La política exterior como política de Estado

La política exterior debe ser una política de Estado. A España le conviene la constancia y el consenso en su proyección internacional. Ese consenso exige de quienes diseñan y ejecutan la acción exterior de España un alto grado de lealtad hacia los valores e intereses de nuestro país, y diálogo constante con la oposición. A la oposición, por su parte, le pide responsabilidad, no llevar la política exterior al terreno de las pequeñas disputas, y, sobre todo, no usar el frente exterior como herramienta para debilitar al Gobierno. Los norteamericanos tienen una expresión que captura esta idea a la perfección: «La política acaba donde empieza el mar», es decir, por el bien del país la confrontación política no debe desbordar las fronteras domésticas.

En España vivimos, no obstante, inmersos en una duda permanente sobre nuestra capacidad para construir una proyección internacional coherente. Dudas alimentadas por un debate público que insiste en dibujarnos como un país dividido, con partidos políticos que defienden posiciones irreconciliables, y con un modelo de organización territorial permanentemente cuestionado. Es importante, en primer lugar, no caer en el error de pensar que esa es la manera en la que nos perciben otros países. Este error lo cometemos en gran medida por la severísima autocrítica a la que nos sometemos los españoles. Somos uno de los pocos países del mundo que tiene una percepción de sí mismo peor que la que tienen los demás. La realidad, sin embargo, es que estudios como el Country Rep Track elaborado por el Real Instituto Elcano, o el Nation Brands 2020, o las encuestas de Anholt-Ipsos nos sitúan sistemáticamente entre los países con las mejores imágenes del mundo.

Más importante es, en todo caso, no confundir el ruido del debate político nacional con el amplio consenso que existe en nuestro país sobre los valores que queremos proyectar al exterior, y sobre nuestros intereses estratégicos a proteger. Aquí, de nuevo, tenemos raíces firmes sobre las que sustentar nuestra proyección exterior. Estos valores e intereses podrían aglutinarse en cuatro grandes ejes:

El primero es el apoyo a la Democracia y a los Derechos Humanos. El respaldo al sistema democrático en España se sitúa, según el CIS, por encima del 85%. España es, además, un país tolerante, que valora la diversidad y los derechos de las minorías. Es, por ejemplo, con un 91% de ciudadanos a favor, el tercer país de Europa que más apoya la igualdad de derechos entre parejas heterosexuales y LGTBI. O el tercer país más feminista del mundo según IPSOS, con cerca de la mitad de los ciudadanos declarándose feministas. Esto exige una política exterior y de cooperación coherente con estos valores, y que ayude a su consolidación allá donde se cuestionen. Más aún en estos momentos de debilitamiento democrático y de ascenso del nacionalismo excluyente.

El segundo eje sería el de avanzar en la construcción de una economía global integrada y justa. España tiene una economía ampliamente internacionalizada. En 2019 nuestras exportaciones de mercancías alcanzaron los 300.000 millones de euros. De hecho, más de 200.000 compañías españolas comercian con el exterior. España es también un gran perceptor de inversión internacional, con un stock de inversión superior a los 500.000 millones de euros. Las empresas extranjeras generan más de 1,5 millones de empleos en nuestro país. A esta cifra habría que sumarle los 2,7 millones de empleos directos que genera el turismo o la actividad derivada de los cerca de 50.000 estudiantes Erasmus que recibe España todos los años, ambos productos de nuestra apertura a la economía global. Somos, por lo tanto, uno de los grandes beneficiarios del comercio global, de la libre competencia y de la circulación de personas.

Ahora bien, los españoles muestran también una gran preocupación por las cuestiones relativas a la equidad y la justicia social. Queremos ver un comercio justo que eleve los estándares laborales y medioambientales. También un sistema fiscal internacional que funcione y que luche eficazmente contra la evasión. Y una distribución del crecimiento económico más equitativa. En definitiva, deseamos lograr un nuevo contrato social que avance una economía de mercado global con un fuerte componente de justicia social.

El tercer eje se alinea estrechamente con la agenda climática. Según el último Eurobarómetro la población española es la más preocupada por el cambio climático de toda la UE. El 63% de los españoles apoya el desarrollo de energías renovables, por ejemplo. Y ya hay más de medio millón de empleos en nuestro país vinculados a la economía verde. Nuestra política exterior debe ser coherente con esta realidad y sostener una Diplomacia Climática ambiciosa que avance en compromisos como el European Green Deal, el Acuerdo de París o el Convenio sobre la Diversidad Biológica.

En último lugar, los españoles quieren ver una Europa fuerte. Somos ferozmente europeístas. Según el Eurobarómetro del 2020 un 79% de los españoles se sienten ciudadanos de la UE y un 84% apoyan una política exterior y de seguridad común. Los hechos avalan este sentimiento europeísta. Desde nuestra entrada en la UE el PIB español ha pasado de 180.000 millones de euros a cerca de 1,4 trillones. En estos momentos, sin ir más lejos, España está llamada a ser una de las grandes beneficiarias de los fondos Next Generation EU, un instrumento vital para recuperar el crecimiento tras la pandemia de la Covid-19.

Al europeísmo le acompaña un sentimiento atlantista, ya sea para con el norte o el sur del Atlántico, y un claro apoyo al multilateralismo y la cooperación internacional. España es consciente de que los grandes problemas de nuestra era se resuelven trabajando con nuestros aliados y con el resto de países. Esto es así en el ámbito sanitario, en la lucha contra el cambio climático o en la gobernanza económica y tecnológica global.

El balizaje para nuestra política exterior es claro: la defensa de la Democracia y los Derechos Humanos, la construcción de un nuevo contrato social en el seno de una economía globalizada, la promoción de un planeta verde, y el avance hacia una Europa más fuerte en un mundo más multilateral. Esta es la forma en la que nuestros valores e intereses cristalizan en una agenda exterior coherente. Y es el motivo por el que la nueva Estrategia de Acción Exterior española se vertebra en torno a los cuatro grandes ejes descritos arriba. Es la Estrategia elaborada por este Gobierno, pero su propósito es ser la Estrategia de España. Frente al ruido y la coyuntura debemos, entre todos, trabajar para construir una verdadera política exterior de Estado.

Manuel Muñiz es Secretario de Estado de la España Global en el Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *