos los niveles, en comparación con lo que lo habían hecho hasta entonces. El antagonismo político e ideológico del pasado se fue disipando paulatinamente. La mayor prueba de este cambio fue la visita oficial del presidente Abdelaziz Buteflika a EEUU en julio de 2001. La creciente influencia de Argelia en el seno de la Organización para la Unidad Africana (OUA, hoy conocida como la Unión Africana), así como la creciente importancia del eje Argelia-Nigeria-Sudáfrica, no han pasado desapercibidas en Washington, que puede incluso convertirse en un promotor activo (a diferencia de lo ocurrido con el fallido Plan Omega, que fue apoyado por Senegal y Francia, y que el presidente senegalés, Abdoulaye Wade, trató de vincular al NEPAD). En lo que se refiere al conflicto del Sáhara Occidental, los políticos estadounidenses son conscientes de que la resolución del mismo no es posible sin el respaldo de Argelia. Esto explica la posición más equilibrada y menos abiertamente promarroquí de Washington durante los últimos años. Asimismo, EEUU comprendió mucho antes de los atentados del 11-S que era necesario cooperar con Argelia en el marco de la lucha global contra el terrorismo. En marzo de 2001, el director del FBI, Louis Freeh, visitó Argelia para solicitar la ayuda de las autoridades argelinas en la lucha contra la red que lidera Osama Bin Laden. Los atentados del 11-S aceleraron el acercamiento entre ambos países, al menos en lo que se refiere a la cooperación en materia de seguridad. Pese a algunas reservas, Argelia acordó sumarse a la coalición internacional que encabeza EEUU. En este contexto, las autoridades argelinas entregaron a Washington una lista de varios centenares de sospechosos, es decir, islamistas argelinos militantes que se habían refugiado en Europa y América, y también se ofreció a colaborar en el ámbito de la seguridad y los intercambios entre los servicios secretos. El presidente Buteflika visitó Washington el 5 de noviembre de 2001, fundamentalmente en el marco de la lucha global contra el terrorismo. Los argelinos obtuvieron resultados políticos positivos durante la visita: el apoyo a la lucha contra el terrorismo en Argelia, el apoyo a la Carta de Argel de la OUA en materia de lucha antiterrorista, la condena de las tomas de poder violentas en África y el apoyo a la diplomacia argelina en África y el Mediterráneo. La CIA, el FBI y la NSA (Agencia Nacional de Seguridad, en sus siglas en inglés) siguen solicitando la colaboración de los argelinos, que han cosechado una valiosa experiencia en materia de lucha antiterrorista. Pese a negarse a vender cierto tipo de armamento a Argelia, EEUU acordó proporcionar equipamiento eficaz a las fuerzas de seguridad argelinas, lo cual permitió acabar con los grupos armados “residuales” de las áreas rurales. Se rompía así el embargo militar al que había estado sometida Argelia desde que suspendiera el proceso electoral en enero de 1992. Hoy, sin embargo, EEUU está dispuesto a considerar las peticiones de compra de armas que realice Argelia en el futuro. De hecho, tras su visita a Argelia en febrero de 2006, el secretario de Defensa estadounidense, Donald Rumsfeld, declaró que EEUU está estudiando la posibilidad de vender armamento sofisticado a Argelia; “nosotros”, dijo, “tenemos cosas que ellos desean y ellos tienen cosas que nos pueden resultar útiles”.[10]

El secretario de Estado adjunto para Oriente Próximo, C. David Welch, manifestó durante su visita a Argel en marzo de 2006 que “si Argelia decidiera reforzar su cooperación militar, incluida la adquisición de armas, la cuestión tendría que ser estudiada minuciosamente”.[11] Indudablemente, es posible que Argelia esté o vaya a estar interesada en comprar armamento sofisticado a EEUU pero no podríamos hablar, en ningún caso, de cantidades elevadas; no olvidemos que hace sólo unas semanas ha comprado armas a Rusia, su proveedor tradicional, por valor de 4.700 millones de dólares, en lugar de reembolsar la deuda contraída con dicho país. Pese a ello, no existen pruebas que demuestren que los argelinos están interesados en comprar nuevo equipamiento militar y letal a EEUU. No obstante, la cuestión de la compra de armas representa una evolución bastante interesante, pues durante casi una década, debido al embargo tácito al que fueron sometidos, los argelinos tuvieron que proveerse de mercados alternativos del antiguo bloque comunista, de Sudáfrica y de Turquía. Por supuesto, este acercamiento entre Washington y Argel no hubiera sido tan sencillo de no ser por el papel cada vez más relevante que Argelia puede desempeñar en la defensa de la seguridad en el Mediterráneo, una región vital para la Alianza Atlántica. La OTAN, tras haber reconocido la importancia de la relación entre la seguridad euroatlántica y la estabilidad en el Mediterráneo, ha implantado un programa de cooperación, así como operaciones conjuntas en el Mediterráneo con las fuerzas argelinas tras las visitas de Buteflika a la sede de la OTAN en Bélgica en diciembre de 2001 y diciembre de 2002. Dichas visitas fueron sucedidas por visitas regulares de militares de alto rango argelinos a la sede de la OTAN.

Desde el punto de vista económico, las relaciones entre Argelia y EEUU han experimentado un crecimiento significativo. En julio de 2001, ambos países firmaron un acuerdo marco sobre comercio e inversión, estableciendo un procedimiento de consultas que dio lugar a un acuerdo de inversión bilateral, concesiones comerciales mutuas y un acuerdo de doble tasación, garantizando así un mayor acceso al petróleo y el gas natural argelinos para las corporaciones multinacionales. El objetivo del acuerdo era duplicar el volumen de intercambios y permitir que las empresas estadounidenses pudieran hacerse con una mayor cuota del mercado argelino, en concreto en lo que se refiere al sector de los hidrocarburos. Cabe destacar que EEUU es en la actualidad el principal inversor en este sector, con 4.100 millones de dólares,[12] mientras que Francia, el principal socio económico de Argelia, invierte sólo 500 millones de euros, principalmente en el sector de los hidrocarburos. En julio de 2001, Buteflika visitó Washington con la esperanza de que la inversión estadounidense en Argelia se duplicara para el año 2005. Ahora bien, parece que durante los últimos años, las empresas estadounidenses se han interesado en otros sectores aparte del sector energético, como las finanzas, los productos farmacéuticos, las telecomunicaciones y el procesamiento de datos. Sin embargo, pese a esta evolución sin duda positiva, las inversiones estadounidenses, con la excepción del sector de los hidrocarburos, siguen siendo insignificantes. La inestabilidad de Argelia durante la década de los noventa explica en parte el bajo nivel de inversión extranjera directa (IED) estadounidense; la lentitud de las reformas económicas, la precariedad de las infraestructuras y la pesada burocracia son sólo algunos de los factores que desalentaron a los inversores estadounidenses. Es preciso mencionar que en general el Norte de África no logra atraer un porcentaje elevado de las IED mundiales; apenas se alcanzan los 5.000 millones de dólares anuales. Argelia, pese a ello, logró captar 3.400 millones de dólares en el año 2004, es decir, el doble de lo que captó en 2003, sobre todo en el sector de los hidrocarburos. No cabe duda de que las relaciones económicas entre Argelia y EEUU van viento en popa. Prueba de ellos es que EEUU fue el primer cliente y el tercer proveedor de Argelia en el primer trimestre de 2005.[13]

La cooperación argelino-americana se está extendiendo paulatinamente hacia otros campos, tales como los vinculados a la actividad parlamentaria o la gestión bancaria. En enero de 2006, por ejemplo, una delegación de la Conferencia Nacional de Legislaturas Estatales (NCSL, en sus siglas en inglés), visitó Argelia para compartir sus experiencias con los legisladores argelinos. El objetivo de la delegación, que se inscribe en el marco de la Iniciativa de Asociación entre EEUU y Oriente Medio (MEPI), era evaluar, en base a lo que se había logrado hasta entonces, qué proyectos podrían incluirse en el programa de cooperación previsto para el bienio 2006-2007. Otra delegación de la NCSL, conducida por el senador Republicano Steve Rausschenberger, visitó Argel en mayo de 2006.

Túnez: apertura democrática gracias al empujón de EEUU

Desde su independencia en 1956 y hasta 2003, Túnez ha ocupado una posición privilegiada en la lista de países amigos de EEUU. La ejemplar amistad entre EEUU y Túnez sólo se ha vista amenazada en una ocasión debido al bombardeo israelí de la sede de la Organización para la Liberación Palestina (OLP) en Túnez en el año 1985.[14] La postura prooccidental de Túnez se veía como algo extremadamente atractivo, al igual que su modelo de desarrollo político, económico y social. En la década de los noventa, los dirigentes estadounidenses describieron Túnez como un claro ejemplo de éxito: reformas, liberalización del mercado, secularismo, promoción de los derechos de la mujer, uso libre del control de la natalidad y eliminación del analfabetismo. Durante dicha década, el Departamento de Estado incluso se refirió al movimiento islamista tunecino como un grupo mucho más moderado que el FIS argelino. Asimismo, EEUU también apoya a Túnez por motivos de seguridad, tal y como demuestran las maniobras militares que se llevan a cabo de forma conjunta cada año. Durante la crisis argelina, que se prolongó durante una década, Túnez, al igual que Marruecos, disfrutó de un fuerte apoyo estadounidense para impedir la propagación del islamismo radical y disuadir a Libia de cualquier intento de desestabilización de su vecino tunecino. Debido a su importancia estratégica, Túnez ha logrado escapar, al menos públicamente, a las críticas por las graves violaciones de los derechos humanos. A diferencia del Gobierno argelino, que fue duramente criticado por el Gobierno estadounidense en la década de los noventa, Túnez ha conseguido mantenerse al margen de las críticas. Esto se debe a que Túnez, como Marruecos y Egipto, justificó dicha represión alegando que se enmarcaba dentro de la lucha por garantizar la estabilidad y supervivencia del Gobierno frente a las fuerzas islámicas “radicales”, que no esconden su hostilidad hacia el mundo occidental. Los tunecinos se aprovecharon de la inestabilidad de Argelia para justificar sus medidas represivas no sólo contra la oposición islamista sino contra todo tipo de oposición.

Pueden identificarse dos excepciones recientes a la indulgencia estadounidense hacia el Gobierno tunecino. Durante su visita a Túnez en noviembre de 2003, el que fuera secretario de Estado, Colin Powell, criticó las violaciones de los derechos humanos cometidas en el país. En febrero de 2004, el presidente Bush manifestó ante un desconcertado Zine Al Abidine Ben Alí que Túnez debía emprender reformas en los ámbitos de la libertad de prensa y del sistema legislativo, tanto legal como electoral. Sin embargo, aparte de estas reprimendas aisladas, Túnez sigue disfrutando del apoyo de Washington, en particular del Departamento de Defensa, cuyos líderes desean que Túnez siga del lado de EEUU. Al igual que otros Gobiernos árabes, Túnez se benefició de los acontecimientos del 11-S y lo ocurrido con posterioridad a dichos atentados, en la medida en que obtuvo el apoyo de EEUU a través de su participación en la lucha global contra el terrorismo, su contribución en el conflicto iraquí, el reconocimiento del Consejo de Gobierno iraquí y la participación en las operaciones de mantenimiento de paz. Túnez también jugó las “cartas israelíes” para atenuar las críticas de EEUU e invitó al entonces primer ministro israelí, Ariel Sharon, a Túnez en febrero de 2005. Esta táctica recuerda a la utilizada por el Rey Hasán II cuando invitó al primer ministro israelí, Simon Peres, a Marruecos durante el verano de 1986, una invitación cuyo objetivo era ganarse los favores norteamericanos tras la firma del Tratado de Oujda (1984-1986) entre Marruecos y Libia, un tratado que irritó a Washington debido a su enemistad con Trípoli. En Washington, Túnez sigue disfrutando del firme apoyo de los Congresistas, impresionados por el sistema social tunecino, así como del Departamento de Defensa, que presiona a la Casa Blanca y al Departamento de Estado para suavizar las críticas hacia el Gobierno autoritario de Ben Alí.

Libia: la asombrosa rehabilitación del “Estado canalla”

Indudablemente, las relaciones que han experimentado una evolución más sorprendente durante los últimos años, es decir, desde 1999, son las mantenidas entre EEUU y Libia. Tras décadas de hostilidad y confrontaciones frontales, los dos países han dado un gran salto en el proceso de normalización en un período muy breve de tiempo.[15] El acuerdo definitivo alcanzado en 2003 sobre el caso Lockerbie (explosión de una bomba a bordo del vuelo 103 de Pan Am sobre Escocia en diciembre de 1988, que fue atribuido a Libia) fue el punto de partida, seguido por el sorprendente comunicado emitido por Libia a finales de diciembre de 2003 para anunciar que renunciaba a sus programas de armas de destrucción masiva (ADM). La cooperación en el ámbito de las ADM abrió el camino hacia la normalización de las relaciones diplomáticas. Actualmente, EEUU y Libia están negociando la posibilidad de ampliar el debate sobre la política en África, el terrorismo, los derechos humanos y las reformas económicas en Libia. A Washington le gustaría que Libia utilizara su influencia en África para adoptar medidas “positivas”: abstenerse de interferir en los asuntos internos de algunos países africanos, moderar la política de Mugabe en Zimbabwe, contener a algunos grupos de la oposición y templar a algunos grupos islámicos, como ocurrió en el verano del año 2000 cuando la mediación Libia propició la liberación de los rehenes occidentales secuestrados por el grupo islámico de Abu Sayyaf en la isla de Jolo, en Filipinas. Hay tres indicios que señalan que los libios están siguiendo esta nueva dirección, que serán descritos a continuación.

EEUU y Libia han abordado acuerdos comerciales y relativos al petróleo que se han traducido en contratos altamente lucrativos para las empresas norteamericanas, que han presionado sin aliento a las Autoridades de su país durante los años noventa para que se levantara el embargo y poder así retomar sus actividades en Libia. El retorno de las empresas estadounidenses a Libia se ha acelerado durante los últimos meses. En diciembre de 2005, Exxon Mobil Corp firmó contratos para la extracción y producción de petróleo con la Compañía Nacional de Petróleo libia (NOC, en sus siglas en inglés). Pero hubo que esperar hasta mayo de 2006 para que EEUU anunciara que había decidido restablecer relaciones diplomáticas plenas con Libia y retirar al país de la lista de Estados que apoyan el terrorismo. Libia tiene muchos enemigos en Washington, especialmente entre los neoconservadores, a quienes les hubiera gustado castigar al Gobierno libanés por sus actos pasados. Poco después de los atentados del 11-S, cuando se decidió derrocar el régimen de Sadam Husein en Irak, algunos contemplaron la posibilidad de tomar represalias contra Libia. Consciente de que EEUU podría atacar a los países que habían asistido a grupos terroristas, incluso en un pasado lejano, Gaddafi hizo todo lo posible por desvincular a su país del terrorismo y normalizar las relaciones con EEUU, un objetivo que había perseguido sin éxito desde principios de la década de los noventa. Durante el discurso pronunciado el 31 de agosto de 2002 con motivo del trigésimo tercer aniversario desde su llegada al poder, Gaddafi hizo la siguiente declaración: “Debemos respetar la legalidad internacional, incluso si dicha legalidad ha sido distorsionada y nos ha sido impuesta por EEUU; de lo contrario, seremos aniquilados”.[16] Sin embargo, huelga mencionar que la decisión de Libia de renunciar a las ADM y normalizar las relaciones con EEUU y Europa no fue fruto de la guerra en Irak, tal y como manifestaron algunos miembros de la Administración Bush.[17] El propio Colin Powell concluyó tras conocer la decisión de Libia de renunciar a las armas de destrucción masiva en diciembre de 2003 que había sido la diplomacia y la persuasión de varias Administraciones estadounidenses lo que había llevado a Libia a tomar dicha decisión.[18] Aunque el Gobierno de Gaddafi redujo su ayuda a los grupos terroristas, decidió utilizar su relación y su influencia sobre dichos grupos para defender los intereses de su país. Y fue precisamente su capacidad para influenciar a los grupos islamistas internacionales, en concreto a través de la asociación misionera Al-Dawa Al-Islamiyya, lo que permitió que Libia fuera incluida en la lista de países que luchan activamente contra el terrorismo elaborada por EEUU. Por consiguiente, siguiendo el ejemplo de otros Gobiernos árabes, Libia podría afirmar con legitimidad que lleva tres décadas luchando contra dichos movimientos en su territorio.[19]

Libia es un rico productor de petróleo y podría convertirse en un socio clave de EEUU en la lucha global contra el terrorismo. Pese a que algunos miembros del Congreso siguen oponiéndose a la rehabilitación de Libia, EEUU ha decidido restablecer relaciones diplomáticas plenas con el país y excluirlo de la lista de Estados que promueven el terrorismo. Esta retirada de la lista es un primer paso hacia una estrecha cooperación entre ambos países. Por el momento, EEUU no parece estar demasiado preocupado por la naturaleza del régimen libanés o las flagrantes violaciones de los derechos humanos que se producen en Libia. El secretario de Estado adjunto para Oriente Próximo, C. David Welch, manifestó recientemente que “el compromiso de EEUU con los ciudadanos, los derechos humanos y la Agenda de la Libertad del presidente es inquebrantable”,[20] si bien la mejora del historial libio en materia de derechos humanos ha estado muy lejos de ser una condición necesaria para su rehabilitación. De hecho, varios analistas especializados en la política estadounidense están llegando a la conclusión de que EEUU está abandonando progresivamente su doctrina por la “libertad”, de la que se ha vanagloriado George W. Bush en numerosos discursos.[21]

El Magreb: entidad regional inscrita en el marco de la política exterior estadounidense

El objetivo principal de EEUU es desarrollar una estrecha colaboración política, militar, económica y de seguridad con los países del Magreb. Un análisis de los comunicados oficiales, las conferencias de prensa y varios documentos gubernamentales permite concluir que EEUU está tratando de crear una alianza económica con el Magreb al propiciar las reformas estructurales en cada uno de los países de la región, ofrecer un mayor protagonismo al sector privado y desmantelar las barreras intrarregionales, que representan un claro obstáculo para el comercio y la inversión. Los norteamericanos también son conscientes de la importancia del petróleo y el gas natural en la zona, en concreto en Argelia y Libia. En este contexto, el conflicto sobre el Sáhara Occidental ha adquirido una nueva dimensión dado que su persistencia sigue suponiendo un gran obstáculo para EEUU, pues le impide alcanzar los objetivos de su política regional. Por este motivo, en noviembre de 2003, el presidente Bush insistió en la necesidad de que Argelia y Marruecos encontraran “formas creativas y pragmáticas de resolver sus diferencias”.[22] Sin embargo, esta insistencia no tiene en cuenta, al menos no como es debido, las posiciones de los distintos actores, especialmente Argelia. Además, mientras Francia y, en menor grado, EEUU continúen apoyando a Marruecos, es muy probable que el statu quo del Magreb perdure. Por ello, es fundamental que el conflicto del Sáhara Occidental se resuelva de forma justa y rápida, para poder así promover un desarrollo duradero en el Magreb. El temor de EEUU es que la región se convierta en un centro de reclutamiento, captación y operación de la red al-Qaeda, lo cual puede representar un grave peligro para Europa, dado que muchas de las personas reclutadas por al-Qaeda proceden no sólo del Norte de África sino también de los suburbios de las ciudades europeas. Sólo tres días antes de los atentados de Madrid del 11 de marzo de 2004, el comandante adjunto del Comando Europeo (EUCOM), el general Charles Wald, declaró que al-Qaeda estaba restableciendo su presencia en el Norte de África.[23] El indicio más relevante del cambio producido a nivel multilateral para combatir a este grupo y demás amenazas es la creación del Dialogo Mediterráneo de la OTAN, que reúne a países como Argelia, Egipto, Israel, Mauritania, Marruecos y Túnez en torno a la misma mesa. La incorporación de Argelia en el Dialogo Mediterráneo representa un importante paso hacia delante dado que marca el principio de un importante cambio en los principios que Argelia ha defendido con tanta determinación desde su independencia en 1962. En cuanto al Gobierno tunecino y marroquí, sus relaciones con EEUU también se han visto reforzadas.

En el año 2002, el presidente George W. Bush hizo las siguientes declaraciones en el Informe Estratégico sobre Seguridad Nacionalde EEUU (National Security Strategy Report): “Seguiremos instando a nuestros socios regionales a que se sumen al esfuerzo coordinado destinado a aislar a los terroristas. En cuanto una campaña regional identifique una amenaza a un país en concreto, asistiremos a dicho país para que disponga de todos los medios militares, legales, políticos y financieros necesarios para cortarla de raíz”.[24] La aplicación de dicha decisión consiste en establecer alianzas tácticas y bases logísticas alrededor del planeta. Así, en el año 2004, el Comandante del Comando Europeo de EEUU, el general James L. Jones, destacó que además de Marruecos, Túnez y los nuevos miembros de Europa del Este, existían otros países que podrían proporcionar valiosas bases de entrenamiento para las fuerzas militares estadounidenses.[25] Estas bases sencillas, con pistas de aterrizaje, barracones y electricidad, aun en el caso de ser provisionales, podrían ser utilizadas por las fuerzas estadounidenses durante varios meses si fuera necesario. Países que han estado aislados del panorama internacional en el pasado, como Argelia (1992-1999), recibirían armas y formación y podrían convertirse incluso en el eje de los intereses militares de EEUU en la zona. “Sería interesante para nosotros poder aterrizar en bases argelinas o entrenarnos juntos [...] Creemos que tenemos mucho que aprender de los argelinos,”[26] manifestó el general Charles Wald. Estas declaraciones se produjeron en un momento en el que EEUU estaba elaborando planes para el despliegue de sus tropas en el extranjero porque se había previsto una reducción sustancial de las tropas destinadas de forma permanente en Alemania y otros países de Europa Occidental. Se anunciaba así la denominada estrategia regional de “postura adelantada” (forward posture) o “presencia adelantada” (forward presence) desarrollada por las fuerzas militares estadounidenses.[27] También formaba parte de los planes destinados a mejorar las relaciones políticas y militares con Oriente Medio y el Norte de África, en un momento en el que la Alianza Atlántica estaba identificando nuevas amenazas (terrorismo, seguridad fronteriza, tráfico de drogas, inmigración ilegal e inestabilidad regional). Este interés de EEUU en la región del Sahel está relacionado con los países del Magreb. En este contexto, incluso Libia será incluida y podrá beneficiarse de la cooperación militar con EEUU. En abril de 2005, el general Wald afirmó que el restablecimiento de las relaciones militares con Libia ayudaría enormemente a EEUU en su esfuerzo por combatir las fuentes de inestabilidad en el Norte de África.[28]

EEUU y la seguridad en el Magreb/Sahel

Desde los atentados del 11-S, el principal objetivo de EEUU en el Magreb central es desarrollar una estrecha cooperación militar y de seguridad, así como una asociación económica con dichos Estados. Los atentados de Nueva York propiciaron el refuerzo de las relaciones entre los Gobiernos de EEUU y del Magreb, en concreto el argelino (especialmente desde 2001), el mauritano (desde 2002), el marroquí (desde mayo de 2003), y el libio (desde diciembre de 2003). El 22 y 23 de marzo de 2004 el Comando Europeo de EEUU organizó una reunión de dos días de duración en Stuttgart que reunió a los altos cargos de las fuerzas armadas magrebíes (Argelia, Mauritania, Marruecos y Túnez) así como de los países del Sahel (Chad, Mali, Níger y Senegal) para coordinar los esfuerzos en la lucha contra el terrorismo. Fue toda una proeza por parte de EEUU reunir en torno a la misma mesa a un gran número de representantes de países con intereses estratégicos y de defensa distintos, y convencerles de la necesidad de coordinar las operaciones antiterroristas. Según fuentes que han preferido permanecer en el anonimato, Argelia autorizó a las fuerzas de elite estadounidenses para que penetraran en el territorio argelino con el fin de seguir el rastro de los grupos terroristas y realizar operaciones de seguimiento y control. Queda por ver si Argelia y EEUU entablarán relaciones en ámbitos que no sean el de la seguridad y los hidrocarburos. Por el momento, pese al discurso retórico empleado por ambas partes, no parece que la cooperación sea tan exhaustiva como se nos está dando a entender, especialmente a nivel político. La postura de Argelia sobre la cuestión palestina, el Sáhara Occidental, Siria y demás cuestiones de índole internacional, se opone con frecuencia a la estadounidense. En cualquier caso, el tiempo dirá; mientras tanto, persisten los rumores de que EEUU está interesado en establecer una base militar argelina, que podría ser gestionada por los propios argelinos y que EEUU utilizaría únicamente en caso de emprender una operación antiterrorista a gran escala contra miembros de al-Qaeda en la región del Sahel.[29]

El interés de EEUU en el Sahel, la región que une el África Subsahariana con el Norte de África, es doble: por un lado, un interés militar y de seguridad y, por otro, un interés económico. Para Washington, el Sahel es una región vulnerable debido a su baja densidad demográfica y a la fácil permeabilidad de sus fronteras. Los líderes estadounidenses afirman que los grupos terroristas, tanto locales como internacionales, surcan la región, dedicándose a todo tipo de contrabando, incluido el trafico de armas, y reclutando nuevos miembros entre la población local. Según Washington, los grupos terroristas islamistas que están vinculados a al-Qaeda, entre los cuales el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC) es el más activo, representan una clara amenaza para una región que tiene más de un millón y medio de habitantes. La región se percibe hoy como el “nuevo frente en la guerra contra el terrorismo global”, de ahí que el objetivo de EEUU sea “promover la cooperación entre los Gobiernos de la región (Argelia, Marruecos, Túnez, Mauritania, Mali, Níger, Chad, Senegal y Nigeria) y reforzar su capacidad para luchar contra las organizaciones terroristas”,[30] así como impedir que los grupos terroristas establezcan bases en la zona, tal y como hicieron en Afganistán antes de los atentados del 11-S. Con este objetivo en mente se lanzó la Iniciativa Pan Sahel (PSI, en inglés) a finales de 2002, un programa con un presupuesto de más de 8 millones de dólares, que ha aumentado de forma significativa desde entonces, destinado a formar tropas especializadas en la lucha contra el terrorismo en Chad, Mali, Mauritania y Níger. En 2003-2004, fuerzas especiales norteamericanas del Comando Europeo (EUCOM) se desplegaron en la zona para formar a las fuerzas de seguridad de dichos países. Posteriormente, las fuerzas propias de Chad y Níger lucharon contra los miembros del GSCP en sus respectivos países. Los líderes estadounidenses creen que la PSI, que finalizó a principios de 2004, fue un éxito rotundo; actualmente, se está haciendo un seguimiento mediante la Iniciativa Antiterrorista Transahariana (TSCTI, en inglés), que ha remplazado a la PSI y cuyo objetivo es incrementar la capacidad para combatir el terrorismo en la región y consolidar e institucionalizar la cooperación entre las fuerzas de seguridad.[31] La iniciativa TSCTI arrancó en junio de 2005 con el Ejercicio Flintlock 2005. El objetivo es que las fuerzas de operaciones especiales de EEUU proporcionen formación a sus homólogos en siete países saharianos, enseñándoles táctica militar e impidiendo que los terroristas creen reductos seguros en la región.[32] El coste original del programa ascendía a 100 millones de dólares. En abril de 2005, el general Wald apuntó que esperaba que el presupuesto del programa alcanzara, como mínimo, los 30 millones de dólares en 2006 –sólo se llegó a los 5 millones en el año 2005– y los 60 millones o más durante los años venideros. El programa TSCTI forma parte de una estrategia regional y bilateral a largo plazo. Durante el discurso pronunciado con motivo de la conferencia sobre terrorismo patrocinada por EEUU, la Unión Africana (UA) y el Centro Africano de Estudios Estratégicos y celebrada en Argel en febrero de 2005, el embajador en Misión Especial de EEUU para la lucha antiterrorista, Henry Crumpton, hizo la siguiente declaración: “Queremos implantar una estrategia múltiple, que se prolongará durante varios años y cuyo objetivo será derrotar a las organizaciones terroristas al reforzar las capacidades antiterroristas regionales, fomentar e institucionalizar la cooperación entre sus fuerzas de seguridad y las nuestras y, más importante si cabe, promover el desarrollo económico, el buen gobierno, la educación, las instituciones liberales y la democracia. A través del éxito político en los distintos ámbitos desacreditaremos la ideología terrorista y les privaremos de los reclutas que necesitan. Asimismo, ofreceremos a los antiguos reclutas oportunidades y esperanza”.[33]

Del 8 al 20 de febrero de 2004, el Centro Africano de Estudios Estratégicos (ACSS, en sus siglas en inglés), creado en 1999 en la Universidad de Defensa Nacional (NDU) con sede en Washington “como una herramienta para los africanos y sus socios internacionales para la reflexión colectiva sobre los retos estratégicos fundamentales a los que se enfrenta África en el ámbito de la seguridad”, reunió a más de 120 dirigentes de alto nivel y funcionarios de defensa de la mayoría de los países africanos (42 en total). También convocó a representantes estadounidenses y europeos de organizaciones regionales e internacionales, así como de la sociedad civil. Esta importante reunión abordó temas tales como la seguridad, la lucha contra el terrorismo, las relaciones entre civiles y militares, el papel del ejército y la democracia y los presupuestos de defensa. En su discurso de bienvenida del 9 de febrero, el secretario de Defensa adjunto Paul Wolfowitz se refirió a la Iniciativa Pan Sahel y a la iniciativa antiterrorista de África Oriental, ambos elementos clave de la política de seguridad estadounidense en el continente africano: “Medimos nuestra capacidad militar real en función de las asociaciones establecidas con nuestros amigos y aliados del mundo entero, que son muchos. Cuando EEUU actúa en el mundo no actúa en solitario sino como parte de una comunidad de Estados. Nuestra fuerza se multiplica gracias a la contribución de los demás, de la misma forma en que nuestros intereses son defendidos cuando se defienden los intereses de los demás”.[34]

Por consiguiente, es necesario que se sumen otras naciones a las operaciones en las que está implicado EEUU, que requieren preparación y armonización, requisitos sin duda vitales para garantizar el éxito de dichas incursiones. Unidades de aproximadamente 200 efectivos del 10ºGrupo de las Fuerzas Especiales del Ejército de EEUU han sido desplegadas en Chad, Mali, Mauritania y Níger para formar a sus ejércitos, enseñarles a combatir el terrorismo y mejorar su coordinación con las fuerzas armadas estadounidenses. En la práctica, este tipo de coordinación ha sido precisamente lo que ha permitido desmantelar al grupo argelino de Abderrezak conocido como “El Para” en Chad. Fue sin duda gracias a la ayuda de la Marina estadounidense y a sus monitores aéreos P-3 que las tropas de Chad lograron acabar con dicho grupo y detener a su líder.[35]

El nuevo enfoque de EEUU hacia Mauritania resulta sin duda interesante. El objetivo oficial es acercar posiciones entre Mauritania y EEUU para garantizar la “estabilización” del Sahel y poner punto y final a las actividades de los “grupos salafistas vinculados a al-Qaeda”. Sin embargo, esta interpretación difiere no sólo de la de la oposición mauritana, sino también de la de algunos centros de estudio y análisis de gran prestigio. Para la oposición mauritana, no existe ningún peligro terrorista que pueda amenazar la seguridad del país. Mauritania, que mantuvo muy buenas relaciones con el Gobierno de Sadam Husein, ya se había distanciado de Bagdad, mucho antes de la invasión de Irak liderada por EEUU en 2003, para no encontrarse dentro del campo de tiro de Washington. El Gobierno mauritano decidió establecer relaciones con Israel en octubre de 1999 para cumplir con una promesa que le había hecho a EEUU. El Ministerio de Asuntos Exteriores israelí señaló entonces que “tanto Israel como EEUU consideran el establecimiento de relaciones diplomáticas plenas entre Israel y Mauritania […] como un hito en la promoción de la normalización, que se contempla a su vez como el objetivo del proceso de paz abierto desde la Conferencia de Madrid”.[36] Lo cierto es que esta relación con Israel fue uno de los motivos principales que condujeron a un acercamiento entre los nacionalistas árabes y los islamistas mauritanos. Y también por este motivo un analista especializado en asuntos africanos declaró que no deben confundirse las reivindicaciones legítimas de la oposición, por una parte, con los terroristas y los conspiradores de los golpes, por otra. En opinión de Princeton N. Lyman, “EEUU debe tener especial cuidado en no implicarse en un proceso político que conduzca a las personas a los brazos de los extremistas islámicos”.[37] Asimismo, el Gobierno del coronel Maaouya Ould Sid’Ahmed Taya, derrocado en agosto de 2005, se sintió amenazado por la creciente oposición a su mandato y, Washington, si bien indirectamente, intervino para apoyarlo. Su sucesor, el coronel Ely Ould Mohamed Vall, se aseguró de no aislar a la oposición, garantizar un proceso democrático y mantener buenas relacione tanto con EEUU como con Israel.

A largo plazo, el Pentágono desea poder acceder a las bases de Mali y Argelia, alcanzar acuerdos para repostar sus aviones en Senegal y Uganda y, por último, implantar programas de asistencia y formación. El establecimiento de bases en el Magreb y la región del Sahel permitiría a EEUU intervenir en todo el continente africano y garantizar el control sobre el “arco de inestabilidad”, que se extiende desde Afganistán hasta el Golfo de Guinea, y pasa por los principales yacimientos petrolíferos del planeta.

En el Magreb, Marruecos y Túnez también disfrutan de un importante nivel de ayudas procedentes de EEUU. Marruecos se beneficia de varios programas del Departamento de Estado, tales como el ATA (Anti-Terrorism Assistance, Asistencia Antiterrorista) y el TIP (Terrorist Interdiction Program, Programa de Inhabilitación de Terroristas). En el año 2004, EEUU ya había concedido 6,5 millones de dólares a Marruecos para que formara a los marroquíes para la lucha antiterrorista. El TIP fue reforzado en el año 2005 para asistir a los marroquíes en los ámbitos de seguridad y protección de los puertos, aeropuertos, fronteras terrestres y fronteras porosas. El presupuesto del programa se triplicará para el ejercicio del año 2007, alcanzando los 12 millones de dólares.[38] Como se ha visto anteriormente, la cooperación con Argelia sigue siendo uno de los aspectos más destacados de las relaciones bilaterales desde el 11-S. Dicha cooperación está centrada en el intercambio de información, la colaboración militar, y el control y la supervisión de la transferencia de fondos. Sin embargo, sigue resultando difícil confirmar o negar que EEUU haya establecido una base de escuchas del NSA en el desierto argelino, pese a que los estadounidenses, al igual que los argelinos, niegan la existencia de dicha base. Lo que es evidente es que los líderes estadounidenses insisten en que Argelia ha pasado a ser “enormemente importante para EEUU”.[39]

La cuestión fundamental podría plantearse de la siguiente forma: además de las actividades militares, ¿qué tipo de prevención pretenden garantizar la Iniciativa Pan-Sahel y la Iniciativa Antiterrorista Transahariana? ¿Qué pueden hacer las fuerzas de operaciones especiales para combatir la pobreza, la enfermedad, la corrupción, la falta de educación, el gobierno y los líderes antidemocráticos, y el extremismo en esta región tan empobrecida? Uno no puede sino estar de acuerdo con el análisis recogido en el informe del International Crisis Group (ICG), que argumenta que una respuesta militar torpe por parte de EEUU ante la emergencia de pequeños grupos terroristas islámicos en el Sahel podría resultar contraproducente e incluso propiciar el auge de la militancia islámica en esta región pobre y remota de África Occidental. El ICG sostiene con rotundidad que “el Sahel no es un caldo de cultivo de actividades terroristas [sino] una región en la que los Estados débiles son percibidos por los terroristas y las organizaciones criminales como un destino muy atractivo”.[40] En este contexto, algunos expertos consideran que recurrir únicamente a medios militares podría traer resultados contraproducentes. Para compensar dicha respuesta militar y evitar resultados adversos, la Agencia para el Desarrollo Internacional de EEUU ha desarrollado una serie de iniciativas educativas, mientras que el Departamento de Estado ha introducido un programa para la seguridad en los aeropuertos y el Departamento del Tesoro ha intervenido para reforzar los controles de utilización y manejo del dinero en la región.[41]

La Administración estadounidense parece haber sacado algunas conclusiones de su experiencia en Afganistán e Irak, donde su ejército se enfrenta a una violenta oposición por parte de la población local. Los líderes estadounidenses han anunciado un nuevo enfoque: en lugar de movilizar una fuerte presencia militar estadounidense en ciertas áreas de intervención, el nuevo programa pretende enviar fuerzas de operación especial a países como Mali y Mauritania en África Occidental para formar a los soldados de dichos países y suministrarles camionetas, radios y sistemas de posicionamiento global. Según el general James Jones, ninguna fuerza estadounidense se ha dedicado a combatir en África. La implicación de EEUU ha consistido principalmente en enviar equipos de formación y asesoramiento. Se espera que la influencia estadounidense sea eficaz sin llamar demasiado la atención.

Conclusión

Los atentados del 11-S cambiaron la situación geopolítica del Magreb no sólo porque propiciaron el acercamiento de los Estados magrebíes hacia EEUU sino también porque llevaron a este último a desarrollar un mayor interés en la región, que, desde el punto de vista de la seguridad, se extiende hasta el Sahel. No obstante, es preciso señalar que, si bien los Gobiernos magrebíes trataron de integrarse rápidamente en una coalición internacional de lucha contra el terrorismo –que también les permitió justificar actos represivos y violaciones de los derechos humanos en nombre de dicha lucha–, lo cierto es que estas acciones aumentaron el antiamericanismo latente en la región. Por tanto, no debe perderse de vista la división existente entre los gobernantes y los gobernados en lo que se refiere a la percepción de EEUU. Por ejemplo, mientras que el Gobierno marroquí condenó firmemente los atentados del 11-S, la reacción pública mostró una actitud diferente: aunque se sintió horrorizada por lo ocurrido, la opinión pública marroquí, al igual que otras de la región, culpó a EEUU por su política en Oriente Medio, más concretamente por su apoyo incondicional a Israel contra de los palestinos, así como por el embargo y los constantes ataques lanzados contra Irak. La guerra emprendida contra Irak en marzo de 2003 no logró sino acentuar el antiamericanismo en la zona. Las intenciones del Gobierno estadounidense de propagar la democracia en el mundo árabe a través de la iniciativa BMENA son percibidas en la región como un plan destinado a imponer una “democracia prefabricada” que, en realidad, según la opinión pública, esconde un objetivo fundamental: el sometimiento del pueblo árabe y musulmán a la hegemonía estadounidense e israelí. Asimismo, apoyar a Gobiernos que no se rigen por principios democráticos no hace sino incrementar la frustración de los pueblos magrebíes, que consideran que la región sufre de una falta de justicia, justicia social, desarrollo social y educación, todos ellos elementos necesarios para garantizar la legitimidad de los gobiernos. El Informe sobre Desarrollo Humano Árabe de 2004 confirma esta observación.[42]

No cabe duda de que las relaciones entre Argelia y EEUU han progresado considerablemente durante los últimos años. Sin embargo, pese a la importancia estratégica, económica y política que representa Argelia para la política estadounidense en el Magreb, EEUU sigue mostrándose mucho más sensible a los intereses marroquíes que a los argelinos. Esta actitud responde a motivos de índole histórica, ideológica, política y militar. El apoyo de EEUU a la Francia colonial de la década de los cincuenta sin duda ha tenido una influencia negativa y duradera sobre las relaciones entre ambos países, incluso mucho tiempo después de la independencia de Argelia en 1962. Los malentendidos y desacuerdos que han caracterizado las relaciones entre ambos países durante casi tres décadas han generado una desconfianza mutua entre sus dirigentes que no ha empezado a disiparse hasta hace bien poco. Ya fuera por el apoyo argelino a los movimientos de liberación nacional o por las fricciones existentes en torno a los conflictos en Palestina y el Sáhara Occidental, lo cierto es que ambos elementos han impedido el desarrollo de una relación estrecha entre ambos países en el pasado y explican, en parte, por qué no se ha querido establecer un acercamiento mucho más sólido. Independientemente del pragmatismo actual de la política exterior argelina,[43] la postura adoptada por Argelia a menudo se opone a la política estadounidense, especialmente en lo que se refiere al conflicto israelo-palestino o al Sáhara Occidental, debido a la trayectoria del nacionalismo argelino y también a motivos de seguridad nacional en lo que respecta al Sáhara Occidental. No obstante, al margen de los desacuerdos, puede decirse que existe un respeto mutuo entre Argelia y EEUU. Recordemos el papel desempeñado por Argelia en 1980, que fue crucial para la liberación de los rehenes estadounidenses secuestrados en Irán. Más recientemente, en abril de 2005, Argelia trató de actuar como mediador entre EEUU e Irán para resolver las diferencias de EEUU respecto del programa nuclear iraní.

El creciente interés de EEUU en el Magreb tiene repercusiones en Europa y también en los países magrebíes, que tratan de utilizar a EEUU como contrapeso en sus relaciones con la Unión Europea, especialmente con Francia. El Acuerdo de Libre Comercio entre Marruecos y EEUU es un buen ejemplo de ello. Sin embargo, los países europeos, sobre todo Francia y Alemania, han ganado puntos con el Magreb, al menos entre la opinión pública, como resultado de su oposición a la guerra de Irak. Pese a las excelentes relaciones entre los Gobiernos magrebíes y EEUU, lo cierto es que la opinión pública muestra una actitud claramente antiamericana. Es poco probable que las relaciones entre los Estados puedan generar sentimientos similares en la opinión pública magrebí, a pesar de la campaña de relaciones públicas lanzada por el Pentágono en febrero de 2005, cuya finalidad era ejercer cierta influencia sobre la opinión pública magrebí al proyectar una imagen positiva de la política y los objetivos estadounidenses. Si la Administración Bush se decide a lanzar otro ataque contra un país árabe o musulmán, no cabe duda de que la imagen de EEUU se resentirá aún más. Asimismo, las relaciones económicas, políticas, de seguridad y culturales entre los países del Magreb y la Unión Europea son mucho más cercanas que las que mantienen con EEUU. Aunque existe indudablemente una división de trabajadores magrebíes entre EEUU y Europa, es poco probable que EEUU logre establecer una posición predominante en la región. Además, es preciso destacar que aunque EEUU está dispuesto a asignar presupuestos relativamente elevados en el ámbito de la seguridad, no queda del todo claro que vaya a invertir cantidades significativas de dinero en la región del Magreb-Sahel, que se encuentra sin duda muy necesitada de desarrollo económico y social.


NOTAS:

[1] Véase Yahia H. Zoubir, “Les Etats-Unis dans l'espace euro-méditerranéen: complémentarité, rivalité et réajustement d’influence,” Géoéconomie, nº 35, otoño de 2005, París, pp. 65-83.

[2] Yahia H. Zoubir, “Algerian-Moroccan Relations and their Impact on Maghrebi Integration”, Journal of North African Studies, vol. 5, nº 3, otoño de 2001, pp. 43-74.

[3] A National Security Strategy for a Global Age, La Casa Blanca, Washington DC, diciembre de 2000.

[4] Stuart E. Eizenstat, subsecretario de Asuntos Económicos, Empresariales y Agrícolas, Third Annual Les Aspin Memorial Lecture, The Washington Institute for Near East Policy, Washington DC, 8/III/1999.

[5] Yahia H. Zoubir, “Algeria and US Interests: Containing Radical Islamism and Promoting Democracy”,Middle East Policy, vol. 9, nº 1, marzo de2002, pp. 64-81.

[6] Disponible aquí.

[7] Véase georgewbush-whitehouse.archives.gov/news/releases/2004/06/text/20040603-7.html.

[8] Estas cifras han sido calculadas a partir de las estadísticas publicadas en la Justificación del Presupuesto del Congreso para Operaciones Exteriores del Departamento de Estado de EEUU, ejercicios 2004 y 2005.

[9] Gabriela González de Castejón, “Entretien avec Gordon Gray”, Revue Afkar/Idées, nº 9, invierno de 2006, p. 15.

[10] Will Dunham, “US boosting ties with Algeria: Rumsfeld”, Reuters, 12/II/2006.

[11] Citado en Faycal Metaoui, “Visite de David Welch en Algérie”, El Watan, Argel, 15/III/2006.

[12] Dicha cifra ha sido facilitada por el Departamento de Estado de EEUU. Véase

www.state.gov/u-s-relations-with-algeria.

[13] “Les Etats-Unis, premier client de l’Algérie au premier trimestre 2005”, Agence France Presse, 24/IV/2005.

[14] El embajador de EEUU en Túnez durante dicho período, Peter Sebastian, informó a las Autoridades de Washington en 1987 de que el presidente Habib Bourguiba, por aquel entonces muy cercano a los estadounidenses, estaba a punto de romper las relaciones diplomáticas con EEUU. En palabras de Sebastian: “Hice todo lo posible como diplomático para evitar que lo hiciera”.

[15] Véase Yahia H. Zoubir, “The US and Libya: From Confrontation to Normalization”, Middle East Policy, vol. 13, nº 2, verano de 2006, pp. 48-70; Yahia H. Zoubir, “Libya in US Foreign Policy: From Rogue State to Good Fellow?”, Third World Quarterly, vol. 23, nº 1, febrero de 2002, pp. 31-53; y Ronald Bruce St John, Libya and the United States-Two Centuries of Strife, University of Pennsylvania Press, Filadelfia, 2002.

[16] Citado en Agence France Presse, Trípoli, 31/VIII/2002.

[17] Ronald Bruce St John, “‘Libya Is Not Iraq’: Preemptive Strikes, WMD and Diplomacy”, Middle East Journal, vol. 58, nº 3, verano de 2004, pp. 391-92.

[18] Colin L. Powell, “Diplomacy Properly Understood”, State Magazine, mayo de 2004, p. 2, disponible en http://www.state.gov/documents/organization/32314.pdf .

[19] Véase Yahia H. Zoubir, “Libye: Islamisme radical et lutte antiterroriste”, Revue Maghreb-Machrek, nº 184, verano de 2005, pp. 53-66.

[20] C. David Welch, secretario de Estado adjunto para Oriente Próximo, comentarios realizados en la Conferencia Política USLBA/MEI, “The Path Forward”, 23/VI/2006, disponible en http://us-lba.org/welchremarks.htm.

[21] Amr Hamzawy y Michael McFaul, “The US and Egypt: Giving up on the ‘liberty doctrine’”,International Herald Tribune, 3/VII/2006. Los autores argumentan que “la Administración Bush parece haber reducido la importancia de la promoción de la democracia desde Libia hasta Irán, pasando por Azerbaiyán”.

[22] “George Bush appelle l’Algérie et le Maroc à faire preuve de créativité et de souplesse pour régler leurs différends” [George Bush hace un llamamiento a Marruecos y Argelia para que se muestren creativos y flexibles en un esfuerzo por resolver sus diferencias], Associated Press (Rabat), 20/XI/2003.

[23] Giles Tremlett, “US sends special forces into North Africa”, The Guardian, 15/III/2004.

[24] The National Security Strategy of the United States of America, La Casa Blanca, Washington DC, septiembre de 2002, disponible en http://georgewbush-whitehouse.archives.gov/nsc/nss/2002/ .

[25] Anthea Jonathan, “US Eyes North Africa”, Politics, 10/III/2004, disponible en http://www.news24.com/News24/Africa/News/0,,2-11-1447_1496197,00.html.

[26] Giles Tremlett, “US Sends Special Forces into North Africa”, The Guardian, 15/III/2004.

[27] Disponible aquí.

[28] Robert Burns, “General: US Gains From Ties With Libya”, Associated Press, 21/IV/2005.

[29] B. Takheroubt, “Rumsfeld relance l’idée d’une base US au Sud”, L’Expression, Argel, 6/II/2006.

[30] “Eliminating Terrorist Sanctuaries: The Role of Security Assistance”, William P. Pope, coordinador de la Lucha Antiterrorista, intervención en el House International Relations Committee, Subcommitee on International Terrorism and Nonproliferation, Washington DC, 10/III/2005, disponible en https://2001-2009.state.gov/s/ct/rls/rm/43702.htm.

[31] Para más información, véase aquí.

[32] Véase http://www.globalsecurity.org/military/ops/tscti.htm.

[33] Henry Crumpton, embajador en Misión Especial para la lucha antiterrorista, “US Official Praises African Union’s Counterterrorism Efforts”.

[34] Paul Wolfowitz, Africa Center for Strategic Studies Senior Leader Seminar, Washington DC, 9/II/2004, disponible en Africa Center for Strategic Studies Senior Leader Seminar.

[35] Jason Beaubien, “The US Military’s Growing Role in Africa”, National Public Radio, All Things Considered, 11/X/2004, disponible en http://www.npr.org/templates/story/story.php?storyId=4079474.

[36] Disponible aquí.

[37] Intervención en el House Committee on International Relations, Subcommittee on Africa Hearing on “Fighting Terrorism in Africa”, Princeton N. Lyman, senior fellow Ralph Bunche y el director de Estudios Políticos Africanos, Consejo sobre Relaciones Exteriores, 1/IV/2004, disponible en http://www.cfr.org/world/terrorist-threat-africa/p6912.

[38] Véase obamawhitehouse.archives.gov/sites/default/files/omb/assets/OMB/expectmore/summary/10001110.2004.html .

[39] Entrevista del autor con un funcionario de alto nivel del Departamento de Estado, Washington DC, 15/II/2006.

[40] Informe del International Crisis Group (ICG), Islamist Terrorism in the Sahel: Fact or Fiction?, Informe nº 92, 31/III/2005.

[41] Donna Miles, “New Counter-terrorism Initiative to Focus on Saharan Africa War on Terror”, American Forces Press Service, 1/VI/2005.

[42] Arab Human Development Report 2004: Towards Freedom in the Arab World, PNUD, Nueva York, 2005.

[43] Yahia H. Zoubir, “The Dialectics of Algeria’s Foreign Relations from 1990 to the Present”, en Ahmed Aghrout (ed.), Algeria in Transition: Reforms and Development Prospects, Routledge, Londres, 2004, pp. 151-82.